Una crónica emocionada, victoriosa y demandante de la mañana en que la Cámara de Diputados de la Nación amaneció franqueada por una vigilia verde gigantesca, para aprobar de manera histórica la media sanción a la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo.
El tiempo corre distinto en los momentos épicos en que quebramos el curso de la política. Parece como si el reloj se detuviera: hay segundos, como esos larguísimos que vivimos antes del resultado de la votación en diputados, en que el tiempo se suspende y flota diferente.
Las sensaciones, como descargas eléctricas que conmueven el cuerpo propio y el colectivo, generan una nube que a ras de la tierra nos hace sentir parte de un único abrazo. Son esos instantes en que lxs anónimxs, las NN, hacemos estallar la atmósfera, y la historia se torna algo completamente distinto a lo que querían dejar escritos los dominantes.
Nosotras, que tantas veces fuimos negadas y borradas de esa historia, hoy somos las protagonistas. Ninguna en particular, más allá de que tengamos a nuestras referentas, a las históricas y a las más jóvenes que hoy marcan el camino. Somos un nosotras en plural, en manada, un hermoso caos creativo del que salen los fenómenos (y monstruos) más increíbles. Cosas que acontecen cuando lo nuevo se acerca más a lo que pretende ser que a lo que ya debe morir.
Hace dos años, un octubre en que gritando por Lucía Perez le hicimos el primer paro a Macri, decíamos que nuestra lealtad de época es con nosotras mismas. Antes decíamos que los días más lindos siempre fueron peronistas y ahora también: feministas. Hoy somos esa marea verde que brota del subsuelo sublevado de la patria plebeya, somos la ola que pretende cambiarlo todo, aunque a veces parezca que carecemos de estrategias estamos bien armadas.
No olvidamos que tenemos años de lucha atrás, genealogía de ancestras que consiguieron lo que hoy tenemos: a las madres y abuelas como retaguardia estratégica. Tenemos nuestro horizonte igualitario bien definido y por eso llevamos la mirada desafiante en alto. Pero sobre todas las cosas tenemos a nuestra comunidad organizada, lista para pisar las calles nuevamente, alerta a las señales, llenas de insignias, mística y un sueño claro de futuro no sólo libre, sino también justo, digno y soberano.
No sólo logramos quebrar cientos de años de historia patriarcal consiguiendo media sanción para este proyecto, nuestro proyecto, el de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, esa articulación que venimos construyendo desde hace más de una década.
Logramos también que durante dos meses y centralmente, en las últimas 24 horas -que fueron miles más si las multiplicamos por la cantidad de encuentros y de cuerpos alrededor del Congreso- esa institución tuviera que hablarnos a nosotras, de nosotras, sobre nosotras.
Escuchamos en boca de quienes nunca lo esperamos términos que tuvimos que inventar para nombrar lo que vivimos: se habló de sexismo, de patriarcado, de libertad sexual. Nos emocionamos con cada reconocimiento a las nuestras: a Dora, a Lohana, a Silvia Suppo, a las que perdimos como Ana María Acevedo. Nos estremeció cada mención a las viejas que nos enseñaron, pero también a las pibas, a esas hijas que hoy estamos transformando la manera de ver y habitar el mundo. Escuchamos también hablar de disfrute, de derecho a la sexualidad, de cuidados. Se nombró la palabra feminismos y feministas una decena de veces. El verde contagiaba sonrisas y prometía un final que fue mejor que cualquier pronóstico.
Pero además, en estas 24 horas de rally femivioleta, pateamos el tablero de la política argentina. Nadie logró disciplinar a su fuerza. La grieta se abrió dentro de las grietas. Vimos y oímos cosas impresionantes e inesperadas. Escuchamos como se debatió con un respeto inaudito, y como tuvieron que hacer sus deberes muchxs diputadxs para que los empecemos a registrar, o los sigamos respetando.
Muchas intervenciones fueron redentoras. Las compañeras sin dudas fueron las que mejor nos representaron. Muchos compañeros también, y hay que reconocerlo.
Todas las intervenciones antiderechos, desde las más logradas como la de Contigiani, quien eligió el triste papel de quedar del lado Massot de la vida, hasta las más tremendas como la de Olmedo o la diputada correntina que preferimos no recordar, mostraron una incapacidad tremenda para comprender qué es lo que pasaba allá afuera.
Algunos pedidos
Luego de esos segundos en que el tiempo se suspendió, luego de la alegría desenfrenada que siempre es más intensa cuando se comparte con otrxs, pasado ya el momento de la euforia callejera y soleada, podemos formular algunos pedidos.
Queridxs diputadxs, queridxs senadores. Queridxs compañerxs de todas las fuerzas políticas, de todas las instituciones. Está claro que no vamos a detenernos, pero además queremos avisarles que no somos ningunas improvisadas. El ejercicio reflexivo, organizativo, de presión, de lobby, de lucha cuerpo a cuerpo que mostramos tiene atrás décadas de práctica. Y no vamos a cejar hasta lograr que la maternidad sea deseada o no sea.
Pero tampoco nos vamos a engañar, ni a olvidar que mientras festejamos a gritos y lágrimas, el dólar está arriba de los 28 pesos. Porque nos queremos vivas, libres, pero también desendeudadas y porque nosotras sí formamos parte de todas las luchas de nuestro pueblo.
¿Saben por qué? Porque somos pueblo: porque fuimos históricamente subyugadas, despreciadas, desconocidas. Hoy es nuestro turno y no vamos a hacer con ustedes lo mismo que han hecho con nuestras vidas. Cuando decimos que el feminismo va a vencer, estamos hablando de una era que será más feliz y plena que todas las que ya conocimos.
El amor vence al odio -dijo una líder política fundamental, que practicando esa idea cambió su histórica postura y va a votar a favor de las mujeres y personas gestantes. Un querido cubano dijo también que sólo el amor engendra la maravilla, y sin dudas en eso estamos.
La derecha tiene que temernos, sí, porque avanzamos acostumbradas a derrocar privilegios. Nuestros compañeros de lucha tienen que respetarnos, porque estamos decididas a conquistarlo todo: aprendan a oírnos, emulen un poco nuestras formas y nuestras tramas. No pretendan ni por asomo construir una unidad para derrotar al neoliberalismo que no nos tenga en lugares centrales. La política argentina ya no es ni puede ser sin nosotras y en ese sentido, el aborto es lo de menos: vamos por todo, hasta que todxs vivamos una vida que merezca ser vivida.
Docente Universitaria. Mala Junta, feminismo popular, mixto y disidente. Formo parte del colectivo Ni Una Menos Rosario.