Entrevista a María José Pizarro, de Colombia Humana

Por Lucas Villasenin
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La diputada de Colombia Humana conversó con Oleada en Buenos Aires. El fenómeno Gustavo Petro, su historia de vida y la lucha por la paz, las tareas pendientes y los nuevos desafíos de una oleada democrática que recorre el continente son abordados por una de las voces más jóvenes de la política colombiana.

María José junto a su padre, Carlos Pizarro.

María José tiene 40 años. Es hija de Myriam Rodríguez y Carlos Pizarro que integraron el grupo guerrillero M-19. Su padre fue asesinado en 1990 cuando luego de firmar la paz se postulaba como presidente. Posteriormente María José vivió exiliada en Ecuador, Francia y España dónde estudió artes plásticas.

Hoy es madre de Maya y Aluna. Es la representante de una nueva generación política que es convocada por Gustavo Petro y Colombia Humana para derrotar a la partidocracia tradicional y alcanzar la paz. Luego de encabezar la lista en Bogotá para la Cámara de Representantes, desde el pasado 20 de julio ejerce su cargo como diputada.

Hace cuatro años en Colombia hubo un balotaje. Se enfrentaban dos candidatos de derecha que representaban a los partidos tradicionales. ¿Qué cambió en Colombia para que emerja un liderazgo como el de Gustavo Petro? ¿Contra qué injusticias se están rebelando quienes lo apoyan?

En primer lugar tenemos el cansancio con las castas políticas que están en declive. Eso genera que la gente se identifique con movimientos ciudadanos y no con cualquier partido político tradicional. Estos ya no son sinónimos de transparencia ni de un ejercicio sensato de la política sino que responden a unas dinámicas corruptas y clientelistas. Hay un sector importante de la sociedad que los ve con muchísimo recelo.

En segundo lugar está el asunto del acuerdo de paz que es un proceso que arranca hace ocho años. Y en estos años nuevas voces irrumpieron en la sociedad colombiana. Como las voces del movimiento nacional de víctimas, que era inexistente tiempo atrás. Irrumpen las voces de los territorios, de la diversidad, las afro y las del movimiento campesino. Hoy tenemos a uno de los referentes del paro agrario en el Congreso y eso hubiese sido impensable hace ocho años. Todas esas voces comienzan a darle una pluralidad al debate público que antes no lo tenía.

Antes era todo más unánime. Uno era pro-gobierno o te metías debajo de la silla porque no podías hablar. Si no estabas con el gobierno te acusaban de pertenecer a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Hoy no te pueden relacionar con las FARC, ni con la izquierda dura necesariamente. Eso pasa porque irrumpen voces diferentes para plantear de manera diferente problemas históricos de nuestro país.

Por un lado el cansancio con las castas y por otro lado la irrupción de nuevas voces hacen que el debate se tenga que dar una manera diferente. Esto permite que voces como la de Gustavo Petro no puedan ser tildadas como las de la «izquierda radical» sino como algo más «progresista» o «alternativo». Hoy no pueden decir que el discurso y el programa de Petro se reduzca a ser la «izquierda radical». Más aún cuando hay una «izquierda radical» con otro discurso y que no apoya a Petro.

Tu vida está marcada por la guerra y la lucha por la paz. Actualmente el presidente Iván Duque representa a un espacio político que se opuso a los acuerdos de paz. ¿Qué desafíos tienen los recientes acuerdos entre el gobierno anterior y las FARC? ¿Cómo pensás la paz para tu país habiendo la guerra marcado tu vida?

Hay retos legislativos que quedaron pendientes: hay que avanzar en el paquete de tierras que no tiene avances aún, hay que recuperar las circunscripciones especiales de paz que le daban voz a las víctimas del conflicto en el Congreso, hay que reglamentar el Estatuto de la oposición que da garantías para que se pueda ejercer una oposición democráticamente.

Por otro lado, nosotros tenemos que cuestionar lo que siempre ha sido incuestionable y dejar de justificar lo que es injustificable. Hay que pasar de un proceso de paz en el cual dos partes se enfrentan a un proceso de paz social. Necesitamos que haya un discurso sobre la paz que trascienda a los actores políticos y se vuelva un elemento de construcción social. Buscamos que la paz sea parte de la identidad cultural de nuestro país.

A mi padre le decían que él se desarmaba cuando todos se armaban. Pienso que hay que hacer lo mismo. Cuando todos dicen que ese discurso ya está trillado nosotros tenemos que recuperarlo y volverlo a poner en sintonía. Eso es lo que nos va a permitir ser una sociedad diferente.

Ser un político diferente no es solo hablar distinto, es pensar distinto. Tenemos que encontrar nuestras propias narrativas que nos permitan no solo llegar con un lenguaje diferente sino con una manera distinta de ser y vivir la política. Tampoco se trata solo de que le demos voz a los sin voz, sino que se trata de hacer que esa voz sea una voz herética que irrumpa y que tenga mecanismos de diálogo diferentes a los de la política tradicional. La paz es lo que nos va a permitir hacer algo distinto.

Hicimos cosas que parecían imposibles. No nos hemos dejado envilecer por la guerra. Todos nosotros crecimos en medio de la guerra y tenemos un discurso y un comportamiento para nada violento o agresivo.

En la campaña Petro ha planteado que no buscan eliminar al uribismo sino construir un nuevo orden político en el que pueda estar presente. ¿De qué manera es posible un consenso en torno a la paz de Colombia con esos grupos de poder?

Yo no creo que con el uribismo sea posible un consenso en torno a la paz. Pero sí creo que es posible llegar a consensos en otras cuestiones. Petro lo ha dicho: «yo quiero que Duque me invite a dialogar y construir el Pacto por Colombia». Nosotros estamos dispuestos a sentarnos a hablar con ellos en todos los escenarios.

No vamos a hacer una oposición como la que ellos hicieron: una oposición furibunda y mezquina. Nosotros queremos tener una actitud reflexiva y propositiva. Tenemos que tener una responsabilidad por la gente que votó a Colombia Humana. Nosotros creemos que la única forma de transformar a Colombia no es eliminándolos a ellos, ni ellos eliminándonos a nosotros. Eso es lo que hemos hecho durante los últimos 60 años. Nosotros queremos que pueda haber un debate sano, respetuoso y que podamos encontrar puntos en común.

 

Necesitamos que haya un discurso sobre la paz que trascienda a los actores políticos y se vuelva un elemento de construcción social. Buscamos que la paz sea parte de la identidad cultural de nuestro país.

 

El uribismo es plural también. Hay sectores reaccionarios y otros que no lo son tanto. Hay 10 millones de electores y no podemos pensar que son engañados. Esas personas creen en ese proyecto de país y nosotros tenemos que dialogar con ese proyecto. Mi problema no es Duque ni la bancada uribista. Mi problema son las 10 millones de personas que siguen pensando que ese es su proyecto de país. Con esas personas nosotros tenemos que tender puentes de diálogo y comunicación. No podemos verlos como enemigos porque podemos construir un país para todos y todas. No es un problema con el partido uribista sino un problema de orden social y popular.

Pensando estratégicamente a futuro: ¿Cuáles son estos puentes de diálogo que se proponen en los próximos años para lograr un nuevo orden político?

Hay que tener en cuenta que Petro no le está hablando a los partidos tradicionales sino a lo que llama ciudadanías libres. Le está hablando a quienes están pensando por fuera de esas estructuras. Nosotros realmente apostamos por profundizar en ese diálogo. Por eso nos preguntamos tanto si había que conformar un partido político o seguir siendo un movimiento ciudadano en el que se conjugan distintas fuerzas.

Claro que ahora necesitamos hacer un partido en la situación que nos encontramos pero necesitamos profundizar en el diálogo con los colombianos y las colombianas. Por eso hoy Gustavo Petro no tiene el mismo discurso de hace cuatro años, cuando era alcalde de Bogotá.

Es difícil consensuar con los partidos políticos tradicionales. Hay que mantener un diálogo con esos partidos pero hay que aprender a relacionarse de una manera completamente diferente. Hay que cambiarles el paradigma para que se puedan romper los esquemas que les impiden establecer puentes de diálogo.

Está pendiente el diálogo con las fuerzas armadas. También con los sectores oligárquicos y de poder. Hay demócratas honestos que existen en todos los partidos políticos y ahí hay una posibilidad de diálogo.

En el último tiempo se ha usado la situación de Venezuela en Colombia para atacarlos a ustedes. Nos interesa pensar el asunto en torno a las tareas pendientes que pueden haber quedado de la oleada anti-neoliberal de la que Venezuela fue parte junto a Bolivia, Ecuador, Argentina y Brasil, entre otros casos. ¿Qué balance tienen respecto a esta oleada anti-neoliberal en el continente?

Pensándolo en términos mundiales, con la caída del muro de Berlín, el fin del apartheid en Sudáfrica y el nacimiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional en México se da un proceso de apertura que en Colombia no lo pudimos ni siquiera oler. Lo que hubiese significado que un hombre como mi padre llegara a la presidencia podría haber sido el inicio de ese camino. Es más, Colombia pudo haber sido pionera en ese camino pero no lo permitieron. Nosotros tenemos un espacio que nos ha sido negado, una posibilidad que ha sido relegada.

Para nosotros el caso venezolano es conflictivo. Primero, porque son nuestros vecinos. Segundo, porque la Venezuela de hoy no es la Venezuela de hace unos años. Uno puede reconocer que hay injerencia internacional y muchos asuntos más. Pero nosotros no podemos aceptar que el proceso venezolano afecte nuestro propio proceso. Tenemos derecho a iniciar procesos como lo hicieron Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay o Ecuador. No podemos permitir que el asunto venezolano defina nuestra política interna. Si el asunto de Venezuela nos define va a ser imposible comenzar nuestro propio proceso.

Tenemos derecho a tener una posición crítica frente a lo que está pasando en el resto del continente. En lo positivo: en que haya gente como Evo en Bolivia o López Obrador en México. Y en lo negativo: lo erróneo que puede ser que los liderazgos se eternicen en el poder. Yo no creo que sea sano eternizarse en el poder para la democracia. Un proceso realmente transformador es aquel que permite que la política esté en constante reinvención. No aceptaría eso ni para mí misma.

Nosotros abrimos camino pero atrás nuestro tiene que venir gente con capacidad de llegar a relevarnos a nosotros, a saltar por encima de nosotros así como lo estamos haciendo sobre nuestros padres. A ellos les decimos que los reconocemos en su lucha, que recogemos sus banderas, pero que nuestra forma de ver el mundo y de relacionarnos es diferente.

Nosotros tenemos que recomponer la necesidad del diálogo político, globalizar nuestra forma de ver el mundo, de tejer las redes que están rotas y tenemos que pensarnos más latinoamericanamente. Nuestro proceso político tiene que poder dialogar con los otros que se dan en el continente. Tiene que haber un aprendizaje mutuo para poner en discusión al pensamiento latinoamericano.

Nuestra realidad no es la misma que la de nuestros padres. ¿Ellos quiénes son? Evo, Mujica, Cristina, Lula, Chávez, entre otros. Esa es la generación de nuestros padres. Nosotros ya tenemos 40 años y llegamos a un momento en el que nuestras voces tienen muchísimo que decir. Nosotros no podemos permitir que las generaciones precedentes definan nuestro país para los próximos 20 años. Ellos no van a ser nuestros interlocutores políticos. En 20 o 30 años Cristina, Lula, Evo o López Obrador no van a ser más interlocutores políticos sino que vamos a ser nosotros. Por eso tenemos mucho para decir sobre el proceso que estamos viviendo.

Por esta misma razón he criticado en Colombia Humana que a los jóvenes no se les haya dado más voz o no se les permita llegar a los espacios de decisión. No servimos solo para salir a animar las marchas sino que también pensamos y tenemos un proyecto de América Latina. Éste podrá ser parecido al de las generaciones precedentes, pero lo construiremos con nuestras propias reflexiones.

 

En 20 o 30 años Cristina, Lula, Evo o López Obrador no van a ser más interlocutores políticos sino que vamos a ser nosotros. Por eso tenemos mucho para decir sobre el proceso que se está viviendo.

 

También tenemos el peligro de transformarnos en jóvenes envejecidos. No podemos replicar exactamente los modelos de estructuras políticas de hace 40 años. Yo quiero hablar con los que piensan diferente. Ahí está el poder creativo.

Petro fue uno de los primeros dirigentes latinoamericanos en reconocer -a principios de 2015- la necesidad de una segunda oleada democrática para enfrentar al neoliberalismo. Asumía que el primer ciclo estaba agotándose y que era necesario nutrirse de nuevas experiencias y movimientos. Uno de estos de movimientos es el ambientalista. ¿Por qué desde Colombia Humana le dan tanta importancia?

Hablando con gente de otros países yo no entendía por qué Gustavo Petro siempre le dio tanta importancia a la cuestión ambiental. ¿Por qué lo hace? Porque así lo plantearon generaciones de jóvenes. En Colombia estamos cerca de recibir un desierto. Tenemos el problema de la minería legal e ilegal, de los monocultivos extensivos, del acceso al agua y del reordenamiento territorial alrededor de la misma. En este contexto somos el país del mundo en el que más líderes y lideresas ambientalistas se asesina.

Estamos en una crisis ambiental mundial y es una discusión que tenemos que dar en ese plano. Ese debe ser el principio de responsabilidad con nuestros hijos. Este no es un problema de hippies o solo de ambientalistas, es un problema también de los campesinos, los indígenas, los afro, los jóvenes, los niños y las mujeres. Como sostienen los indígenas, en mi país el territorio es víctima de la guerra y tiene que haber reparación por lo que se hizo.

En Latinoamérica tenemos que ser pioneros en el mundo en la relación con nuestro entorno. En esa visión Petro tuvo una mirada acertada.

Cuando empieza a hablarse de una nueva oleada democrática resulta imprescindible pensar en torno a la cuarta oleada feminista que estamos viviendo. ¿Cuál es la situación del movimiento feminista en Colombia?                                                                          

Colombia tiene avances legislativos en los derechos de las mujeres sobre la paridad y la igualdad. El problema es que la mayoría de ellos no se cumplen. Hay una representación muy pobre de las mujeres en el Congreso. Tenemos matrimonio igualitario, la comunidad LGTB puede adoptar, y esos avances se respetan.

En términos territoriales las mujeres son el soporte de la sociedad colombiana. Nosotras resistimos a la guerra, recomponemos el tejido social, asumimos las banderas de nuestros padres, esposos, hermanos, nos convertimos en voceras políticas y formamos a las nuevas generaciones. En una sociedad terriblemente machista, que las mujeres estemos en esos escenarios sigue siendo pobre pero esto va a ir en ascenso.

La diferencia con otros contextos en la región es que tenemos que resolver un problema inmediato ya: acabar con la guerra. Mientras nosotros no acabemos con la guerra podemos dar todas las discusiones que queramos pero no vamos a tener ninguna posibilidad de materializarlas. Es imprescindible preservar los nuevos liderazgos. Por eso, cuando hablamos de defender la vida, lo hacemos en un contexto diferente al que se hace en Argentina, donde se está debatiendo sobre la legalización del aborto. No es que sea un asunto más importante que el otro sino que tenemos realidades distintas.

En los últimos dos años han sido asesinados más de 600 líderes y lideresas sociales. Yo misma tengo que recorrer el país con escoltas por las constantes amenazas. Necesitamos que esta generación sobreviva. Si eso se logra, nuestro país va a cambiar. Ahí vamos a tener un mejor terreno para que avancen las luchas ambientales, feministas y territoriales.

Veo el caso Argentino y el de Chile como ejemplos que están más allá de nosotras. No llegamos a esas discusiones aunque el aborto solo es legal por tres causales en Colombia. Tendríamos que ir hacia el aborto legal pero si nos siguen matando va a ser imposible.

¿Qué influencia tuvieron en Colombia Humana las experiencias políticas novedosas en Europa, como las de Podemos o Francia Insumisa?

Buscamos relacionarnos y comunicarnos con movimientos que nos puedan ayudar a fortalecer nuestro propio proceso. Podemos nos estuvo asesorando y nos acompañó. Yo particularmente estuve exiliada en Francia y en España. Pude aprender de esos procesos. Son realidades diferentes aunque hay similitudes. Nosotros venimos de ser un movimiento ciudadano y no un partido tradicional. Pero hay una coincidencia en que si buscas contar los votos nuestros de dónde vinieron, no hay matemática electoral previa que lo explique.

Nuestra campaña ni siquiera la hicimos nosotros. No fue una campaña de Petro. La campaña la hizo la gente. En Colombia uno está acostumbrado a que te persigan o te maten por ir a una plaza y las plazas se llenaron. En otras partes del mundo uno ve una plaza llena y no le da importancia. Que nosotros hayamos sacado 300 mil personas en distintas plazas del país es algo tremendo y que no sucedía hace 30 años. Algunos dicen que nos sacaron tantas cosas que hasta nos sacaron el miedo. Eso es lo más importante.

Fecha de publicación:
Lucas Villasenin

De Mataderos vengo. Escribo sobre el mundo mientras lo transformamos. Estudié filosofía en la UBA. Integrante del Instituto Democracia.