Entrevista a Juan Grabois

Un nuevo humanismo revolucionario

Por Santiago Oroz
Compartir

El dirigente de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) y del Frente Patria Grande, Juan Grabois, se anima a pensar la actualidad desde la coyuntura y, también, desde la trascendencia del ser humano. Reflexiona sobre la deriva en la que se encuentra el mundo por la pandemia. Arriesga las posibles salidas y oportunidades que se pueden abrir cuando comience lo que algunos llaman “la nueva normalidad”.

Foto de portada: Facundo Nívolo.

Hay una frase que dice que todos son ateos hasta que el avión empieza a caer. Ahí, en un inminente, aunque hipotético final, nadie se queda sin rezar.

Por un tiempo, aunque breve y fugaz, la sociedad se unió bajo un mismo sentimiento: el temor a enfermarse. Se obedeció al Estado, que ordenó y administró nuestras vidas. ¿Pero cuando el avión aterrice? ¿Cuando pase la pandemia y el miedo se haya esfumado por completo? Nada garantiza que vaya a reinar el amor y la igualdad.

⎼⎼¿Cómo se construye justicia social con un discurso de unidad nacional, si lo poco de unidad que hubo hasta ahora, ya casi fugada por completo, fue guiada por el miedo?

⎼⎼Es una premisa para la construcción de la justicia social que se reduzcan los privilegios de los menos y aumenten los derechos de los más. Y los sectores privilegiados no están dispuestos a ceder sus privilegios. Solamente es posible en el marco de una negociación en la que se establezcan con racionalidad los riesgos y los beneficios para cada parte, como se hace en la negociación con los bonistas, y se despeje el humo de la pretensión de los sectores minoritarios de representar al todo y tener un proyecto de país superador. Que se blanquee que hay una disputa por la distribución y que, a partir de ahí, se empiece a pensar en proyectos de país. Pero acá hay un problema urgente de distribución para garantizar niveles básicos de justicia social. Si no se blanquea la discusión en esos términos y sigue siendo una discusión superestructural e inconducente, los niveles de conflictividad y de tensión serán tales que impedirán la estabilidad política que requiere cualquier tipo de desarrollo capitalista, o empresarial.

⎼⎼¿Esta es la disputa que se viene en la post pandemia?

⎼⎼Esta es la discusión que se viene. Porque la pandemia, junto a los años neoliberales, han dejado una situación social explosiva. Y esa situación social explosiva no tiene solución sin una política redistributiva muy fuerte; que no es un proyecto de país en sí mismo sino, en el mejor de los casos, un marco de transición para poder construir para el año que viene, tal vez, un rumbo más equilibrado. Lo que yo creo es que la forma de unificar a sectores amplios de la sociedad es marcando una orientación muy clara, muy firme, y poner los puntos sobre las íes sobre dónde están los escollos de esto. Marcar cuáles son los sectores que están poniendo la traba para que esto no avance y cuáles son los costos y beneficios que tiene la sociedad en relación a las reformas que se requieren. Tanto en reformas impositivas, como en el impuesto a las grandes fortunas, como en el caso de Vicentín. Ese es un tema muy importante y donde hubo una gran improvisación, no solamente en la estrategia política y comunicacional, sino en la comprensión de los cuadros superiores del gobierno y de nuestro espacio político, en torno a para qué queríamos ese instrumento…

⎼⎼Podríamos decir que una cosa es plantear la estatización como un objetivo en sí mismo y otra cosa es plantear una discusión sobre el modelo agrario…

⎼⎼Exactamente. ¿Para qué iba a servir esa exportadora? Porque se decían generalidades, como “el precio de referencia…”. Bueno, eso no tiene nada que ver con la vida de la gente. Si vos no podés hacer un puente entre las medidas de reforma estructural y la vida de la gente, no se va a poder construir la correlación de fuerzas necesaria para dar esas peleas. Y, además, sin convocar al pueblo a respaldar esas medidas. Sólo planteándose como un acuerdo de un sector político y dando la batalla, únicamente, desde los medios de comunicación. Ahí creo que hay una experiencia clara de lo que no hay que hacer. Cuando se plantea una reforma que va a tocar intereses y va a tocar privilegios, primero hay que tener un plan muy claro de en qué consiste, cuáles son los mecanismos y, luego, comunicárselo a la sociedad. Y movilizar, por lo menos, al movimiento popular. Yo creo que esa es la “fórmula” que en este contexto es necesaria para construir justicia social. Porque si no se conduce al movimiento popular hacia eso, el pueblo disperso -los pobres, sobre todo, dispersamente- van a pelear por lo suyo; van a pelear por su partecita. Y eso puede redundar en un montón de situaciones destructivas, conflictivas, que solamente generan otra frustración y otra situación de inestabilidad en una tormenta perfecta entre pobreza, enfermedad, reordenamiento del núcleo gorila y descontento de la base social que sacó al macrismo y logró poner un gobierno que tiene aspiraciones de ser un gobierno popular.

⎼⎼¿Y qué lugar hay para plantear la necesidad de la movilización? En un momento donde el discurso instalado, no sin razón, es la prioridad de lo sanitario y lo que abunda es una especie de “ultra oficialismo” para no “hacerle el juego a la derecha” que, mientras tanto, sí se organiza

⎼⎼Sí, esa es la situación. Estoy de acuerdo. Pero la movilización no implica, únicamente, la calle; que es muy importante y que ahora no podemos recuperarla, porque respetamos las medidas sanitarias del gobierno. La movilización también implica generar el involucramiento y la participación de la sociedad y de nuestro campo en estas discusiones. No dudar, ni titubear, no decir “bueno, si me traen una alternativa mejor, vemos” porque eso expresa niveles de improvisación que no pueden conducir al pueblo a una victoria. Y, además, después hay una rendición sin siquiera dar batalla. Eso es un problema y es un ejemplo del que hay que aprender. El problema de los errores no es cometerlos, sino no tomar las lecciones…

⎼⎼O tomar lecciones falsas…

⎼⎼O tomar lecciones falsas, como que estaba mal plantear alguna medida que toque privilegios. No, eso estuvo muy bien. El problema fue no tener una planificación clara de cómo se iba a ejecutar y no armar la fuerza política y social para disputar esa orientación.

⎼⎼¿Se magnifica demasiado la capacidad de respuesta y el peso de la derecha? ¿Creés que se titubea de más antes de dar las batallas?  

⎼⎼Se magnifica el impacto social y electoral. Pero los medios de comunicación, que son los que magnifican, por ejemplo, una movilización, son el corazón de la derecha. La capacidad que tienen es la de influir en los actores políticos. Es una guerra psicológica. Es decir, la capacidad que tienen es la de pegar, no tanto en términos de, insisto, el impacto que puedan tener electoralmente; sino pegar hacia adentro y generar divisiones. Generar distintos niveles de compromiso, o de capacidad de confrontación. Y ahí aparece el rol de la conducción política: mostrar un camino, señalar un rumbo y enfilar a los patitos en esa dirección.

(2019) Cristina Fernández de Kirchner y Juan Grabois en el Instituto Patria. Foto: IP.

⎼⎼Hablando de conducción política, tu acercamiento al espacio que hoy conforma el Frente de Todos tuvo que ver con la defensa de Cristina frente al lawfare y con el planteo de su importancia para sacar a Macri del gobierno…

⎼⎼Así es.

⎼⎼La oposición, en términos amplios, sigue dándole centralidad a la figura de Cristina, pero es el único espacio que habla de la existencia de un «cristinismo» que, dicen, hay que erradicar. ¿Existe un cristinismo? ¿Debería existir? ¿Qué representa su figura hoy que ya se desplazó al macrismo del gobierno? 

⎼⎼Cristina es muy respetuosa de la institucionalidad y el presidente de la Nación es Alberto. Por lo tanto, todos los rumores y diretes sobre lo que ella supuestamente hace, o haría, son falsos. Yo no creo que exista un cristinismo. Creo que existe Cristina como un liderazgo popular que sintetiza las aspiraciones de un sector del pueblo; que tiene una mística propia por su confrontación consecuente con los sectores privilegiados. Pero el gobierno es un gobierno de coalición y Alberto tiene que conducir todas las partes de esa coalición…

⎼⎼¿El tema sería hacia dónde y con qué rumbo?

⎼⎼Eso está en disputa. Y la situación objetiva condiciona mucho esa disputa. Yo confío en que Alberto la va a poder encauzar hacia el país que todos queremos. Hacia el proyecto que fue el corazón del Frente de Todos: un proyecto antineoliberal. Lo que sí sabemos es que con las recetas de Macri vamos a llegar a los mismos resultados de Macri. Y el rol del Estado en la planificación y coordinación de políticas públicas, en la construcción de mecanismos de redistribución de la riqueza, es lo que votó la gente. La gente votó una alternativa anti macrista, anti neoliberal, que garantizara la participación del Estado en procesos de redistribución de la riqueza y mayor justicia social. Porque estaba cansada de un gobierno de ricos para ricos. Eso es, creo, lo que motorizó la victoria de la coalición de gobierno y hay que ser consecuentes con esa agenda.

⎼⎼Hay una situación de desorientación y deriva general de qué va a pasar en el mundo. Incluso, reflexiones que vos mismo hacías acerca de la inviabilidad de este sistema en el que todo gira en torno al dinero. ¿Cómo se pasa de la reflexión filosófica o espiritual a la propuesta política concreta?

⎼⎼Yo apuesto y apostamos, me parece, desde nuestro espacio el Frente Patria Grande, a una progresividad y a una suerte de “etapismo”. Porque hoy, aunque sea absolutamente evidente que con este sistema el mundo va hacia su autodestrucción y que todos los males sociales se van a profundizar, no hay una relación de fuerzas para hacer un cambio profundo. Ni la crisis tiene, todavía, la maduración suficiente como para que se pueda impulsar. Por lo tanto, hay que ir construyendo pisos cada vez más altos de discusión, de debate y de realización. En ese sentido es que nosotros planteamos la agenda de tierra, techo y trabajo. Nos parece que es una agenda que se puede ir desarrollando en los intersticios del sistema de dominación global. Con un Estado y en el marco de un gobierno poli clasista, consciente de los intereses de los sectores económicos concentrados nacionales y transnacionales, pero que tenga la capacidad de transformar la realidad cotidiana, vivencial y existencial de las personas. Y que pueda hacer. Porque el neoliberalismo, además de robarse el trabajo y los derechos, le robó al Estado la capacidad de hacer. La capacidad de planificar, por ejemplo, un programa para enfrentar el déficit habitacional; o para redistribuir la población en el territorio. Yo últimamente estoy citando mucho a Alberdi, que decía “gobernar es poblar”. Perón decía “gobernar es generar trabajo”. Al Estado le cuesta mucho hacer esas cosas, que hacen a la esencia de un Estado que representa los intereses de un país y no los intereses de una facción, o de un grupo de poder.

⎼⎼¿Esa dificultad tiene que ver sólo con correlación de fuerzas, o hay un carácter subjetivo en el propio gobierno que impide plantear cosas que vayan más allá de lo estrictamente coyuntural?

⎼⎼Es que eso es parte de la relación de fuerzas. O sea, cuando vos medís la relación de fuerzas no solamente medís la relación de fuerzas con el enemigo. Medís la propia. Y la falta de conciencia y de personal político para desarrollar orientaciones de mayor profundización es parte de lo que constituye la correlación de fuerzas, desde el punto de vista de nuestra debilidad. Porque esta imposibilidad cognitiva de ampliar el límite de lo posible hacia cosas tan sencillas como la tierra, el techo y el trabajo; cosas tan elementales para la vida humana; es uno de los problemas que tenemos. Pero si vos lo llevás al absurdo, ¿cómo vamos a hacer tierra, techo y trabajo si el Estado no puede comprar comida siquiera? ¿si no tiene los mecanismos adecuados para realizar una compra en una situación de emergencia? ¿cómo se va a poder hacer eso si la lógica de la política pareciera estar subsumida en la comunicación y no en la realización?

⎼⎼¿Ahí también hay una disputa, o hay algo que está fallando y podría hacerse bien?

⎼⎼Es, en parte, una disputa de conciencia; que es uno de los elementos del poder popular. Por lo menos así lo planteamos nosotros en los procesos de formación de nuestros compañeros. La conciencia, la unidad, la movilización y la moral son componentes de la organización, del poder popular. Y hoy tenemos un bajo nivel de conciencia; una moral intermedia, si se quiere; tenemos un bajo nivel de organización; la movilización está “encuarentenada”. Esas son nuestras debilidades.

⎼⎼¿Cuáles son las fortalezas?

⎼⎼Que hemos logrado un marco de unidad importante. Eso es una fortaleza que no hay que perder. A veces hay que marchar al ritmo del último y no del primero de la fila. Es decir, esperar a que las cosas desarrollen su maduración; sin dejar de plantear, de tirar la pelota para más adelante; sin dejar de plantear que hay que salir con cuestiones superadoras; pero comprendiendo que la construcción de conciencia y de poder popular es un proceso que no se decreta. Los liderazgos muy fuertes pueden acelerar el proceso, pero también tiene que haber una maduración en la militancia y en el pueblo organizado para que eso ocurra.

⎼⎼En su momento hiciste un planteo sobre la necesidad de una “pedagogía del amor” para batallar contra la “pedagogía del odio”. ¿Alcanza con pedagogía o habrá, inevitablemente, un enfrentamiento cuando pase la pandemia?

⎼⎼Las pedagogías son pedagogías. Es tratar de sembrar en la conciencia y en el corazón de nuestro pueblo valores positivos como el amor o la sensibilidad, contra el odio y la crueldad. Ahora bien, es un amor y una sensibilidad combatiente. Porque no se puede defender lo que uno ama, sin enfrentar lo que lo daña. Y, dentro de un enfrentamiento, hay éticas distintas. Está la ética de destruir psicológica, emocional y personalmente al adversario; y está la ética de combatir contra las circunstancias, el contexto, el sistema, o lo que representa en términos de poder material. A mi hay una cosa que me jode de la política liberal, pero que lamentablemente son las reglas, que es que si vos no planteás las discusiones poniendo nombre y apellido, con argumentos “ad hominem”, no te da pelota ni el loro, porque parece un propagandismo abstracto. Pero, a la vez, si vos lo nominalizás, empezás a creer que, efectivamente, el enemigo es Macri, Patricia Bullrich, o quien aparezca en el momento; cuando, en realidad, los verdaderos obstáculos para el desarrollo integral de nuestro país no están ahí.

⎼⎼¿Dónde está el verdadero obstáculo?

⎼⎼Esos son, si se quiere, personeros; enunciadores de un determinado conglomerado de intereses que no tienen rostro, ni bandera, ni patria, ni religión. Tienen un interés que es la reproducción de su capital, de sus negocios, del estilo de vida que ellos piensan que es el correcto y que ejercen una influencia sobre un sector importante de la sociedad. No mayoritario, pero importante. Ahí tenemos que combatir. Contra su pedagogía, contra sus intereses materiales; tenemos que combatir contra sus mecanismos institucionales, contra sus mecanismos para-institucionales. Pero debemos hacerlo desde otra lógica de construcción de poder. No pelear directamente en su campo de batalla como puede ser, si se quiere, la posverdad o el lawfare. A mí me aterra pensar que nosotros podemos combatir el lawfare con más lawfare; o la posverdad con más posverdad; o el individualismo con otro individualismo; o la defensa mezquina de intereses corporativos de los sectores más concentrados con la defensa corporativa de nuestros intereses corporativos.

⎼⎼¿La pedagogía del amor sería la herramienta para la batalla cultural, por el sentido que no se puede ganar en una urna?

⎼⎼Es que si no se plantea una lucha contracultural, por un proyecto de vida que plantee un horizonte de futuro y un horizonte de país…no digo que este sea el momento de hacerlo…pero a la larga o a la corta, nuestras propuestas tienen patas cortas. Cuando nosotros hablamos de la patria grande, es grande porque es latinoamericanista, porque el mundo multipolar requiere que tengamos un bloque firme para las negociaciones estratégicas; y una patria grande es una patria en donde cabemos todos. En ese planteo se amplía, se agranda el marco de posibilidades para transformar la vida. Vidas que no pueden quedar reducidas a aumentar el valor de la demanda agregada. Es muy importante ponerle plata en el bolsillo a la gente, es fundamental. Eso no solamente permite que la gente viva mejor; sino que piense más, porque quien no tiene liberada su mente de la urgencia del pan, le cuesta mucho proyectar su vida. Ni que hablar de militar. Pero le cuesta mucho proyectar su vida y ser feliz. Eso es muy importante, pero no se puede reducir nuestra política a aumentar los niveles de consumo de los sectores populares.

Foto: Facundo Nívolo.

⎼⎼¿Qué rol juega ahí la fe, la creencia, la religiosidad en la cosmovisión de un sector que solo se fija en la ganancia, en lo cotidiano, en lo material?

⎼⎼A mí no me gusta la palabra religiosidad, porque los pueblos tienen religión, no religiosidad. “Religiosidad” es la idea de que hay que instrumentalizar esa religión para un determinado proyecto político. Yo creo que hay que hacer lo inverso, hay que respetarla. Los que tenemos fe, practicarla sin miedo; y los que no la tienen, respetarla y aprender los valores humanistas que la fe de todos los credos trae consigo. Y aprender de la mirada trascendente que sale de la inmanencia del aquí, del ahora y del “yo primero”. Tener una trascendencia te saca del “yo primero”. Los cristianos seguimos a Jesús. Y Jesús nos dio enseñanzas; nos dio pautas de vida que, para mí, son universales y son atemporales como, por ejemplo, el amor al prójimo y…cómo decirlo…el rechazo radical a servirle al dinero. Jesús pone, de manera radical, el planteo de que se sirve a Dios; que es Dios para los que creemos, pero la enseñanza se podría extrapolar en el prójimo y el amor. Es servir a eso, o servir al dinero. Siempre se sirve a algo. Pero servir a uno mismo es servir a la lógica del dinero. Es esta idea que, a mí, me parece que ha penetrado tanto en nuestro campo político que es el “yo primero”. Primero mis derechos individuales, mis autonomías, mis decisiones. Y eso como una bandera, como si fuera algo disruptivo cuando, en definitiva, es la lógica del sistema. La lógica del sistema capitalista es la individualización. Y en ese mar campea el mercado y la concentración económica…

⎼⎼La lucha anti neoliberal, por el medio ambiente, por una ética de la solidaridad es lo que representa para vos el ser cristiano.

⎼⎼Sí, eso creo.

⎼⎼¿Faltan grandes relatos?

⎼⎼Lo que me parece a mí es que hay que tratar de reconstruir un nuevo humanismo revolucionario. ¿Por qué revolucionario? Porque no es, solamente, un problema del neoliberalismo. Es un problema del sistema capitalista. El sistema capitalista uno lo puede caracterizar no únicamente como un sistema donde los medios de producción son propiedad privada. Porque yo creo que, por lo menos por una larga etapa, puede haber una mixtura de regímenes de propiedad, de relaciones laborales. Pero la sociedad no puede estar orientada en términos de acumulación de patrimonio, de propiedades y de riqueza. Es lo que está pasando en el mundo. Hay mucha más producción y riquezas que en cualquier otro momento de la historia de la humanidad, pero también hay mucha más concentración. La tecnología, la robótica, la informática, la tremenda capacidad productiva que ha construido la humanidad en estos trescientos años de capitalismo está puesta al servicio del Dios dinero y no de un proyecto humano para todos y todas. La tarea histórica del pueblo en esta etapa de la humanidad es revertir ese eje de rotación, que es la acumulación. Y eso es una lucha revolucionaria que requiere, sí o sí, un espíritu trascendente. Porque, si no, a determinada acumulación de poder la dirigencia, o de las estructuras que avanzan en esa acumulación de poder -desde el punto de vista del campo popular-, si lo que quieren es reproducir esa lógica, a la larga quedan asimilados. Hay que hacer un renunciamiento explícito a la idolatría del dinero.

⎼⎼¿Y la vida organizada alrededor del trabajo? ¿Está en crisis también? Muchas veces, cuando se plantea esto, la respuesta inmediata es que vos estás yendo en contra de los avances tecnológicos, del “mundo que se viene”

⎼⎼Es que el trabajo es un término amplio. Es la creación de un bien social, ¿no? Entonces, en realidad, en la Argentina y en todo el mundo el problema no es el trabajo; el problema son los derechos. Trabajo hay. La gente trabaja, crea, produce su vida, la vida de su familia, la dinámica del barrio. Pero todo eso tiene que tener un reordenamiento, porque los avances tecnológicos son muy importantes. El problema es que están puestos en función de la ganancia. Hay una economista que siempre recomienda el Papa [Mariana Mazzucato] que dice que los grandes avances en robótica, informática, biotecnología, etc., se hicieron a partir de investigaciones del Estado. Públicas. Después hubo una apropiación privada de eso. ¿Cómo puede ser que toda esa sabiduría, conocimiento, tecnología no se pueda poner en función de un proyecto que siga algún fin más noble que la acumulación de dinero de trescientas corporaciones? Ahí está la cuestión. Después el trabajo, tal como lo conocemos, ni en el sistema capitalista, ni en un sistema futuro va a seguir siendo igual. Porque las formas del trabajo humano están íntimamente relacionadas con las técnicas de trabajo.

⎼⎼También se ha modificado lo que se considera como trabajo.

⎼⎼Puede haber un montón de trabajos que no sean productivos en el sentido clásico del término; que tengan una productividad alternativa; una productividad ambiental, social, que no se puede medir en términos de la ganancia que genera porque hay cosas que no generan ganancia. Pero son ultra productivas desde el punto de vista social y ambiental. Esa creo que es la alternativa para un futuro humano. En la doctrina social cristiana hay una idea del trabajo en sus dos dimensiones. Una dimensión objetiva, que te permite ganar el pan y eso es el sustento. Y otra dimensión subjetiva, que es cómo el trabajo construye la personalidad humana; cómo el trabajo, haciendo un punto de referencia con el marxismo, va determinando tu consciencia y tu cosmovisión. Entonces ese trabajo puede ser de distinta índole, puede ser de distintos lugares, puede tener distintos sujetos; pero hay que reorganizarlo en base a las necesidades colectivas de la humanidad.

⎼⎼¿Pensás que la pandemia, como cualquier momento de crisis profunda, habilita estas discusiones?

⎼⎼Hay una oportunidad inmensa de empezar ese camino ahora, al menos en la Argentina. Desde ahí el planteo del Plan San Martín -ahora Plan de Desarrollo Humano Integral-, que es un programa de inversiones públicas; que tiene un planteo de productividad alternativa, pero mueve la economía tradicional también. Productividad alternativa porque vos estás dotando a los compañeros más humildes del sustrato básico de la vida que es la tierra, el techo y, además, el trabajo. Porque el impacto que tiene en el movimiento económico es indirecto y no está orientado por la lógica de la ganancia, o por acciones espasmódicas de mera contención; sino por una planificación que es transformacional de la vida. Ahora, si no se quiere planificar; si no se quiere diseñar colectivamente; si no se quiere poner la materia gris un poco más en la realidad y un poco menos en las grandes estructuras financieras…o en los grandes mecanismos de control social, y no lo digo peyorativamente, digo de control social porque la orientación de las políticas tiene que ver únicamente con garantizar la estabilidad y la paz dentro de un sistema de mierda y no con transformarlo… Bueno, todo eso es más de lo mismo.

⎼⎼Decís control social y vuelve a colación el rol fuerte del Estado. ¿Cómo te imaginás el mundo post pandemia? Porque Estados fuertes puede haber de distintos tipos. Una cosa es el peronismo o la socialdemocracia y otra cosa es el avance de un nuevo fascismo.

⎼⎼Obvio, estoy de acuerdo con lo que decís. El modelo que nosotros planteamos es un modelo de ecogestión de lo común, donde el Estado tiene un enlace con la comunidad organizada y la autoridad del Estado radica en la confrontación directa con la arbitrariedad del mercado. Pero también puede haber una deriva inhumana. Yo creo que lo que diferencia el fascismo de otros modelos es el sector económico al que sirve. Los fascismos siempre fueron dependientes de los grandes “popes” de la industria, de la economía, de las finanzas. Entonces ahí hay un elemento que no es solamente de método, sino de un fondo que determina al método. Eso es lo que vemos en Brasil, o en Estados Unidos, que son gobiernos muy reaccionarios y muy autoritarios que ponen esa maquinaria de violencia simbólica y física al servicio, también, del Dios dinero. Pero, por eso, yo creo que en Argentina, donde hay una tradición de justicialismo, esta idea de la comunidad organizada y el Estado con una planificación quinquenal o cuatrienal de cuál es la economía del país; de cómo administramos esta casa común para que entremos todos; es un legado que hay que retomar de manera actualizada en este momento.

⎼⎼Hablaste de disputas pendientes, de mundos posibles y necesarios. ¿Cuáles son los desafíos o el lugar que puede tener la juventud en momentos como este?

⎼⎼Yo creo que la juventud tiene un primer desafío que es no perder la perspectiva revolucionaria. Es decir, actuar en el aquí y ahora; adoptar las formas que requiere la acción política en este momento; no andar vendiendo revoluciones con la lengua, pero sí tenerlas en el corazón. No perder los valores éticos, que son la base de cualquier transformación positiva. La ética no es una pavada, no es un problema individual, no es una cuestión de creencias, no es una cuestión privada; la ética es una cuestión profundamente política. Es predicar con el ejemplo y elaborar teoría e ideas con el ejemplo de una vida limpia en términos de corrupciones varias. Si yo tuviera que dar hoy un mensaje, no sería un mensaje ideológico, ni político en términos coyunturales. Ni siquiera sería, lo que creo que es fundamental, que es atar nuestro destino al pueblo pobre. Sería preservar la integridad. Porque un virus muy jodido es la destrucción de la integridad, que deriva en una auto referencialidad constante, donde lo único que te interesa sos vos, o a lo sumo tu pequeño círculo, y la satisfacción de tus aspiraciones u objetivos personales. Al menos yo no quiero seguir ese camino. 

Fecha de publicación:
Santiago Oroz

Periodista. Editor en Revista Oleada. Tengo una cámara y un grabador, pero mi mayor virtud es siempre tener mate.