Entrevista a Ofelia Fernández

Juventud organizada

Por Santiago Oroz
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La legisladora por el Frente de Todos en la Ciudad de Buenos Aires, Ofelia Fernández, habla de la juventud a la que representa y, también, del fenómeno de la "juventud liberal". Responde críticas, arriesga análisis y reflexiona sobre las expectativas y tareas pendientes. "Anti cuarentenas", Alberto, Larreta, redes sociales y más en esta entrevista.

El contador de la web de la Legislatura porteña indica que, desde que asumió su mandato, Ofelia Fernández presentó trescientos noventa proyectos de ley, ochenta de los cuáles la tuvieron como autora. En las redes sociales, mientras tanto, un mar de insultos y mensajes la agreden cuestionando si su sueldo es justo en relación a su trabajo.

Sus ídolos están vivos. Menciona a dos. Primero a Juan Grabois, «casi un referente platónico», al que admira por su transparencia, su brillantez y su sensibilidad. Después a Alexandria Ocasio-Cortez, a quien le comenta sus vivos de Instagram y con quien, en sus palabras, se siente “como una adolescente fanática”. 

—Y Cristina, bueno. A Cristina ya casi que ni la nombro porque es obvio. Su mística, su magia, su claridad— agrega a último momento.

Ofelia no toma aire. Aprovecha cada segundo que tiene disponible para hablar. En una entrevista telefónica, en un discurso, en una charla informal. Abre su boca y expone con gran velocidad, como si sintiera todo el tiempo la responsabilidad de ser joven y tener una voz que es escuchada. 

Existe la “juventud liberal” y hay otra juventud, de la cual formás parte, que no tiene nombre. ¿Qué palabra elegirías para definirla?

—Bueno, yo siempre que dicen -capaz desde el mundo más adulto- que habla “la abanderada de la juventud”, además de explicar que la característica etaria no es promediable ideológicamente, la denominación que suelo elegir es “juventud organizada”.

 —Te lo pregunto no sólo para pedirte un título, sino porque me llama la atención que la “juventud liberal” se haya convertido en un fenómeno, con un nombre, frente a otra juventud, la “juventud organizada”, que se define más por sus agendas que por su nombre o identidad. ¿Por qué creés que pasa eso?

—Si, yo siempre pienso que hay una tendencia a ordenarse más en función de agendas, que de identidad política en sí. O que la identidad de nuestra juventud se arma en función de la compatibilidad con su agenda. Y veo que en el momento en que esa agenda comenzó a tomar mucha masividad -particularmente el movimiento feminista, el ambiental y el educativo-, el fenómeno de estos conservadores reaccionarios -que son, efectivamente, jóvenes-, percibieron que la rebeldía y la irreverencia hoy es desafiar esas agendas, en vez del status quo, si se quiere, o el estado natural de las cosas. Piensan que “rebeldía” es ser políticamente incorrecto; es estar del lado de los grandes poderes concentrados. Encuentran su arraigo en el conservadurismo y en lo que llaman “liberal”, aunque no es estrictamente liberal. Porque es liberal en lo económico, pero después es más bien una derecha conservadora, hasta me animo a decir medio fascista en lo social. Yo creo que el fenómeno responde un poco a eso, a que la juventud fue tan avasallante con sus nuevas agendas que hay un grupo de pibes que ven que lo “cool”, lo rebelde en un sentido ya mucho más banal y superficial, es defender a las corporaciones, por resumirlo de alguna manera, y en resistirse a esas agendas. Ahí hay algo complicado que hay que pensar.

—¿Considerás una virtud la ausencia de una identidad que aglutine todas esas agendas? Pienso, particularmente, si el neoliberalismo y la lógica del “individuo primero” tuvo algún impacto en la forma en que se expresan las agendas o las referencias, por sobre las organizaciones o movimientos…

—Yo la verdad soy muy poco ortodoxa en eso. Lo que sí creo que es importante, que a veces se logra más y a veces se logra menos, es que se comprenda que las causas no pueden jugarse todas por separado. A mí me parece que es válido y que no hay que subestimar que la gente no esté corriendo a afiliarse a un partido, sino que corra a una movilización por el aborto legal, o por lo que sea. Creo que eso es valioso. Aparecen dinámicas de intervención política que son interesantes y a las que hay que ponerles atención. Yo también a lo que juego es a intentar poner el pie en los dos lugares, dándoles el mismo valor. La complicación que veo sería si pensamos que cada causa se pelea por separado y se puede resolver por separado. Y creo que la palabra que termina nucleando todas esas agendas es, de alguna manera, la noción de feminismo “popular”, ambientalismo “popular” y educación “popular”. Ahí hay una promesa, que todavía no la concibo como un tema saldado, pero sí creo que es donde empieza a aparecer esa cohesión. Que también permitió que el año pasado en la campaña electoral muchos y muchas entraran a esa forma de militancia y llegaran a la campaña electoral de 2019 sabiendo los límites y riesgos de la continuidad del proyecto neoliberal para con esas agendas. Se sumaron a formatos de campaña, de vuelta, no ortodoxos, pero que fueron super potentes para la interpelación del sujeto juvenil. Lo que se armó con “Les Jóvenes”, por ejemplo, o con “Este año les ganamos”. La capacidad de convocatoria era inmensa, porque la dinámica desde la que se pensaba y los requerimientos que implicaba ser parte de esos procesos organizativos era mucho más flexible que la orgánica como la conocemos.

Foto: Bárbara Leiva

—Las redes sociales también modificaron mucho las formas de intervención política y creación de referencias. ¿Se puede hacer algún aporte desde la propia juventud para repensarlas?

—Sí, es un tema. Yo soy muy consciente en el uso de mis propias redes. Si bien a veces no lo hago así, soy consciente de qué funciona más o menos para que llegue el mensaje con mayor repercusión. Y mientras más personalista sea el mensaje, más funciona. Porque la gente deposita la confianza en personas, más que en lo que las rodea. Entonces, es una boludés, pero si en el video no estoy yo al principio la gente ya lo saltea. Porque esperan de mi perfil eso, no los juzgo. Pero habla mucho de la dinámica política actual. Y está pasando en todo el mundo, eso también. No es un fenómeno solo de la Argentina. Entonces hay que prestarle cierta atención, porque habla de la lógica que viene y que ya está sucediendo.

—Tras la pandemia floreció un nuevo grupo, ligado también a esa “juventud liberal” que describías, que son los “anti cuarentena”. ¿Te da miedo que se los tome para el chiste?

—La verdad que yo me los tomo muy en serio porque son gente que, entre otras cosas, les gusta mucho putearme a mí. Entonces siempre le doy una atención y una importancia mayor a la que a veces veo en la gente que me rodea. Me preocupa porque pienso que siempre va a existir ese pedazo ultra conservador, ultra reaccionario, violento, y creo que es imposible pensar en erradicarlo por completo; pero creo que la tarea es tratar de que sea lo más marginal posible. Que quede demostrada su falta de representación, que hoy creo que es tal. Pero, sin embargo, entiendo que la tarea es la de generar los menores niveles posibles de ese sentido común. Y no puedo decir que hoy estemos muy bien si ese es nuestro objetivo.

—Existiendo un sector del macrismo que lo intenta representar…

—Claro, que empezó a jugar con eso. Lo cual también es muy riesgoso, porque ahí sí tenés un espacio de mayor representación que decide jugar para los intereses más extremos en el espectro de la derecha. Y es peligroso por el uso de la violencia como método argumentativo. Ahí hay un riesgo fuerte. Al menos a mí me atraviesa muy desde ese lugar. De verdad hay una instigación a la violencia que puede generar un clima cada vez más espeso. Y eso es muy degradante para con la discusión política. A mí me putean tanto, son tantos los ataques, las operaciones. Pero también a otras. Mayra Mendoza es una compañera a la que le pasa mucho. A Cristina también, por supuesto, le ha sucedido ya en todas sus formas. Y cuando salimos a marcar ese límite y salimos a hablar de violencia política muchas veces, sobre todo los compañeros (varones), incluso de “este lado”, tienen una reacción de “no se victimicen, bánquense la crítica, ni cabida, no sé qué”.

—De nuevo, se los toma para el chiste…

Creo que no notan que no sólo es una cuestión de género que estamos levantando, sino que es una cuestión que está totalmente cruzada con la degradación política. Que el debate de ideas se lleva a tal superficialidad en la que solo se trata de propagar la mayor cantidad posible de fake-news. Ir corriendo el límite de la violencia hasta una naturalización de ciertos métodos que son muy agresivos. Y, además, con una dinámica de festejo por parte de quienes propagan esta violencia. Cada vez que hacen una cosa de estas características, cagarse de risa. De amenazas de muerte y cosas así. A mí me parece que posta puede ponerse muy pesado. El otro día hablaba sobre eso. ¿Por qué no van a agarrarte y a hacerte algo en la calle para ponerlo en algún lugar y ver si se lo festejan? Y que se lo festejen y que así se vaya corriendo el límite cada vez más. Y no sólo en lo político, porque ellos un poco que evaden la discusión de núcleo; sino también en relación a…bueno, al derecho a la integridad física, psicológica, yo qué se. Terminan machacando sobre la posibilidad de que estas nuevas representaciones que trae, sobre todo, el movimiento feminista, tengan un desarrollo.

Foto: Bárbara Leiva.

—Los ataques hacia tu persona son de todo tipo, pero en particular cuando entrás a Google y escribís “Ofelia Fernández”, lo primero que sale es Ofelia Fernández “sueldo”. ¿Qué creés que hay detrás de la elección de ese tema para atacarte?

—Yo creo que lo del sueldo es una excusa. No te pueden nombrar, no te digo media legislatura, seis legisladores. No saben, no saben quiénes están ahí, no les preocupa. Y el ensañamiento particular conmigo no habla de que les preocupa mi idoneidad, sino que habla de encontrar una excusa para no discutir política conmigo; no discutir mis proyectos, no discutir mis iniciativas. Incluso cuando yo dono dos tercios de mi salario todos los meses. Es decir, se agarran de un factor que ni siquiera es cierto. Creo que es una excusa para inhabilitarme de los debates políticos en serio. Yo estoy hablando de algo y la respuesta es “el sueldo”, sea lo que sea que esté diciendo. Porque juegan con una fibra que, creo que yo, no la despreciaría. Está claramente muy sesgada toda la campaña de los sueldos, porque en realidad les molestan los sueños…los sueldos, perdón. Los sueños también. Pero digo los sueldos de nuestros diputados, además. Esteban Bullrich que cobre lo que quiera. Es importante que la clase política en su conjunto se permita entender que lo impulsarán sectores muy ultras, pero que es una fibra que la sociedad tiene también.

—¿Decís que por algo es con lo que más perseveran?

—Sí, porque creo que efectivamente es un momento difícil. Y la sociedad, genuinamente, espera que tengamos menos distancia con la situación promedio de los trabajadores y las trabajadoras. Pero, a la vez, yo no lo digo mucho porque quienes hoy están acumulando con esa línea lo hacen para subestimar y deslegitimar la política como herramienta en sí. Entonces en algún momento quizá lo enuncié más, pero ahora no lo hago tanto porque tengo miedo de que termine siéndole funcional a algo que no tiene que ver con acercar las instituciones a la gente sino, por el contrario, alejarlas más todavía y generar ese descreimiento que yo no creo que sea justo. Que además está acompañado del “ganás esto por no hacer nada” y eso es falso. Eso es falso en mi caso y en el de todos mis compañeros y mis compañeras. Entonces ahí también me parece que hay una mala leche particular que no está buena. Lo dijo Alberto en su momento, trabajamos muchísimo.

—Con lo de la policía del otro día; con la capacidad de movilización de la derecha argentina desde aquella “marcha del millón”; con Brasil, Ecuador y Bolivia surge la pregunta de si no es hora de reforzar ese valor que dice “nunca más” en Argentina. ¿Nos creemos inmunes?

—Sí, yo re creo en eso. Me parece interesante analizar cómo, además, siempre están intentando adjudicarse el valor democrático a ellos mismos. Incluso en declaraciones y en afirmaciones muy antidemocráticas. Empezaron con “infectadura”, con este circo que hacen cada vez que sesiona el Congreso de la Nación o con el tema de la coparticipación y la anticonstitucionalidad…hay un patrón desde principio de año, incluso antes de la cuarentena. Me acuerdo cuando pasó lo de Scioli, que todavía no había sido designado como embajador y, de vuelta, era “golpe de Estado K” la tendencia que armaban. Es importante que nuestro campo se ponga a discutir cómo profundizamos y complejizamos nuestra propia noción de democracia y cómo podemos volver a traerla para acá. Pero hacerla mejor y más fuerte. Recuperar algunos debates que no podemos dar por saldados. Creo que es muy urgente ponerse eso en la cabeza. Y particularmente creo que nuestra generación tiene que darse ese debate, porque tenemos muy poca experiencia en que se desafíe ese mandato. No sólo crecimos en democracia, sino en la mejor forma de democracia. En una democracia de ampliación de derechos en la cual la perspectiva de futuro permitía discusiones súper matizadas y específicas. Y con el complemento de que nos hayan cedido herramientas para nuestra participación política, como la Ley de Centros de Estudiantes, por ejemplo, o como poner a la par debates nuestros con los del resto de la ciudadanía, como pasó con la Ley del voto a los 16.

—A pesar de la vivencia del gobierno de Macri…

—A pesar de que hayamos visto a Macri. Eso fue un cachetazo de la construcción de una experiencia con una orientación política muy diferente, pero en muchos aspectos -en otros sí- no llegó a cumplir las características para que refresquemos ese debate. Creo que ahora es un gran momento para refrescar ese debate en relación a la reivindicación democrática y más profunda. Y suena medio cliché, pero yo creo profundamente en eso. Ni siquiera hay que inventar la pólvora. Hay que ver cómo podemos hacer una nueva ola de bancada y apoyo a los grandes movimientos de la Argentina que son, para mí, la construcción democrática más interesante.

—¿Por dónde pasaría esa reivindicación democrática más profunda?

—Yo lo enumero así: democracia para las madres y abuelas de Plaza de Mayo es la lucha contra el terror total, ayer y hoy; democracia para los movimientos feministas es discutir en sus encuentros y movilizaciones la pelea contra el terror patriarcal, si se quiere; democracia para las comunidades educativas, principalmente estudiantil, es discutir en sus asambleas una universidad y una escuela diferente, y cómo hacer de esas herramientas el canal para la construcción de un sujeto critico que sea parte de las transformaciones que lleva adelante el pueblo en su conjunto; democracia para los trabajadores es organizarse en sindicatos y pelear por condiciones de trabajo dignas; democracia para los sectores populares son asambleas de vecinos y vecinas, las organizaciones sociales que generan respuestas donde el Estado no llega y la organización para que el Estado llegue. Y así podemos seguir nombrando. Si podemos hacer que la vocería de una agenda programática profunda vuelva -en muchos casos sigue estando- pero repito, cuando hagamos una nueva ola para el reconocimiento de estos sujetos, creo que ahí vamos a encontrar una democracia un poco más fuerte. Y no es casualidad que estos movimientos de derecha suelan atacar de manera personalizada las referencias de casi cualquiera de las cosas que nombré.

Foto: Prensa Ofelia Fernández.

—Me vino a la cabeza el discurso de asunción del 10 de diciembre en Plaza de Mayo, en el que Cristina le dijo a Alberto que “confíe siempre en su pueblo”, que “si lo convoca, siempre va a estar”. ¿Hay algo que falla en la manera en que está gobernando y ejecutando las decisiones Alberto?

—Yo creo que no necesariamente. Lo que sí puede ser es que la impronta del gobierno no esté estrictamente ligada a todos esos movimientos. Aunque depende el caso, qué área de gestión estés mirando. Lo que pienso, por fuera de si eso es así o no es así, es que las voluntades políticas de los que toman las definiciones no alcanzan. También se trata de la audacia de quienes pueden imponer las discusiones. Y hoy el hecho de que no podamos movilizar, junto al miedo de que movilizar o redoblar la apuesta sea ruptura -cuando para mí no lo es-, favorece una cierta tendencia a la obsecuencia. Que también, por un lado, tiene sentido porque hay fragilidad. Hay cierta situación de fragilidad en la correlación de fuerzas y entonces nadie quiere jugar y empujar de más con eso. Pero creo gestionar en ese sentido, con mayor radicalidad, puede ser mucho mejor para el gobierno. No debe tener que ver sólo con una falta de voluntad. También debe tener que ver con cómo nosotros encontramos dispositivos para darle espalda. Porque para tomar ciertas definiciones se necesita más que a Alberto declarándolas. Por la capacidad de reacción que están teniendo ellos.

—Hay otra frase de Alberto en la campaña, especialmente dedicada a la juventud. Pidió que, si veían que se estaba equivocando, salieran a la calle a hacérselo notar. ¿Esperás que existan las condiciones para poder salir a la calle?  

—Sí, yo lo espero. Yo lo espero. Esa frase la cité muchísimas veces porque me gustó mucho escucharlo decir eso. Pero, sobre todo, hay algo que dijo ahí que yo siempre remarco. Él dijo “si yo me corro de mis promesas…”, pero también dijo “o de sus expectativas…”, háganmelo saber. Y ahí está lo interesante para mí. Creo que hay mucho que no tiene que ver solamente con errores, u omisiones. La jerarquización de esas políticas tiene que nacer, también, en función de que nosotros podamos darles fuerza en las calles y en los espacios de militancia. Entonces ahí creo que sí, le va a hacer muy bien al gobierno que podamos demostrar eso.

—¿Se está corriendo de tus expectativas?

—Depende en qué plano y en qué expectativas, pero en relación a las agendas de la juventud le falta. Bueno, en materia ambiental está claro. Yo no sé mucho, no soy una especialista del tema. A lo que me dedico es a hablar con la mayor frecuencia posible con la gente que sabe, que para mí son, principalmente, el MTE Rural para los problemas ambientales más del sector rural; cartoneros, cartoneras y promotoras ambientales para el ambientalismo más urbano; y, por otro lado, Jóvenes por el Clima. En esas discusiones, sobre todo el caso de Jóvenes por el Clima, vienen laburando bien con el Ministerio de Ambiente. Tienen una buena vocación, si se quiere, pero si el Gobierno Nacional en su conjunto no les otorga el peso y la prioridad a esas reivindicaciones, no va a cambiar la cosa.

—¿Falta un cambio de chip?

—Sí, pero porque también, lo que pasa con agendas que son tan novedosas, es que piensan que no hay costo por no tomarlas radicalmente. Y lo que debemos demostrar hoy es que lo hay. Hay un costo ambiental, por ejemplo, pero también hay un costo político en eso. Creo que ahí hay un error. Que nuestro bloque en la Cámara de Diputados no esté impulsando…o sea, está Leo Grosso que le está re metiendo…pero que no crea que es urgente votar una Ley de Humedales y una Ley de Bosques me parece que es un error. Ahí efectivamente se están equivocando y estaría muy bueno que podamos impulsar movilizaciones para contrarrestarlo. Pero de vuelta, está este contexto.

—El aborto también es un tema que se pospuso…

—Bueno, lo mismo. Es un tema que se lo siga pateando y que siga siendo algo tan incierto. Alberto dice que va a ser este año, pero no se sabe. Y así con otros temas. En lo social también hay cosas que están mucho más lentas de lo que deberían estar. Ya te lo dijo Juan (Grabois) en otra entrevista. Pero ahora, por ejemplo, está todo el tema de la toma de tierras. Que no esté el Ministerio de Vivienda a pleno otorgando la posibilidad de que las familias tengan, al menos, un pedazo de tierra para construirse su casa cuando ya hay un presupuesto asignado para la política habitacional de esa gente, es un poco indignante. Pero después hay otros debates en los que sí se va avanzando y nos hace seguir creyendo que este es el marco. Sin ir más lejos, la manera de manejar la pandemia en sí misma. Creo que hay una perspectiva de salud que es muy importante y que no es obvia en la región. Pero además una mirada de contención socioeconómica que para mí es fundamental, con herramientas ya establecidas como la IFE o la ATP. Medidas que entienden al cuidado de la economía no como la protección desmedida de quienes tienen excedentes permanentes, sino con el foco puesto en las grandes mayorías. O confrontar, por ejemplo, con un sector de la acumulación desmedida con la iniciativa del impuesto a las grandes fortunas, que todavía no se hizo de hecho, pero confío en que sí se va a hacer. Creo que ese sí es el camino.

Foto: Prensa Ofelia Fernández.

—Vayamos a la Ciudad un segundo. Ya hablamos del ala más “dura” que intenta representar un sector del macrismo. Pero Larreta, como representante hoy en día del ala más “light”, ¿te preocupa que se lo descuide y se termine alimentando su crecimiento?

 —Yo creo que es importantísimo dar esa pelea y no subestimarlo. El otro día hizo una conferencia de prensa con 36 puntos de rating en total, que no es poca gente mirándolo. Y yo, además, que conozco el fino de lo que pasa en la Ciudad, no tengo razones para quererlo. Me esfuerzo mucho para que se me ocurran y no. Obvio, lo comparás con Patricia Bullrich y decís “es un poco mejor”. Pero bueno, ¿cuál es el parámetro? No importa. En última instancia ella sigue siendo la presidenta del partido al que él (Larreta) pertenece. A veces hacen la ficción mediática de que hay tensión y demás, pero andá a chequearlo. Como ahora con lo de la coparticipación. Que ni siquiera es una cosa sacada de la galera, es algo que se viene discutiendo desde diciembre, que se puso en discusión en la campaña y que viene a devolver lo que regaló de más Mauricio, ¡y por un decreto! Entonces ya el caprichito es un poco ficcional. Que salgan a llorar diciendo que necesitan los recursos porque hay pandemia, cuando no impulsaron ninguna medida de contención para el sector productivo y los comercios en la Ciudad como una IFE porteña, o una ATP porteña, por ejemplo, descansando en las medidas nacionales, es un poco hipócrita.

—Cristina es de las pocas que, vía Twitter, directa o indirectamente, habla de él…

—Sí, es una caricia cada vez que ella habla de esos temas, porque el nivel de blindaje es insoportable. En la Legislatura da mucha impotencia que el trabajo que hacemos no lo podamos masificar por ningún lado. Incluso yo o Leandro (Santoro) que tenemos más exposición, es difícil igual. Son temas que se pasa la página. Y en eso sí, creo que lo que hace Cristina es muy importante porque nos da un empujón para poder mostrar lo que pasa en la Ciudad. La falta de voluntad, por dar otros ejemplos, con la otra discusión fuerte que hubo recientemente en materia educativa para dotar de dispositivos y conectividad a los pibes y a las pibas. O la contención de la pandemia en los barrios populares, donde no tuvieron un protocolo sanitario hasta pasados meses y meses, luego de que hayan implosionado los casos de la Villa 31 por una urbanización mal hecha. Y así podemos seguir nombrando.

—¿Hay alguna diferencia entre la gestión de Larreta y la que tuvo Macri?

—Es el mismo modelo de Macri, pero con más macetas y luz. Entonces se verá un poco más lindo, pero es lo mismo. No iguala, ajusta y responde a los intereses corporativos, a los sectores concentrados que hay en la Ciudad, que son el sector inmobiliario, principalmente, y los Bancos. O, por ejemplo, sacaron en la Legislatura una Ley de alivio fiscal para las grandes empresas gastronómicas. Es decir, para McDonald’s, por ejemplo. Literalmente se le alivia impuestos a multinacionales que no tienen ningún problema y aparte han recortado sueldos a la mitad. Gente a la que yo no elegiría ayudar primero, teniendo en cuenta que hay bares y centros culturales cerrando todos los días en la Ciudad.

—Dijiste a fines del año pasado: “En el PJ me miraban raro porque no tengo pija ni experiencia”. ¿Cómo te miran en la legislatura? ¿Cómo está siendo esa experiencia?

—Uh, esa frase. Cuántos problemas me causó. Incluso, yo no quería atacarlos. Quería decir que…era muy raro lo que estaba pasando. Era raro para gente mucho más grande que yo estar ahí, en el mismo cierre de listas; era raro para mí. Pero sin embargo ahí estaba, firmando. Y ahí también está la voluntad de ellos. Entonces también era como una forma de valorarlos. Como que, a pesar de que era algo súper nuevo y una apuesta súper fuerte, la hicieron. Y hoy en la Legislatura siento eso, la verdad que estoy muy contenta con cómo llevamos adelante todo. En el bloque, claro. Ellos saben que yo respondo a ejes y agendas que, tal vez, no son las más presentes en algunos de los demás, pero tenemos una mirada muy de complementarnos. Yo aprendo mucho escuchando a compañeros y compañeras de mucha trayectoria, o de una mirada más “clásica” y, por lo que me transmiten, les gusta mucho escucharme a mí, en mi tono más “picante” o irreverente. Es lindo lo que se armó, yo estoy muy contenta con el bloque de la Legislatura. Igual sí, se da un fenómeno de que cuando hablo yo se genera como un silencio particular, porque no saben con qué voy a salir. En el caso del bloque, un silencio muy de apoyo. Los otros muy de…confusión.

Fecha de publicación:
Santiago Oroz

Periodista. Editor en Revista Oleada. Tengo una cámara y un grabador, pero mi mayor virtud es siempre tener mate.