En esta segunda parte, este trabajo desarrolla las características de la economía mundial posneoliberal que cristaliza la pandemia, de acuerdo a la hipótesis de que desde hace dos décadas estamos inmersos en una nueva etapa, con especial atención a las transformaciones que implicó la incorporación de China a la Organización Mundial de Comercio y los cambios en las jerarquías internacionales que supuso.
“Ustedes recordarán lo que pasó inmediatamente después de los atentados del 11-S en 2001. La mayoría de las cosas se detuvieron. Se detuvo el movimiento. Los aviones dejaron de volar, no se podía cruzar los puentes [de Nueva York], etc. Después de tres días todo el mundo se dio cuenta que el capitalismo colapsaría si las cosas no se pusieran en movimiento nuevamente. Así que, de repente, Giuliani [alcalde de Nueva York] sale y dice: ‘Por el amor de Dios, saquen sus tarjetas de crédito y vayan a comprar’. Bush incluso apareció en una publicidad de las aerolíneas diciendo: ‘Vuelvan a volar, vuelvan a moverse’”. Esta referencia, que encontramos en el trabajo de Harvey, nos mueve a pensar de qué manera las cosas se pusieron en movimiento nuevamente. Y, sobre todo, ¿qué tendencias se cristalizan actualmente en la pandemia, ahora que por un tiempo prolongado no podemos desplazarnos? ¿Cómo producimos? ¿Cómo comerciamos? ¿Cómo consumimos?
Crisis del neoliberalismo y transformación productiva
La hipótesis de este artículo consiste en que el neoliberalismo, como etapa singular del capitalismo a nivel mundial, entró en crisis en el año 2001 y que la crisis de 2008 consumó la transformación y la apertura de una nueva etapa, como desarrollamos en la primera parte. Atendiendo siempre a la dialéctica entre cambio y continuidad, una nueva etapa asume su forma distintiva una vez que un conjunto de dimensiones se articulan de un modo coherente viabilizando la reproducción ampliada del sistema; en otras palabras, la salida de la crisis.
La norma de producción neoliberal estuvo centrada en la subcontratación y deslocalización, que se extendió “aguas afuera” (offshoring) incorporando a la periferia a la producción manufacturera en vistas a la exportación. Pero no bastaba con los salarios bajísimos. Debieron, además, darse dos cambios sustantivos en la organización de la producción. El primero en materia de informática, que permitió la operatoria a distancia, el control de la producción y el procesamiento de la información para la rápida toma de decisiones. El segundo cambio refiere a una logística que viabilizó precios más bajos que la competencia local.
En la medida en que la subcontratación y la deslocalización se extiendieron, se hizo más importante contar con una forma organizacional que soportara y diese unidad a la producción. Las plataformas surgieron como solución a los flujos en la fábrica “global”, al planeamiento y a la asignación de tareas en puestos individuales mediante algoritmos (conjunto de operaciones automáticas de cálculo y solución de problemas estandarizados). Las primeras plataformas desarrolladas estuvieron vinculadas a la esfera de la circulación (Apple y Microsoft fueron pioneras, y luego le siguieron Amazon y Ebay). Asimismo, los costos de la comunicación representaban una traba para organizar la producción mediante plataformas. Por tal motivo, hacia fines de los años ´90 su uso se había extendido pero permanecía como característica de los grandes capitales, quienes contaban con los recursos para financiar dicha transformación productiva.
Una nueva etapa en proceso de estabilización
Después del 2001 la productividad suprapromedial de China, incorporada desde ese año a la OMC, comprimió el costo de la tecnología de la información y las comunicaciones. Así la informática y los software ingresaron en todas las industrias, las oficinas y los hogares. Un creciente número de tareas se estandarizó y automatizó, mientras que otras -que hasta el momento requerían de la presencia física- crecientemente se virtualizaron (diseño, callcenter, administración, entre otras).
Pero el verdadero salto se produjo con la invención del teléfono inteligente (smartphone) en 2007. Tras la crisis de 2008 quedó en evidencia la anacronía de la norma de producción neoliberal y en poco tiempo todas las empresas de tecnología se lanzaron a producir sus propios teléfonos inteligentes. Como describen Ngai, Chan y Selden, Foxconn es una empresa que sólo en China cuenta con 1.400.000 trabajadores/as que los reubica (espacial y temporalmente) de modo flexible según la demanda. Esta flexibilidad en la producción de los soportes tecnológicos de las plataformas se difundió luego, a través de ellos, al modo de organizar la producción al resto de las cadenas productivas.
Asimismo, gracias a los bajos precios de los teléfonos inteligentes y computadoras personales, el uso de las plataformas se extendió hacia capitales de todos los tamaños. La norma de producción organizada en torno a plataformas encontró -y encuentra- soporte en las tecnologías de la información y las comunicaciones, de modo análogo a la organización del trabajo fordista que tuvo su soporte en la línea de montaje. En esta nueva etapa las plataformas traspasaron la esfera de la circulación hacia la esfera de la producción: hacen de infraestructura y conectan no solo a los/as consumidores/as con los/as vendedores/as, sino también a los/as trabajadores/as con sus empleadores/as. Los algoritmos de las plataformas automatizan la ejecución de procesos, por lo cual la escasa capacitación requerida vuelve sencillo tanto el ingreso de nuevos usuarios/as y trabajadores/as como la administración y control por parte del capital.
Si durante el fordismo el capital separó el trabajo del hogar en función de garantizar las condiciones de existencia de la fuerza de trabajo, las computadoras personales y los teléfonos inteligentes resignificaron el uso del tiempo y volvieron a introducir el trabajo en el hogar (home-office). En otras palabras, mediado por las plataformas, el capital convirtió a cada hogar en un potencial puesto de la cadena productiva. Incluso más, si el uso colectivo de los servicios (como el transporte público) signó el modo de trasladar la fuerza de trabajo del hogar a la empresa en un contexto de bajos salarios -en reemplazo del automóvil individual-, los teléfonos inteligentes permitieron comenzar a aprovechar el tiempo de traslado como tiempo de trabajo (¿pocket-office?). Crecientemente, Internet cobra la centralidad que tuvieron las autopistas: antes conformaban la infraestructura para movilizar a la fuerza de trabajo, ahora a los productos del trabajo objetivados en datos.
Como mostramos, el capital sale de sus crisis transformando el modo de producir, intensificando el trabajo o extendiendo la jornada laboral. Ahora que por la pandemia los/as trabajadores/as permanecemos en nuestras casas, ¿qué hacemos con las -supongamos- dos horas diarias que gastábamos en movilizarnos entre nuestro hogar y el puesto de trabajo? ¿Las estamos utilizando para el disfrute o se convirtieron en una extensión de la jornada laboral? Una vez que termine la pandemia y con la virtualización consumada, ¿volveremos a movilizarnos durante horas para ejecutar tareas que podrían realizarse de modo remoto? ¿El capital aprovechará para que trabajemos esas horas o lograremos conquistar ese tiempo como tiempo libre?
Al igual que en el fordismo y el neoliberalismo, la nueva norma de producción también se articula con una nueva relación salarial, a cuya configuración aún estamos asistiendo. Se observan dos tendencias. Por un lado, una presión hacia la flexibilidad laboral dado un mercado de trabajo cada vez más mundializado en base al teletrabajo, que refuerza una regulación competitiva de los salarios. Sectores que hasta hace poco sólo podían abastecerse nacionalmente hoy tienen competencia internacional.
Pero existe una segunda tendencia, de signo opuesto. Para dar cuenta de ella incorporemos, una vez más, el vínculo entre norma de producción y norma de consumo. Si durante el fordismo los salarios debían alcanzar para garantizar el traslado de la fuerza de trabajo y su descanso -automóvil y vivienda, bienes de consumo durable-, en la actualidad los salarios, al mismo tiempo que tienden a una mayor flexibilización, contradictoriamente deben garantizar la compra del puesto de consumo/producción en la plataforma -teléfono móvil y computadora personal, bienes de consumo durable- y su conexión -internet-; aquí se presenta una analogía con la relación salarial fordista.
¿Conseguiremos los/as trabajadores/as conquistar una regulación salarial “más extraeconómica” que incluya el derecho a la desconexión y limitar la jornada laboral -como durante el siglo XX conquistamos la ocho horas diarias-? ¿O se estabilizará una relación salarial en la que el hogar sea cada vez más office y menos home?
Queda por analizar una última dimensión: ¿cómo se articulan la norma de producción, la relación salarial y la norma de consumo con el proceso de internacionalización del capital y las jerarquías nacionales en la etapa actual? Para responder debemos profundizar sobre la significación de las dos crisis mencionadas de la economía internacional. Desde nuestra perspectiva, la internacionalización del capital -que ya hemos identificado como un proceso inmanente- comenzó a dar signos de cambio desde mediados de los años ´90. Pero fue en los albores del siglo XXI, en plena crisis del centro del capitalismo mundial (crisis de las .com) y con la entrada de China a la OMC, cuando se produjo un verdadero salto cualitativo.
Desde el nuevo siglo cada vez más las Cadenas Globales de Valor se desarrollaron internacionalizando la división técnica del trabajo. La crisis de 2008 reforzó la tendencia inaugurada en 2001. En todo el mundo (y no sólo en los países desarrollados) cada vez más empresas pequeñas producen incorporándose a las cadenas de valor o las recrean a pequeña escala, por lo que asistimos a una norma de producción internacional cada vez más globalizada.
Sostenemos que la territorialidad del capital no se evaporó con la intensificación de la globalización en tanto la producción siempre tiene lugar en un territorio específico. Por lo tanto, debemos seguir considerando la relación entre espacios nacionales y las jerarquías que se establecen entre ellos, dado que algunos conducen la acumulación a escala mundial y otros ven subordinada su propia expansión a la del centro. Debemos caracterizar, entonces, lo que todos/as los/as analistas y académicos/as reconocen como una nueva gravitación de China.
¿Qué informan los datos? En cuanto al PBI, sabemos que China creció durante los últimos cuarenta años a tasas muy altas (superiores al 10%) y que desde 2001 la brecha respecto al PBI de Estados Unidos se achicó año tras año a gran velocidad. Esta tendencia se profundizó tras la crisis de 2008. Recién pasado el 2011 la economía china moderó su crecimiento hasta bajar al 7% anual, pero cabe señalar también que desde el año 2013 China alcanzó y sobrepasó el PBI de Estados Unidos (medido por la paridad del poder adquisitivo).
En cuanto a la evolución del comercio internacional, desde la incorporación de China a la OMC sus exportaciones dieron un salto veloz hasta alcanzar y sobrepasar las exportaciones norteamericanas. A partir de ese año y de la rápida expansión de su PBI, comenzó a elevar de modo exponencial las importaciones. La demanda china sostuvo, por ejemplo, el ingreso de divisas en las economías latinoamericanas durante la crisis de 2008, según las estimaciones que en su momento hizo la CEPAL.
Por último, veamos la evolución de la inversión internacional. Desde el nuevo milenio China comenzó a atraer cada vez más capitales y desde la crisis de 2008 alcanzó -y por momentos superó- a Estados Unidos. Por su parte, China no exportaba una cantidad significativa de capitales hasta el año 2005, cuando comenzó un rápido ascenso. Desde el 2013 China priorizó la reconstrucción del milenario Camino de la Seda, que se tradujo en un fuerte aumento de la Inversión Extranjera Directa (IED) por el mundo. Mediante la IED China comenzó a articular crecientemente a la periferia. En su conjunto, estos elementos convirtieron a China en un centro articulador de las relaciones económicas internacionales: ¿consolidará China esta posición orientando la salida de la crisis que deja la pandemia de modo análogo al rol que Estados Unidos ocupó tras la crisis del ‘29 y tras la crisis del fordismo?
Una etapa postneoliberal de la economía mundial
Desde el año 2001 comenzamos a transitar la transformación hacia una nueva etapa singular de la economía mundial. Las transformaciones en el ámbito de la producción se articulan con una nueva estructura jerárquica mundial en la que China ya tiene un peso excluyente y crecientemente articula a la periferia. Aún resulta difícil denominar de forma precisa el período que estamos atravesando, pero sí consideramos apropiado señalar el fin de la etapa neoliberal.
La incorporación de China al mercado mundial y su ascenso a potencia económica no se efectuó siguiendo la receta neoliberal sino la trilogía “mercado, regulación de mercado y estrategia de largo plazo”. De hecho, en China siguen ostentando un peso central los planes quinquenales y el Partido Comunista, es decir, regulaciones extraeconómicas. La convivencia entre el mercado y su regulación se difundió a nivel mundial y redujo, especialmente después de la crisis del 2008, las recetas neoliberales a algunos espacios reducidos como Alemania y su influencia en la Unión Europea. Bayer sugiere que el desmoronamiento del Consenso de Washington y su reemplazo por una política económica pragmática que coloca el eje en el crecimiento (en lugar de la estabilización macroeconómica) puede denominarse posneoliberalismo.
Creemos que este rótulo nos permite demarcar una nueva etapa singular de la economía mundial, en la cual existe una articulación coherente entre las dimensiones analizadas, desde la empresa hasta la división internacional del trabajo y las jerarquías nacionales. Así encontramos una coherencia entre (a) una norma de producción, cuya organización productiva está sustentada por plataformas digitales que extienden la subcontratación y la deslocalización a todas las ramas y a capitales de todos los tamaños, que se montan sobre la difusión de la tecnología portátil -infraestructura- producida en China; (b) una relación salarial más flexible -regulación más competitiva- que contradictoriamente debe garantizar el acceso a mercancías durables -teléfonos móviles y computadoras personales- presentando similitudes con la regulación fordista (regulación salarial extraeconómica); y (c) un centro -China- que se caracteriza por la convivencia entre libre mercado (regulación competitiva) y un Estado planificador (regulación extraeconómica), que difunde la norma de producción por todo el mundo -a partir de la presión competitiva que impone su productividad suprapromedial- y que mediante el comercio internacional crecientemente articula los espacios nacionales en base a una industrialización dependiente de la periferia (etapa fordista) orientada a la exportación (etapa neoliberal), de la que participan también capitales pequeños gracias al abaratamiento de la tecnología de la información y las comunicaciones.
Estas características, que ya estaban presentes entre nosotros como tendencias, se cristalizan ahora gracias a la pandemia y exponen con nitidez los nuevos modos de producir, comerciar y consumir. Asimismo, la forma definitiva de esta etapa no puede deducirse inmediatamente de las tendencias objetivas que aquí abordamos, sino que emergerá de las respuestas que construirán las luchas sociales y las resistencias del movimiento popular.
Algunas lecturas que sustentan las afirmaciones de este trabajo y que pueden ser de interés para profundizar:
Aglietta, M. ([1979] 1999) Regulación, y crisis del capitalismo, Siglo XXI, México.
Bayer, K. (2009) “’Neoliberalism’ and develpment policy – Dogma or progress”, Development dialogue. Nro. 51, Suecia.
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Dirlik, A. (2006) Beijing Consensus: Beijing ‘Gongshi’. Who Recognizes Whom and to What End? Disponible en: http://www. globalautonomy.ca
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Robinson, W. (2009) Latin America and global capitalism. Johns Hopkin UP, Estados Unidos.
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Dr. en Ciencias Sociales (UBA), Mg. en Estudios Sociales Latinoamericanos (UBA) y Economista (UBA). Integrante del OCEPP. Montaña y asado, las pasiones.