Elecciones 2023

Apuntes desde la militancia

Por Federico Orchani
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Entre llamados a la resistencia, este ensayo se atreve a preguntarse por un tabú: las razones del cansancio en las filas de la militancia popular.

Eran las siete de la tarde cuando se difundieron los primeros números del ballotage presidencial, que dieron como ganador a Javier Milei. Situados entre la militancia que llegó hasta Chacarita a esperar los resultados recibimos la noticia primero con sensación de sorpresa, algo de estupor, que devino luego en bronca, y sobre todo mucha tristeza. Mientras buscábamos explicaciones, algún abrazo o mirada de ánimo, dejé anotado algo que me llamó la atención: cada vez que agarraba el teléfono para actualizar información en las redes sociales, ya había posteos con un tono épico -sobre todo en Instagram-, llamando a “la resistencia”.

Con el correr de los días se viralizaron más posteos similares. Registré al menos tres, entre los que más se repetían. Uno tenía la firma del poeta y militante montonero Paco Urondo, con el título «Instrucciones para capear el mal tiempo»; otro el poema «Piu Avanti», de Almafuerte, conocido por el no te des por vencido ni aun vencido; y por último, algo que creo pertenece al expresidente de Bolivia, Álvaro García Linera: «Luchar, vencer, caerse, levantarse, luchar, vencer, caerse, levantarse. Hasta que se acabe la vida, ese es nuestro destino«. También circuló mucho la imagen de las Madres yendo a la Plaza en plena dictadura. Había algo con el primer texto que me hizo ruido; en realidad, no pertenece a Paco Urondo sino a Alejandro Robino. Era raro que justo Paco Urondo, que resistió a los tiros ser capturado por una patota militar y antes se tomó una pastilla de cianuro, escriba refúgiese en la casa y asegure los postigos una vez que todos los suyos estén a salvo. El texto tiene más alusiones a quedarse guardado en la casa. Enseguida descubrí que lo que me hacía ruido, en realidad, era el contexto. García Linera es un cuadrazo, y la prosa de Almafuerte contagia, pero ¿ya pasamos a la clandestinidad?

Causas sin azares

Milei no solo no dio un golpe de Estado, sino que ganó la elección por más de diez puntos, algo más incluso que los votos prestados de los halcones del PRO. 14 millones de argentinos votaron al candidato liberal-libertario, que en campaña propuso motosierra y acabar con la casta; 11 millones de votos fueron a Sergio Massa; el voto en blanco no gravitó; y 9 millones no fueron a votar. La hazaña que no pudo ser. La tapada agónica del Dibu, los penales contra Francia, la mano de D10S, el Gauchito Gil y todas los conjuros habidos y por haber, no alcanzaron. Elegimos creer, porque en la política argentina nunca se sabe; así llegamos a la elección más procrastinada en mucho tiempo. Con la economía en recesión y que no crece hace 12 años, como telón de fondo de una obra dramática; pendientes de la cotización del dólar, como quien revisa el pronóstico del tiempo antes de salir, una inflación de casi 140% en el último año, sin conocer el techo, la pobreza arriba del 40%, la informalidad en aumento y caída sostenida del salario.

Sabíamos que era una parada difícil, no solo por la economía. El mal pasar económico se puede explicar si la política acompaña con gestos. Pero mientras nos convencíamos de que había que ser los mejores alumnos durante el ASPO, nos operaban con la realidad. Después de la foto del cumpleaños de la esposa del presidente en Olivos en plena cuarentena, y la vacuna que llegaba para algunos primeros que otros, con un criterio difuso; se moría un oso panda cada vez que un funcionario decía “el Estado te cuida”; en poco tiempo el ruido de las cacerolas enojadas reemplazó los aplausos al sistema de salud en los balcones; el primer embrión de una idea de casta. La pandemia cristalizó, para el asombro de nadie, las desigualdades económicas, sociales y geográficas que existen en nuestro país. Aunque el Estado sí tuvo reflejos: la gestión misma de la pandemia, el IFE, el ATP o iniciativas audaces como el impuesto a las grandes fortunas iban a quedar solapadas por el clima de interna y parálisis dentro de la coalición de gobierno que empezó y nunca terminó.

El peronismo que no fue

La polémica insalvable por el acuerdo con el FMI y la gestión económica fue el acicate de la parálisis prematura de un gobierno de coalición, con muestras de un diseño institucional precario; sin mecanismos para procesar diferencias internas. Las cartas de Cristina llenas de razones y la lapicera. La derrota en las elecciones de medio término y los amagues de renuncias. Fue cuando varios nos decíamos “tranquilos que ella sabe” pero con la incomodidad de no saber si se trata de una jugada magistral o un pifie bárbaro. Una diputada ahora electa llegó a escribir en Twitter “movió la reina” cuando renunció Martín Guzmán, -también por Twitter-, dejando al gobierno más a la intemperie. Cristina quizás sabía, pero tampoco pudo ordenar el rumbo de un gobierno, que se convirtió en meme demasiado rápido; y todos sabemos qué pasa con la autoridad política presidencial cuando te agarran para la joda.

El rol de Cristina fue clave durante el momento más crítico, la coyuntura 2021/22; y por necesidad o convicción, aceleró los tiempos del debate interno y de las disputas por el “bastón de mariscal”. Algunos lo tomaron y otros no, hubo quienes especularon hasta semanas antes del cierre de listas, con una candidatura que no iba a ocurrir. Algunas razones de Cristina son más obvias que otras; un frente judicial que pasó a la acción, por un lado; y otra que también habla del estado de sopor de la militancia: cuando finalmente «la tocaron” a Cristina -y por fortuna la bala no salió-, no solo no ardió ni un tacho de basura, la respuesta fue una movilización, un día feriado, para escuchar un documento leído por Alejandra Darín, en una Plaza de Mayo aturdida.

Militancia modelo para armar

Lo que viene es terreno desconocido. La democracia que supimos conseguir respaldó en las urnas una alianza de ultraderecha que promete sacrificios y amarguras para los meses que vienen. Quizás la primera tarea sea desagregar ese cincuenta y cinco por ciento que fue a votar con motivos varios; bronca, esperanza, cambio; pero que de ninguna manera quiere palos, represión o sangre en las calles. Eso no implica desconocer a sectores violentos y movilizados que agitan el conflicto. Hoy se expresan en redes sociales, pero ya hay declaraciones como las de Macri y otros que permiten anticipar que la nueva alianza política, que aún define sus contornos, está dispuesta a defender su programa de reformas estructurales también en las calles. En medio de este clima, no resultan casuales amenazas físicas como las sufridas por Juan Grabois.

No hay manera de no resistir un ajuste que empeore las condiciones sociales y económicas ya deterioradas de las mayorías, sí, pero primero déjeme decirle; estoy un poco cansado jefe. Demasiado pronto para un déja vu 2017/18, demasiado pronto para desempolvar el excel y apuntar las medidas de un gobierno ajustador pro mercado, pronto para volver a armar listas de personas detenidas por participar en la protesta social. Hay un asunto con el cansancio, también con la desmoralización, luego de estos años pesados. A pesar de toda mi admiración, recuerdo un “grito de orden” que había en el MST de Brasil, que siempre me llamó la atención, y que quizás merece un ajuste: na luta do povo, ninguém se cansa.

El cansancio puede devenir en reflujo sin antes un tiempo de reflexión y de escucha necesarios, para desentrañar los “por qué”, que seguro son unos cuantos. Habrá que ser pacientes y no enojarse con la crítica leal. No es momento de “cerrar los postigos” sino de hablar de política. Son momentos de hacerse cargo de que el voto a Milei se coló por el patio trasero. Desde comunidades indígenas que dan la pelea contra el extractivismo, hasta los hijos de mis compañeras de la villa 21-24, que crecieron con el ejemplo de lucha y rebeldía de sus madres, cuando las cosas no funcionan. Será tiempo también de asumir responsabilidades, que si bien son compartidas, algunas son más relevantes que otras. No tiene la misma responsabilidad ni que hacer la misma autocrítica, el militante que resigna tiempo de su fin de semana para poner la mesita, que el jefe comunal que se pasea en yate en momentos de zozobra. El problema con eso, es que para un sector importante de la sociedad que votó, al final del día, todos somos casta.

Mientras nos íbamos de Chacarita aquel domingo, entre algunos nos decíamos “le tocó a la región, nos iba a tocar a nosotros”. Sin dudas hay una parte de la explicación que tiene que ver con el avance de las ultraderechas en otros países; el resto es todo nuestro. “con la democracia se come, se educa, y se cura” fue el mandato constitutivo de una vuelta a la democracia que ahora cumple 40 años y que exhibe niveles de desigualdad social insoportables. El desafío de cualquier gobierno para intentar revertir algo de este proceso deberá partir por recoger una agenda humanista cuyo guión y anhelo es simple. Como decía el poeta: “el derecho de vivir en paz”.

Fotos: Rosario3

Fecha de publicación:
Federico Orchani

Licenciado en Ciencia Política. Militante social y político, y por los derechos humanos.