La llegada de Lula al gobierno de Brasil pone en debate iniciativas regionales que están en agenda hace años. Alejo Serrano nos cuenta antecedentes sobre el banco y la moneda comín.
La victoria de Lula Da Silva el domingo 30 de octubre abre la posibilidad de retomar la senda de la integración de forma concreta. Un primer efecto de este triunfo es la declaración de Sergio Massa, quien sostuvo que hay conversaciones sobre algunas iniciativas. Durante el 2022, al menos dos proyectos fueron nombrados y se esbozan hoy como posibilidad hacia el futuro: un banco regional y una moneda común. Pero ¿qué implican estos proyectos?
Empecemos, en primer lugar, con el banco. Hacia 2004 la idea empieza a ser formulada por Chavez, quién impulsaba también otras instancias de integración como el ALBA o UNASUR. En 2007 se da inicio al Banco del Sur, que se constituye formalmente en 2009 por medio del Convenio Constitutivo firmado por los presidentes de los 12 países de Suramérica. El convenio estipulaba que, una vez ratificado por cada uno de los miembros, estos harían desembolsos para la suscripción de un capital que en total acumularía 10 mil millones de dólares. Según el artículo primero del convenio el objetivo del banco era:
“financiar el desarrollo económico y social de los países de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) miembros del Banco, en forma equilibrada y estable haciendo uso del ahorro intra y extra regional; fortalecer la integración, reducir las asimetrías y promover la equitativa distribución de las inversiones dentro los países miembros del Banco”.
Sin embargo, varios de los países no ratificaron su incorporación (Argentina lo hizo mediante la ley 26.701) los aportes de capital no fueron suscritos y con el inicio de la restauración neoliberal en 2016 el Banco del Sur fue desarticulado, como la mayor parte de las iniciativas integracionistas. Entre quienes opusieron una sutil resistencia a su creación estuvo el mismísimo Brasil gobernado por el PT. En esa época su incorporación a los BRICS le permitía pensar en una estrategia de proyección internacional para la cual las dimensiones continentales de Brasil alcanzaban. No obstante, el golpe a Dilma, el lawfare, la prisión del propio pernambucano y el facismo de Bolsonaro demostraron el error de esta concepción. Esto produjo que Lula admitiera su error al no haber apostado con fuerza a profundizar la integración regional y en los meses previos a la campaña retomó las ideas de Chavez de un banco común.
En cuanto al funcionamiento, el primer Banco del Sur estipulaba un mecanismo de decisión igual a un voto por miembro para evitar que las asimetrías en suscripción de capital derivaran en pesos diferenciados al interior del órgano decisorio. Un eventual nuevo banco regional debería retomar la fórmula “un estado, un voto” para evitar que la asimetría entre sus miembros derive en el predominio de una de las partes. Y, como la forma que adopte estará en discusión, es que nos atrevemos a sugerir que el capital suscripto por cada miembro corresponda al 10% de las reservas internacionales de cada país al momento de la firma. Pero, además sería interesante que los Estados miembros cedieran su derecho a contraer créditos del FMI o el BM a la aprobación del Banco regional, para evitar irracionales ciclos de endeudamiento como los vividos en Argentina entre 2016 y 2019. De este modo, un Estado sólo podría acceder a créditos Stand By, Linea Flexible, o Línea Preventiva y sus equivalentes en el BM bajo la autorización de dos tercios del comité ejecutivo y hacer uso libre únicamente de los Derechos Especiales de Giro (DEG).
En segundo lugar, respecto de la moneda común, el origen se remonta a los años 80 del siglo pasado y desde entonces todo el espectro ideológico ha esbozado propuestas. Hay proyectos elaborados por el ultraliberal Paulo Guedes, ministro de Bolsonaro, o por Fernando Haddad del PT. Pero aunque ambos sectores apoyan el concepto de “moneda común” las propuestas tienen particularidades diferentes. Podemos nombrar al menos 3 versiones distintas.
La primera es la iniciativa del peso-real, formulada por Guedes y apoyada en textos académicos por el diputado argentino Martin Tetaz. Se trata de una neo-convertibilidad en la que el peso quedaría atado al valor del real o bien sería suplantado por él. En este esquema el BCRA dejaría de existir y el Banco Central Brasileño regiría la vida monetaria de la Argentina, con la posibilidad de aplicar el derecho de señoreaje (un pago en autorización por emisión de moneda). La ventaja para la Argentina reside, según Tetaz, en el acceso del Banco a los BRICS, y en la incapacidad del Estado argentino de aplicar una política monetaria expansiva para sostener el gasto público que, desde el punto de vista de la ortodoxia monetarista, es la causante de la inflación. En 2019, en un encuentro entre Macri y Bolsonaro en Buenos Aires esta medida estuvo próxima de ser aplicada, pero fue detenida por los economistas del Banco Central Brasileño.
La segunda propuesta es la diseñada por Haddad y Gallipolli, llamada Sur, que obtuvo el visto bueno de Lula y difiere del peso-real. Por un lado implica la existencia de un banco central común sin primacía de ninguno de sus miembros, con lo que no precisa la eliminación del BCRA ni el BCB, ni la aplicación de señoreaje por ninguno de ellos. Se trata, en principio, de una moneda de cuenta que permite transacciones comerciales entre los países sin utilizar divisas duras como el dólar. Es decir, que no implica la adopción de una moneda común para los usos cotidianos sino solo para los intercambios comerciales vinculados a la exportación y la importación bilaterales. Este mecanismo permite sortear las dificultades del acceso al dólar que sufre la Argentina de manera recurrente, ya sea por sobre endeudamiento o por el cuello de botella de la restricción externa. Solo en una segunda instancia, tras la creación de un banco común, la suscripción de capital y la armonización de factores productivos se podría avanzar en una moneda común con circulación plena en la vida diaria.
La tercera iniciativa es el Sucre de Chavez, que sirviera de inspiración para el Sur de Lula. Fue implementada por el ALBA entre 2009 y 2017 y consistió en una unidad de cuenta que permitió los intercambios comerciales entre Venezuela, Ecuador, Bolivia y Cuba. Así por ejemplo, si un importador realizaba una operación de compra a un exportador de otro país miembro, depositaba el monto convenido en su banco nacional en moneda local, el banco computaba el pago en Sucres, transfería los Sucres al banco correspondiente y éste pagaba en moneda local al exportador. De este modo se realizaban operaciones usando solo monedas locales y Sucres, evitando el uso del dólar. Aunque en los primeros años el uso fue en crecimiento, dado que la participación de Venezuela era fundamental, por ser el país de mayor peso del bloque, la crisis económica, las sanciones y la caída del precio del petróleo discontinuó la iniciativa.
Aunque un año de coincidencia entre lulismo y peronismo en el gobierno no baste para poder implementar alguna de estas iniciativas, es fundamental debatir propuestas concretas para sortear los problemas que atraviesa el país. Iniciativas como las del banco y la moneda común servirían para transformar nuestro sistema bimonetario, en un mundo tendiente a la regionalización monetaria del comercio (en rublos, yuanes, rupias) y una creciente inflación internacional. Estos proyectos llevan a pensar también cómo debe llevarse adelante la siempre pendiente tarea histórica de la integración de la Patria Grande.
Alejo Serrano Barbarán, militante del Frente Patria Grande, políglota, nació en Salta el 15 de julio de 1995. Desde 2014 vive en Buenos Aires. Estudió Gerenciamiento Económico Intercultural en la Universidad del Salvador.