Pacto Histórico

Colombia: una campaña entre la vida y la muerte

Por Lucas Villasenin
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Gustavo Petro, favorito en las encuestas, ya arrancó su campaña con la coalición Pacto Histórico. ¿Qué propone uno de los liderazgos más transformadores de Latinoamérica?

El pasado 7 de enero Petro lanzó su campaña presidencial en la ciudad española de Barcelona. ¿Por qué el candidato que encabeza ampliamente las encuestas en casi todas las regiones de Colombia comenzó en ese lugar? Muy sencillo. En su discurso hizo referencia a los seis millones de colombianos que viven afuera del país y que aún les quedaban pocos días para inscribirse para votar. Petro aprovechó la oportunidad para recordar sus tiempos de diplomático en Bruselas durante la década del 90´ y su conocimiento sobre los sufrimientos y las condiciones de precariedad en la que viven los y las millones de migrantes.

En su discurso de lanzamiento, en las entrevistas y en reuniones con dirigentes españoles reiteró el mensaje sobre el cual focaliza su campaña. Según él, Colombia no se divide entre izquierdas o derechas sino entre proyectos de vida o de muerte.

Las muchas vidas que se convierten en proyecto político

En octubre del año pasado Petro publicó su autobiografía titulada “Una vida, muchas vidas”, que rápidamente se agotó en las librerías. Para quien quiera conocer más sobre su pasado puede también leer este artículo que publicamos hace cuatro años (o escuchar el podcast de Oleada). El fascinante libro cuenta distintas etapas de un personaje que atraviesa la política colombiana durante las últimas cuatro décadas. En sus más de 300 páginas da cuenta de su militancia social, de su activismo en la clandestinidad como dirigente del M-19, de su sufrimiento por las torturas y la prisión, de su actividad parlamentaria, de su exilio diplomático, de su rol como alcalde de Bogotá y de la construcción de su referencia anti-uribista en los últimos años.

El libro cumple un rol semejante al de Sinceramente de Cristina Kirchner en 2019, cuando anticipándose a la campaña electoral buscó dejar a la luz un recorrido histórico a partir de su experiencia personal. Petro busca desarmar la mirada estigmatizadora sobre su pasado en un grupo armado como el M-19, resignificar sus triunfos y derrotas a partir de sus consecuencias en el tiempo y revalorizar una propuesta programática a partir de los sufrimientos que padece la población de su país actualmente. Todo eso lo hace demostrando un nivel intelectual sumamente elevado en el cual se cruzan su pasión por la literatura de García Márquez, sus lecturas de filósofos como Foucault y Deleuze y sus estudios económicos sobre Keynes y Marx.

Las propuestas programáticas del ex alcalde de Bogotá buscan derivarse a partir de su experiencia política. Su principal anhelo sería una gran paz que, además de acuerdos con grupos como las FARC o grupos paramilitares específicos, supone un acuerdo social que ataque las profundas injusticias que se viven en el país. Para que eso sea posible Petro identifica como principal adversario al uribismo, que a partir del odio a las FARC construyó un espacio político dirigido desde las élites que dominan el país. En sus reflexiones se deduce que ese proyecto fue reactivado por el error político de Juan Manuel Santos y las FARC de convocar a un plebiscito en 2016, en donde una mayoría electoral circunstancial votó en contra del acuerdo de paz.

Petro considera que a partir de la llegada de Iván Duque al gobierno en 2018 ese proyecto demostró su agotamiento en el país. “El uribismo ya no tiene razón de ser en el momento histórico que está viviendo el país” sentencia en una de las conclusiones de su libro. El bajo nivel de popularidad del actual presidente colombiano y las masivas movilizaciones de los últimos años parecieran darle la razón en su conclusión.

A la hora de hablar de proyecto político tanto en su libro como en sus discursos Petro está cerca de añorar los conceptos básicos que rodean al término europeo “socialdemócrata”. Sostiene que ese término no se diferencia demasiado del populismo latinoamericano que busca una democracia y una industrialización con justicia social pero que es estigmatizado desde las élites y las miradas eurocéntricas. Advirtiendo cualquier anacronismo respecto a ese término, el dirigente colombiano advierte sistemáticamente que no estamos ni en la mitad del siglo XX y tampoco estamos en Europa, por eso esa propuesta también merece empaparse de realidad. Su proyecto político, tal como lo define, está inspirado en valores humanistas que entran directamente en contradicción con el funcionamiento del capital en la actualidad, en sintonía con los planteos del papa Francisco.

Las referencias a esta contradicción en sus discursos son múltiples. Mientras el capital tiene tratados de libre comercio para las mercancías, en su país impone condiciones de control paramilitar para las personas y condiciones desastrosas para los migrantes. Mientras Colombia es el segundo país con más biodiversidad del planeta, lo que el capital demanda de ese país es carbón, petróleo y cocaína. Mientras el capital en otros tiempos se sustentaba en la inversión y en la creación de riqueza, en la actualidad se focaliza en una acumulación ilimitada que no genera riqueza, como lo demuestran los narcotraficantes que habitan en su país.

La experiencia militante de Petro es representativa de la historia de los movimientos populares de los últimos cuarenta años. Como buena parte de la militancia, tuvo su contacto con el ambiente universitario y los grupos de estudio, tuvo un activo protagonismo en la organización sindical en los 80´ y a partir de los primeros efectos del neoliberalismo focalizó su actividad entre los sectores más marginados en su lucha por el acceso a la tierra y a la vivienda. En su exilio europeo en los 90´ pudo estudiar sobre cuestiones ambientales y fue un precursor latinoamericano en torno a la agenda verde. También resignifica su pasado y su proyecto político a partir del movimiento feminista contemporáneo. Todo esto, en un país en el cual las comunidades indígenas y afrodescendientes siguen padeciendo una sistemática exclusión histórica construida por las élites blancas.

Sin lugar a dudas, las propuestas del actual candidato a presidente están lejos de la moderación que muchos analistas podrían recomendarle a un candidato que encabeza las encuestas en un país en el cual ningún candidato con semejantes ideas llegó a ese cargo. Petro es un líder político que en las últimas décadas se construyó a partir de las denuncias de corrupción del uribismo pero que simultáneamente mantuvo un rechazo al proyecto neoliberal. Fue asociado sistemáticamente al chavismo y a los gobiernos nacional-populares de la región pero, sin renegar de los méritos de ese proceso, fue uno de los primeros en asumir que era necesaria una segunda oleada en la región que incorpore una agenda del desarrollo humano que supere la fase predominante de la exportación de materias primas con bajo valor agregado. El proyecto político de Petro en el contexto actual es una contracara radical de la propuesta global de las ultraderechas.

¿Cómo pretende Petro cambiar Colombia?    

Al leer y escuchar al candidato a presidente del Pacto Histórico es evidente que hay destellos de un gran romanticismo revolucionario. La apelación al amor y a la vida como fuerzas pare enfrentar al odio y la muerte están por encima de las propuestas programáticas y la ideología. Desde ahí busca convocar a la unidad de la ciudadanía colombiana y de las fuerzas que en el mundo estén dispuestas a apoyarlo. Sus mensajes podrían estar también en la boca de dirigentes religiosos o intelectuales respetados, pero la particularidad es que con una claridad y radicalidad extraordinaria se trata de un dirigente político en campaña electoral.

Puede ser fácil tener ideas valiosas y difundirlas. Pero el arte de la política también es algo que Petro expresa sistemáticamente. En un país donde los liderazgos y los partidos políticos son carcomidos por la lógica neoliberal y donde el poder reside en una élite ligada al paramilitarismo, logró construir y sostener el perfil de un hombre de paz con coherencia política durante las últimas décadas. Luego de ser alcalde de Bogotá, de ser destituido por maniobras judiciales, de que busquen proscribirlo judicialmente del sistema político o de ser sistemáticamente estigmatizado desde los medios tradicionales y las redes sociales por el uribismo, también logró mantener su vigencia en el debate público nacional. La coherencia y la honestidad son valores que indudablemente están asociados a su figura en un sistema político débil, con poca participación electoral y con pocos personajes que logran permanecer con éxito ante la opinión pública.

Pero con la moralidad y la estética no todo se puede en la política. Hay dos cualidades o capacidades que Petro expresa y que le dan una gran potencialidad a su candidatura y posible presidencia. La primera de ellas es su capacidad de diálogo lograda con tantos años de activismo político en ámbitos muy diversos (grupos armados, negociaciones de paz, movimientos sociales, espacios diplomáticos, parlamentos, partidos políticos, espacios de gestión, etc.). Pocos políticos en el mundo han atravesado por tantas mesas de diálogo. En su libro llega a contar que hasta llegó a reunirse con Carlos Castaño y la cúpula del paramilitarismo colombiano en el año 2000.

En una entrevista reciente al diario Publico de España, Petro llegó a hablar de acuerdos con ELN y hasta de un “desmantelamiento pacífico del narcotráfico”. Su propuesta en boca de otro candidato podría sonar a una farsa total o a una utopía ridícula. El valor está en que quien lo dice ha transitado, ha confrontado, ha dialogado o conoce a esos actores como pocos colombianos y colombianas. Además, Petro remarca que no todo es diálogo o acuerdos. Una cosa es un acuerdo con un grupo armado y una cuestión diferente es quitarle la base de sustentación social al narcotráfico dando lugar a un proceso de justicia social que simultáneamente permita avanzar en someter a la justicia a los narcotraficantes y paramilitares. 

Junto con la capacidad de diálogo ejercitada durante tanto tiempo, Petro cuenta con otra característica aún más ajena a la política colombiana. Es un dirigente que además de no temerle a la movilización social, la asume como un proceso fundamental para democratizar el país. En un país en donde prácticamente la mitad del padrón electoral no concurre a las urnas, hay grupos armados organizados al margen del poder institucional y se mantiene un sistema político débil, Petro generó en su campaña presidencial de 2018 un movimiento inédito en la política colombiana movilizando a cientos de miles de personas en muchas ciudades de todo el país.

Para el candidato a presidente, derrotas electorales como la del acuerdo por la paz en 2016 se debieron a la falta de movilización y politización de la campaña. Según él, los triunfos del uribismo, como el de Duque en 2018, se atribuyen a la falta de participación y al fraude sistemático que sobrerrepresenta a una élite blanca que tiene una base social cada vez más débil.  

No es casual que luego de dos años de movilizaciones intensas en contra del gobierno de Duque por sus reformas neoliberales, Petro sea el candidato con más probabilidad de llegar a la presidencia. La extraordinaria campaña de 2018 que construyó una alternativa al uribismo, la experiencia histórica de un líder que conoce a los movimientos sociales por haber sido protagonista y la presencia de actores sociales en diálogo con la coalición política hoy llamada Pacto Histórico hacen posible que la capacidad de movilización que debilitó al uribismo en los últimos años pueda dar lugar a un proceso de democratización en el país.

Al igual que en otros países como Chile, donde la mitad (o más) de las personas habilitadas para elegir a su presidente no lo hacen, se trata de un sistema político funcional a los poderes establecidos y no a aquellos dirigentes que tienen propuestas rupturistas. Por esa misma razón apostar a un proceso de democratización es una necesidad imprescindible para candidatos rupturistas de esa lógica de poder. Para lograrlo sus principales herramientas son ineludiblemente la convocatoria a la participación, al protagonismo social y al diálogo político para enfrentar a las élites.  

Un liderazgo potencialmente estratégico para la segunda oleada latinoamericana

Si de algo no carece la referencia política de Petro es de una visión estratégica sobre la situación latinoamericana. En 2015, cuando aún en Argentina ni siquiera había ganado Macri, en Venezuela el chavismo no había perdido su primera elección en la historia para cargos electivos y en Bolivia Evo Morales había sido derrotado por única vez en las urnas, el dirigente colombiano -que no ostentaba ningún cargo al haber sido destituido de la alcaldía de Bogotá el año anterior- anunciaba abiertamente el agotamiento del primer ciclo de gobiernos progresistas en la región. Sostenía que si no había una renovación programática y estructural de sus propuestas se le terminaría dando lugar a la vuelta de las derechas a los gobiernos.

En su libro Petro hace referencia a que el M-19 en Colombia fue un movimiento precursor de la primera oleada de gobiernos progresistas en la región a comienzos de la década del 90´. El M-19, al dejar las armas, sostener un proceso de paz incluso sufriendo el asesinato de su líder Carlos Pizarro, y al lograr un cambio constitucional en 1991, se había convertido en una referencia de transformación democrática y pacífica en la región. No es casual que el mismo Hugo Chávez los fuera a visitar cuando salió de la cárcel luego de cumplir condena por la insurrección militar de febrero de 1992. Durante el curso de esa década el M-19 sería derrotado en sus aspiraciones iniciales y sus dirigentes quedarían encerrados en la lógica conservadora del sistema político colombiano. Finalmente quien le daría inicio al ciclo latinoamericano sería Hugo Chávez triunfando electoralmente en 1998 en Venezuela y dando lugar a la posibilidad de que de manera pacífica se lleven adelante transformaciones sociales que cuestionaban los pilares del neoliberalismo. Los éxitos de los movimientos nacional-populares en otros países en los años posteriores ya son historia conocida.

La situación en 2022 es bastante diferente a la de la década del 90´, en dónde la posibilidad de encarar transformaciones pacíficas y democráticas estaba en duda ante los consensos neoliberales establecidos. Ya no está en debate que esa es la vía de los movimientos y liderazgos populares. Pero tampoco la situación es igual a 2015 dónde aún se podía mantener la idea de gobiernos transformadores con solidez política que podían aspirar a una renovación, mantener el apoyo popular y no ceder poder a las fuerzas de derecha.

Las derechas, en la mayoría de los casos, volvieron a los gobiernos en Sudamérica -tal como anunciaba Petro como posibilidad en 2015-. Las consecuencias económicas, políticas y sociales de este retorno son evidentes en todos los países en los que las fuerzas progresistas gobernaron durante la primera oleada del siglo XXI. Incluso en los casos de fuerzas que mantuvieron el poder político (como en Venezuela) o lograron volver al gobierno (como en Bolivia y Argentina) las complicaciones para renovar sus aspiraciones y legitimidad social están siendo limitadas por el daño generado en breve tiempo por las fuerzas reaccionarias y las consecuencias de la pandemia del Covid-19.

Pero los recientes procesos electorales de 2021 también dejan huellas positivas para el planteo renovador de Petro. El inesperado triunfo de Pedro Castillo en Perú y el de Gabriel Boric en Chile, luego de derrotar a las derechas radicalizadas, dan lugar a la posibilidad de que una segunda oleada de gobiernos progresistas latinoamericanos renueve el panorama político comenzando por aquellos países que no tuvieron gran protagonismo en la primera oleada. Ambos casos tienen diferencias marcadas pero coinciden en tratarse de nuevos liderazgos que emergen luego de las crisis políticas y las movilizaciones de los últimos años.

El liderazgo de Petro tiene sus particularidades. Comparte un recorrido militante más semejante a los líderes de la primera oleada (Lula, Mujica, Evo, etc.) pero también comparte un escenario situacional semejante al de los nuevos presidentes de Perú y Chile. Su capacidad de crítica programática y su experiencia lo colocan en una situación privilegiada de cara una segunda oleada de gobiernos progresistas que aún le cuesta pasar a la ofensiva política luego de los espantos generados por las derechas.    

Anexo: Datos importantes para entender la elección en Colombia

  • El cronograma electoral colombiano cuenta con tres mojones importantes en el camino a la elección de un nuevo presidente.
    • El primero de ellos será el 13 de marzo cuando haya elecciones legislativas y también se definan las internas de las principales coaliciones. Por el momento se perfilan tres consultas interpartidarias. La del Pacto Histórico tiene como principales candidaturas a Gustavo Petro, a la activista feminista y ambientalista Francia Márquez y a tres candidatos más. Otra consulta de un espacio opositor es la de Centro Esperanza, que la encabeza Sergio Fajardo junto a varias candidaturas, entre la que se encuentra la de la ex prisionera de las FARC, Ingrid Betancourt. Una tercera consulta está integrada por partidos de derecha (denominada Equipo por Colombia) pero está muy debilitada por la decisión del partido uribista Centro Democrático de no participar. Ese partido decidió lanzar a su propio candidato, Oscar Zuluaga, que busca confrontar directamente con Petro. Otro candidato que no participará de las consultas, y que apuesta a salir del enfrentamiento entre Petro y el uribismo con un perfil de outsider, es el empresario y ex alcalde de Bucaramanga Rodolfo Hernández.
    • Luego de las consultas interpartidarias la elección presidencial se llevará a cabo el 29 de mayo.
    • Es bastante probable que ningún candidato supere el 50% de los votos y haya ballotage el 19 de junio.
    • Según la Gran Encuesta Nacional realizada en los últimos días de enero por los principales medios de comunicación del país, un 27% de los votos a presidente serían para Petro, un 12% para Rodolfo Hernández y ninguna de las demás candidaturas estaría superando el 10%. El voto en blanco alcanzaría al 19%. De los primeros ocho candidatos y candidatas solo Petro es el que logró aumentar levemente su apoyo desde la encuesta anterior de diciembre de 2021.
Fecha de publicación:
Lucas Villasenin

De Mataderos vengo. Escribo sobre el mundo mientras lo transformamos. Estudié filosofía en la UBA. Integrante del Instituto Democracia.