La angustiante interrogante que nos anida temblorosamente a todxs es cómo seguir adelante en un mundo que se detuvo súbitamente. La pandemia nos hizo pasar de vivir, a sobrevivir el día a día. Sin embargo, la cuarentena ha desnudado verdades olvidadas: no todxs podemos sobrevivir en igualdad de condiciones.
Me preguntaron cómo vivía, me preguntaron. Sobreviviendo dije, sobreviviendo dice la canción de Víctor Heredia, artista popular argentino.
Tomaremos dos acepciones de la palabra sobrevivir del diccionario de la Real Academia Española. La primera dice que es vivir después de la muerte de otra persona o después de un determinado suceso. La muerte de los otros, de tantos tristemente en el mundo por la tragedia desatada por el suceso de la pandemia.
La otra acepción del vocablo, también pertinente para describir los tiempos actuales, señala que sobrevivir es vivir con escasos medios o en condiciones adversas. La cuarentena determinada como medio de enfrentar la enfermedad generó la reproducción de la pobreza en vastos sectores del planeta y también en Argentina. La crisis sanitaria viene acompañada por una crisis económica y las dos van de la mano, en una actualidad que reproduce muerte y sobrevivientes que serán, por lo menos la mayoría, más pobres.
Sobrevivir quedándose en casa
Hay canciones que son verdaderos himnos y que representan una época pero no sólo eso, se quedan ahí flotando en el aire de la memoria colectiva y cualquier momento te puede hacer acudir a ella para intentar ver por medio del prisma de esas palabras lo que nos está pasando ahora. La canción Sobreviviendo de Víctor Heredia, fue parte del disco Solo quiero la vida, de 1984. La primavera alfonsinista en el nombre del disco, en la voz de un hombre que había sobrevivido, por suerte, pero no por ello se olvidaba de cantar con memoria para tener presentes a las víctimas de los horribles crímenes de la última dictadura militar. 1984. Pasan los años, y las canciones pueden adquirir diferentes significados de acuerdo al momento histórico. Incluso, distintos usos de su melodía como en una cancha de fútbol. Que los cuervos la adoptamos entonando: “Ohhhh San Lorenzo, Oh San Lorenzooo / dicen que estamos todos de la cabeza / pero a San Lorenzo no le interesa”.
Y resulta que el mundo entero está de la cabeza, casi que literalmente. Por un virus que se esparce como la pólvora, con un poder de letalidad relativo (que aumenta con la edad y antecedentes de los enfermos) pero con un poder de reproducirse tremendo. Del mundo global al mundo encerrado en su casa, la cuarentena para resguardarse de la peste.
Y uno sigue buscándole la vuelta a pensar esta situación conmocionante, insólita, casi de una película de ciencia ficción que nos toca vivir. Para todo hay una profecía de Nostradamus, pero el autor de la letra del tema Sobreviviendo esta actualidad no la podía prever, ni él ni nadie. Es intentar releer la poesía y la musicalidad de la canción y recorrer algunas partes que parecen fotografiar algunas sensaciones de lo que nos está pasando.
Originalmente la letra de la canción podía funcionar como un alegato contra la violencia, encarnado en el “mientras alguien proponga muerte, sobre esta tierra, y se fabriquen armas para la guerra, yo pisaré estos campos sobreviviendo”.
Un mensaje contra el armamentismo y toda forma de violencia. Hoy, atravesamos una especie de conflagración contra un enemigo invisible contagioso y de probada letalidad. Ya no se pueden pisar los campos que nominó la canción y mucho menos considerar que somos “tristes y errantes hombres sobreviviendo”. Sobre todo lo de errantes, que nos tenemos que quedar en casa o al menos restringir nuestros movimientos en una especie de altiplano insinuado por una estabilidad elevada en la reproducción de los casos.
Un mundo libre del hombre
En su segunda parte, la canción Sobreviviendo trae una imagen fuerte que también sirve para pensar el hoy del país y el mundo: “no quiero ver un día manifestando / por la paz en el mundo a los animales”.
Con el confinamiento provocado por la pandemia, se han visto imágenes de animales tomando los espacios públicos de las ciudades abandonadas: cabras en el Reino Unido; ciervos en Japón; jabalíes en Israel y hasta un puma se paseó a sus anchas por las calles de Santiago de Chile. La canción plantea esa ironía diciendo “cómo me reiría ese loco día, ellos manifestándose por la vida / y nosotros apenas sobreviviendo”. El loco día casi que parece haber llegado, y hasta la capa de ozono insinuó su reconstrucción con las industrias funcionando a media máquina. Y el contraste entre la situación vital de los animales y los hombres salta a la vista. Vivir y sobrevivir.
El fisólosofo Martín Heidegger, en su obra emblema Ser y tiempo, planteó la idea de que el hombre es el único ente que se pregunta por el Ser. Y esta situación de pandemia reveló muchas cosas que la civilización humana es en relación al mundo y también en el ámbito interno de los valores. El ser humano se preocupa por sobrevivir pero excede su ámbito reflexivo al instinto de supervivencia de los animales. Vivimos y también nos preguntamos por qué vivimos y por qué el mundo es lo que es en estas situaciones límite.
Heidegger aplicó el concepto de Dasein en tanto el hombre es un ser arrojado al mundo. En la cuarentena, casi que nos quedamos sin eso. De arrojado al mundo para desenvolver sus posibilidades, el hombre pasa a encerrarse en la casa para resguardarse por las prescripciones médicas.
La desigualdad mata
Hay visiones de que la crisis constituirá una oportunidad y otros pensadores no avizoran mayores cambios, o que las modificaciones no serán necesariamente las mejores. Por lo pronto, muchos serán más pobres y la desigualdad campeante en el mundo se hace hoy en este contexto más visible. Expone la extrema vulnerabilidad de los más desfavorecidos y observando esa realidad “ya no tenemos la risa como un jilguero”, como dijera en Sobreviviendo Víctor Heredia.
Queda expuesto el hecho de que el hacinamiento y la pobreza impiden llevar a cabo las recomendaciones sanitarias en las villas de emergencia, hoy en más emergencia que nunca. Situación que el fallecimiento de la militante y periodista de la Garganta Poderosa Ramona Medina el 17 de mayo no hizo más que cristalizar. Su muerte hiere, sensibiliza y humaniza terriblemente el problema de la desigualdad. Lideró las protestas por la falta de agua en la villa 31 y, ante las recomendaciones de los infectólogos preguntaba: ¿Cómo hacemos, si no tenemos agua?
Duelen todas las muertes, pero algunas ponen en evidencia, desnudan en toda su faceta la injusticia social. Unos tienen menos posibilidades de sobrevivir que otros, por estar sumergidos en la pobreza y haber sufrido sus cuerpos los resultados de años de exclusión social y por no contar con la infraestructura y servicios básicos como para poder seguir los consejos sanitarios.
Una muestra de que el darwinismo social degenera en las mayores posibilidades de supervivencia de los más aptos, o mejor dicho de los que mejores y desiguales oportunidades tienen.
Doblemente excluidos, esas personas sufren el doble acoso de dos enemigos invisibles: el virus y el ocultamiento de las condiciones inhumanas en las que viven, que se extiende hasta en la designación de la villa como barrio 31. Las palabras en función de camuflar y esconder situaciones que la sociedad no quiere enfrentar. Palabras vacías, formales, doblemente excluyentes y que ponen un velo inmoral sobre la desigualdad que mata. Mata sin metáforas, descripciones ni furcios. Y literalmente.
Dos caras del mismo ser humano
La bipolaridad es un recurso habitual para construir pensamientos, ideologías y grietas en nuestro país. Peronismo y antiperonismo. Capitalismo y socialismo, en una época a nivel mundial. Se cayó el Muro de Berlín y Fukuyama vaticinó el fin de las ideologías. No ocurrió, pese a lo cual el capitalismo se enseñoreó indudablemente del mundo.
Y ¿qué provocará finalmente la pandemia? Hay posturas más bien descreídas que plantean que el hombre seguirá siendo igual o peor que antes, como afirmó Fernando Savater en una entrevista al diario Clarín. Hay otras visiones que plantean que se revalorizará el rol del Estado, que el capitalismo estaría herido de muerte y que tendrán lugar reformas tendientes a la colectivización. Lo que no pudo la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la China de Mao Tse Tung, lo podría desencadenar un virus.
Hay otras posturas más bien intermedias y tomo aquí la que planteara en un artículo en Nueva Sociedad Mariano Schuster, apuntando la idea de que pueda surgir “una izquierda comunitarista y que piense la necesidad de un potente sistema de salud público, una sociedad civil robusta, un Estado presente como garante de acuerdos sociales y unas fuerzas de seguridad estructuradas bajo principios democráticos”.
La pelotita está ahí, rebotando en la ruleta. Negro, rojo o verde el cero. Vaya uno a saber dónde concluirá su devenir, o dónde la harán caer los actores sociales pujando por el concierto de lo que quede o se rearme del poder mundial, y hacia el interior de cada país. Dos caras de la misma moneda, o del mismo ser humano. El bien, el mal y los infinitos grises. Una de cal, una de arena. Tristeza, alegría y el gusto agrio de la cuarentena infinita, remedio aciago en contraindicaciones. Tragedia y resurrección. Muerte, enfermedad, sobrevivir y vivir. Porque la canción Sobreviviendo, además de un alegato contra la violencia, puede ser interpretada también como un llamado a la esperanza cuando su autor dice: “tengo la carne joven, roja la sangre, la dentadura buena y un sueño urgente: quiero la vida de mi simiente”. Y que la esperanza vuelve a nacer. Entre todas las malas, recibiendo el cimbronazo de un tiempo increíble. Siguiendo adelante como deseo y hasta por instinto de conservación. Sobreviviendo.
Escritor, trabajador social y profesor de enseñanza primaria. Publicó tres libros. El último tren: un recorrido por la vida militante de José Luis Nell (ediciones digitales Margen, 2014); Veinte Relatos Cuervos. Alegrías y tristezas de vivir una pasión (2018, versión digital en Portal San Lorenzo WebSite) y Los años del macrismo y una salida inesperada (ed. Digitales Margen, 2019).