A 5 años de un 3 de junio que cambió la historia reflexionamos sobre la actualidad y el futuro del movimiento de mujeres y disidencias. ¿Cómo nos golpea la pandemia a las mujeres y disidencias? ¿Cómo construir la "nueva normalidad"?
Hace cinco años, con el primer Ni Una Menos iniciaba un proceso de resistencia en Argentina en el que logramos poner en evidencia la violencia machista y empezamos a romper una estructura que durante siglos intentó justificarla. En diciembre de 2015 asumió el gobierno neoliberal de Cambiemos y desde entonces atravesamos un período muy duro para nuestro pueblo y en especial para las mujeres, lesbianas, trans y travestis.
Esta vez no podremos darle una continuidad a las marchas masivas que inauguramos en 2015 y es importante reflexionar acerca de la importancia que tuvo el rol del movimiento feminista para pararles la mano a los saqueadores y profetas de la meritocracia. Así como el feminismo en nuestro país tiene una larga historia y la masividad lograda tiene una estrecha relación con ella, el fin del modelo de Estado neoliberal también se explica por el proceso del que fuimos protagonistas.
Sin nuestro gran y diverso movimiento, aún con sus diferencias, no hubiera sido posible poner en tensión al sistema político (el debate por la legalización del aborto es un claro ejemplo) ni lograr un nuevo gobierno que reconoce nuestras exigencias proponiendo un Estado presente y con políticas públicas en ese sentido. No hubiera sido posible recuperar el Ministerio de Salud ni generar por primera vez la existencia del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad.
Sin embargo, si algo tenemos que remarcar en este contexto de pandemia mundial es que, las desigualdades sociales, económicas y de género que para nosotres siempre fueron una urgencia, hoy son el gran indicador que justifica por qué este mundo no puede ni podrá seguir girando de la misma manera que antes. Necesitamos transformar lo necesario para que la “nueva normalidad” no esté basada solo en las costumbres que estamos adquiriendo en términos sanitarios sino también -y sobre todo- en alcanzar mayores niveles de justicia social.
¿Cuál es la situación de las mujeres y disidencias?
El aislamiento social preventivo y obligatorio agudiza una serie de problemas que las mujeres y disidencias venimos atravesando hace mucho y que dan cuenta de los derechos que aún debemos conquistar. Según el Observatorio Nacional de Violencia contra las Mujeres, en nuestro país, dentro de la población que se dedica al trabajo no remunerado en tareas de cuidado el 92% son mujeres y sólo el 8% restante son varones.
Además, tal como indica el informe de abril de este año del Observatorio de Géneros y Políticas Públicas, quienes se dedican a estas tareas de cuidado mayormente tienen trabajos fuera del hogar que resultan ser más inestables, más precarios y sin derechos laborales (porque son justamente los que permiten sostener ambas actividades). Las mujeres y femineidades también representan al 98% de la población que integra los trabajos informales (como el trabajo doméstico) y esto a la vez se vincula con su pertenencia a los sectores más vulnerados.
En el ámbito formal también se da esta división sexual del trabajo: en la docencia, la sanidad y el trabajo doméstico el porcentaje de varones es del 5% y el de mujeres asciende al 34%: «En el sector de la salud en Argentina, las mujeres representan el 71% de lxs trabajadores registradxs, valor que se encuentra muy por encima del resto de la economía, donde apenas representan el 40%. Asimismo la actividad concentra alrededor del 8% del empleo femenino de todo el país, mientras que para los trabajadores varones solo significa el 3% -según datos de 2013-«)
La mayoría de los hogares con una sola persona a cargo son mono-marentales (y no mono-parentales como se suele decir) y quienes tienen un peor pasar son les que viven en viviendas precarias en asentamientos o en los alrededores, con múltiples responsabilidades y poca o ninguna ayuda económica. Muches además se hacen cargo de los merenderos y comedores que durante la cuarentena han aumentado su demanda bruscamente.
En esta pandemia no sólo se agudizan las tareas de cuidado donde las mujeres y disidencias son les que cuidan de personas con discapacidades, con enfermedades, niñes, adultes mayores y además ocupan lugares de trabajo con una mayor exposición al virus. También se vuelve imperioso buscar nuevas herramientas y reajustar redes a este contexto para abordar las diferentes formas de violencia machista: prevenir y disminuir la enorme cantidad de femicidios, travesticidios y transfemicidios (que sigue siendo una de nuestras mayores urgencias a lo largo y ancho del país).
En 2018 el Registro Único de Casos de Violencia contra las Mujeres publicó un primer informe con datos desde 2013. Allí se habla de los casos de violencia de los cuales se obtuvo mayor información (el 67% del total) y se destaca que el 97% de ellos fue ejercido en el ámbito doméstico, por parte de algún familiar. A su vez, el 43÷ de las denuncias fue contra parejas y el 39÷, contra ex parejas.
El feminismo hace tiempo que plantea la necesidad de invertir recursos para que las mujeres y disidencias puedan elegir dejar de vivir con un violento sin que eso signifique someterse elles y sus hijes a una mayor pobreza y sobrecarga. También que hace falta que las instituciones como las fuerzas de seguridad y la justicia accionen con perspectiva de género y con una profunda comprensión de las realidades. Todos estos porcentajes mencionados dan cuenta aún más del peligro que representa en muchos casos el necesario aislamiento social.
¿Hacia dónde dirigirnos y qué propone este nuevo 3J?
Les feministas nos asumimos como responsables de los cambios que debemos seguir generando. El haber logrado un nuevo gobierno popular que tiene la mirada puesta en priorizar la salud y la vida antes que el bolsillo de las corporaciones y empresarios millonarios, es sin dudas una llave para seguir ese camino.
Las medidas para paliar los efectos económicos de la crisis, como la IFE, los créditos a tasa cero, la Asignación Universal por Hijo, etc., son indispensables. Pero a su vez es preciso promover la creación de un salario universal para quienes se abocan a las tareas de cuidado: estas constituyen una forma de trabajo productivo que debe ser reconocido como tal.
También es necesario un mejor acceso a la vivienda digna y a los servicios básicos para mujeres, lesbianas, travestis y transexuales. Nuestro sistema de salud debe garantizar profesionales con formación en géneros, la Interrupción Legal del Embarazo y el Parto Respetado. También urgen recursos para revertir la precariedad de la vida de las trabajadoras sexuales y del colectivo travesti-trans, y de las personas con discapacidad. Y, por supuesto, se debe reforzar y mejorar la aplicación de la Educación Sexual Integral para trabajar la prevención de la violencia machista con nuestras infancias y adolescencias.
Esta, como tantas crisis, no puede ser enfrentada desde el esfuerzo de una mayoría social que durante los últimos cuatro años se empobreció mientras un 1% se dedicó a fugar capitales al exterior vaciando nuestro país y nuestros derechos elementales. Éstos últimos, que se beneficiaron con el endeudamiento externo de 86.000 millones de dólares entre 2016 y 2019 (mientras el nivel de pobreza alcanzó el 40.8%, el desempleo y la indigencia superaron el 8%) son los que hoy promueven el «levantamiento de la cuarentena», «la liberación de la economía» o «el respeto a las libertades» a costa de descuidar la integridad de les que menos tienen.
Este no es el Ni Una Menos que imaginábamos un tiempo atrás, con el encuentro en las calles, las mateadas y diferentes actividades que solemos desarrollar. Pero aún está vigente nuestra capacidad de crear lazos comunitarios para estar donde más se necesite, de incidir y generar propuestas para que un día “lo normal” sea el bienestar de todes. Si la deuda es con nosotres, es el momento de avanzar hacia ahí.
Madre, feminista, comunicadora social y habitante del conurbano.