38 votos a favor de que las cosas continúen cómo están. Como pocas veces sucede en la historia, el sistema político fue fracturado por un rayo lanzado desde las calles. El saldo más poderoso de una derrota que no se siente como tal, es el maravilloso nosotras que estamos tejiendo.
Argentina año verde. En nuestro país se debate el derecho al aborto y el mundo nos mira, como publicó Amnisty en The New York Times. Un sistema de gobierno la mayoría de las veces opaco, se reveló a la luz de transmisiones y coberturas. El Congreso recibió millones de visitas y las redes sociales estallaron durante meses. Una multitud que crecía a la par de la agenda parlamentaria, aprendió nombres de representantes que jamás había pronunciado, vio sus caras, escuchó sus argumentos, conoció los pliegues de los mecanismos legislativos. Se discutió una ley, pero también se discutió el gobierno.
Cerca de las 3 de la mañana del 9 de agosto, el resultado impactó en la pantalla de avenida de mayo y 9 de julio donde la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto esperaba el desenlace. El mensaje fue claro: el Congreso decidió rechazar la voluntad de la mayoría ciudadana. La representación ya no representa. La media sanción favorable de diputados fue descartada por los senadores, que privilegiaron a la minoría ruidosa que los vino a alentar con sus pañuelos celestes.
Mientras la presidenta del Senado Gabriela Michetti festejaba pretendiendo dar por concluido el debate, una certeza crecía en el corazón de la vigilia: la sociedad aprobó el aborto y va a ser ley. La alianza de gobierno Cambiemos, conformada por el PRO, la UCR y la Coalición Cívica, es la que más colaboró con sus diputadxs y senadorxs en la cruzada contra la ley. También el PJ Federal tuvo su importante porción de responsabilidad en los votos negativos. La reacción antiderechos movió poderes provinciales, recursos evangélicos y lobbies confesionales. No exhibieron ninguna propuesta alternativa que salve a nadie, más que a sus creencias morales para imponerlas sobre el conjunto.
Por su parte, las intervenciones que defendieron el proyecto de ley se refirieron al sentido histórico de la votación, reconociendo su rol como legisladorxs frente el reclamo de amplios sectores de la sociedad. Las palabras «piba», «deseo», «patriarcado», «derechos» y «feminismo» brillaron en las mejores alocuciones.
Todas las posiciones, a favor y en contra, se han proclamado desde la defensa de convicciones profundas, pero éstas pueden ser muy distintas. Hay convicciones despóticas, liberales, revolucionarias, laicas y religiosas. Lo que se debatía es si esas convicciones pueden ir contra la voluntad de las mayorías o por el contrario reconocen en ellas la condición para legislar.
Al costado del escenario se leía “Estamos haciendo historia” en un orgulloso pasacalles que desconocía el veredicto oficial. Porque el aborto salió de los clósets y se instaló en todos los ámbitos. Porque en nuestro país hay un movimiento feminista potente que puso sobre la mesa los términos de la discusión y la ganó. Ridiculizó las posiciones de los fundamentalistas, brindó información y recuperó la organización colectiva como premisa de construcción democrática. Sumó adhesiones, generó alianzas inéditas y movilizó el deseo.
Si no es legal es clandestino
El costo de la decisión política es una papa caliente que todavía nadie sabe dónde podrá ir a parar. ¿Será en las elecciones del año próximo? ¿Será en la opinión pública enojada? ¿En una larga marcha que ya no va a parar hasta llevarse todo por delante? Lo que sí se sabe son los nombres y apellidos de quienes penalizan la decisión de las personas con capacidad de gestar, despojándonos de nuestra humanidad para ser obligadas a llevar embarazos no deseados. Se sabe quiénes pusieron las vallas y la cana para salir a buscarnos después de una desconcentración pacífica. Quiénes maniobraron para que la sesión termine antes, quiénes mintieron, quiénes defendieron la subsistencia del patriarcado. Escuchamos a Massot hablar en nombre de la violencia: “ni en la dictadura nos animamos a tanto”. Tienen miedos antidemocráticos, denunció Pino Solanas luego de que no dejaran entrar a Nora Cortiñas al recinto. Miedos contra lo que somos y lo que podemos hacer, lo que estamos haciendo.
La movilización amplia y transversal, gestada desde hace años por quienes nos precedieron y desde 2015 por una nueva generación, viene a discutirlo todo. Durante mucho tiempo el aborto era una mala palabra y salimos a decirla a los cuatro vientos. Desde hace un siglo el Código Penal habilita el aborto por causales pero los hospitales y la Justicia se niegan sistemáticamente a reconocerlas. Por eso tejimos redes de acompañamiento, de profesionales por el derecho a decidir, de abogadas, actrices, estudiantes, trabajadoras. Hicimos un proyecto de ley y lo presentamos varias veces. Lo defendimos en comisiones, se construyeron consensos y se dieron vuelta votos impensados. Algunos de ellos reconocieron haber cambiado por sus hijas.
La lucha por el derecho a decidir, por la libertad y la autonomía, amplía los límites de la democracia. Significa afirmar nuestra voluntad como premisa para la vida y supone reconocernos sujetas políticas avanzando ante la oportunidad histórica. Nos toca ahora transformar el poder, patear el tablero político, tomar el cielo por asalto.
Ahora que sí nos ven
El feminismo llegó para quedarse. En el peor momento para los pueblos de la región, con una avanzada neoliberal que pone en riego los derechos conquistados, una fuerza transversal está marcando la agenda pública. Nuestro mayor saldo es haber ganado la batalla contra el sentido común que tanto tiempo machacaron. El movimiento feminista interpela la subjetividad y la convierte en política, revelándola como un arma transformadora. Cambia nuestra manera de habitar el mundo y entender las desigualdades, disputando las formas de ser en sociedad para construir una nueva, motorizada por el deseo. El feminismo nos trajo hasta acá, nos empujó con la marea hasta las puertas del poder político, nos alentó a reconocernos aliadas para defender nuestros derechos.
Para transformar la realidad es preciso proyectar una nueva hegemonía. Recuperar la política como herramienta de expresión de las mayorías y desplegar representaciones que corran los límites de lo posible. Feminizar la política –como dice Majo Gerez– es lo que va a salvarla. Que se reconozca al feminismo como el actor político más dinámico de nuestro tiempo es sin dudas un logro de la inteligencia y la historia colectiva. De la perseverancia de la organización y de las ganas de un nuevo tiempo para nosotras. Si el movimiento es nacional, popular y democrático ahora hay que agregar feminista, propuso Cristina Fernández pateando la pelota muy lejos para que los chongos la vayan a buscar. Abrió la puerta para conquistar lugares donde el machismo es regla común. La referencia de la ex presidenta sobre amplios sectores sociales permite construir imaginarios populares que transformen la cultura patriarcal en la que somos socializados y habilita nuevas arquitecturas políticas.
Lo irreversible
No estamos solas, nos tenemos a nosotras. Nos encontramos todas, las viejas, las madres, las abuelas, y las pibas que nacieron en este siglo. Nos convocamos en esta cita histórica que llamamos cuarta ola, para seguir buscándonos en una nueva vida. La contraseña Ni Una Menos y el aborto legal como batiseñal nos puso en alertas. Ya no vamos a tolerar la marginación, la precariedad, la violencia. Somos diversas, pensamos distinto, vivimos diferentes realidades. Pero estamos juntas y eso es irreversible. No es un mensaje naif, es la pura potencia que se genera en nuestro encuentro. Son 34 años de construcción democrática de consensos y sentidos para nuestras demandas. Es el aprendizaje político colectivo, la creación de una narrativa extensa donde todas escriben sus relatos. Las mujeres, las travas, las lesbianas y las trans. Las nuevas masculinidades y las disidencias a la heteronorma. Porque no somos un sector, estamos por todos lados. La unidad con nosotras resulta más amplia, más representativa y más plural. Más parecida a la vida que queremos vivir. Más cerca de lograr alternativas potentes contra la deuda y la desposesión de nuestras decisiones y territorios.
La tarea más urgente es seguir peleando para que sea ley. No solo me refiero a la aprobación del Congreso, que vamos a conseguir más temprano que tarde, sino a seguir conquistando el derecho en las salitas, consejerías y espacios de salud. En las provincias que aún se niegan a garantizar el aborto legal por causales. En la implementación de la educación sexual integral en todas las aulas. En un sentido común que se reconozca cada vez más feminista. En la multiplicación de los recursos, la información y las herramientas que supimos construir. En el salto de una nueva generación que alza la voz y desafía el status quo. En la búsqueda consciente de una patria soberana y feminista donde la voluntad popular y los derechos humanos sean el centro del ejercicio democrático.
El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo, y que los dinosaurios bufen. Esto recién empieza.
Socióloga y feminista para cambiar la realidad. Directora del Observatorio de Géneros y Políticas Publicas. Referente del Frente Patria Grande. Candidata a legisladora de la CABA.