Ahora los hijos de la generación diezmada

Por una candidatura nacional-popular

Por Juan «Chipi» Montaña
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En las elecciones se pondrán en juego proyectos históricos. Un alegato para que el FDT esté encabezado por un verdadero representante nacional-popular.

Este año, el proceso electoral en nuestro país debe traer consigo una verdadera disputa de proyectos políticos antagónicos. Más allá de la delimitación del movimiento popular argentino para referirse a la disputa histórica entre los bloques Patria-Antipatria, desde principios del siglo XX hasta la actualidad conviven tres proyectos históricos que disputan el destino de nuestro país.

Comprendiendo los cambios a lo largo del tiempo, tanto en la composición social como en las fracciones que los representen, podemos identificar estos proyectos en sus distintas etapas. Por un lado existe el proyecto histórico liberal, que a partir de los años 90 comenzó a expresarse bajo la forma de propuesta de globalización neoliberal y que, básicamente, representa el proyecto de los sectores dominantes de nuestro país (libre mercado – división internacional del trabajo – individualismo). Este proyecto se instaló en la Argentina desde 1880 hasta la irrupción del peronismo, luego a través de dictaduras militares (en 1955 y 1976) hasta que, por primera vez, en 2015 llegó al poder democráticamente.

A este proyecto de la clase dominante se le opone el proyecto del nacionalismo popular con el surgimiento del peronismo el 17 de octubre de 1945, que representó los intereses del pueblo argentino. Las tres principales premisas que ordenaban este proyecto eran la soberanía política, la independencia económica y la justicia social (industrialismo – distribución de la riqueza- movilidad social ascendente). Este proyecto estuvo representado en dos ocasiones por la llegada al gobierno del general Perón (en 1946 y 1973), y luego por Néstor y Cristina (de 2003 a 2015). Tal como explican Itai Hagman y Ulises Bosia, en el medio de estos dos proyectos antagónicos existe -hasta la actualidad- el proyecto “desarrollista”, que se diferencia del nacionalismo popular en tanto propone una industrialización limitada, sin centrarse en el ascenso social de la clase trabajadora, ni en la distribución de la riqueza. Este proyecto político y económico representa otro sector de la clase dominante argentina, y estuvo por momentos en el poder en alianza con sectores liberales: en la «revolución fusiladora» (1955) o durante la proscripción del peronismo representado directamente por Frondizi (1958). Por último, en otros momentos fue parte del bloque patriótico peronista (por ejemplo acompañó de 2003 a 2008 hasta la famosa «125», e incluso algunos sectores hasta 2013), y de 2019 a 2023 en la coalición del Frente de Todos. 

No corramos el riesgo de que el proyecto nacional y popular sea un culto a la nostalgia

Luego de que Cristina sea muy clara en expresar la imposibilidad de presentarse como representante del proyecto nacional y popular, la discusión se centra en que lo que se juega en estas elecciones no es solo una cuestión de nombres propios, sino qué proyecto representan los frentes políticos. El proyecto nacional y popular -expresión mayoritaria del Frente de Todos-, corre riesgo de quedar subsumido por una propuesta desarrollista nuevamente y, por lo tanto, relegado de cara a la sociedad. Tanto en 2015 como en 2019, por distintos motivos, la conducción de la propuesta electoral estuvo encabezada por candidatos «desarrollistas», «moderados», o como les guste a cada uno nombrar,  pero no eran una expresión de continuidad para profundizar el proyecto nacional y popular. En 2015 con Scioli como candidato no alcanzó para ganar por más que “el candidato era el proyecto”, y en 2019 con Alberto Fernández alcanzó para ganar electoralmente pero quedaron demostradas las dificultades que tuvimos para que, aun siendo la fuerza mayoritaria de la coalición, las posiciones del proyecto nacional y popular se impongan en las discusiones centrales de nuestro país. 

No podemos caer en la trampa de que la hegemonía política del proyecto popular se logra en la moderación y cediendo a discursos y posiciones más identificadas con la oposición, sino que se logra cuando las posiciones políticas y de conquista de derechos logran la identificación del pueblo con ese proyecto que se impone en la realidad. Vale recordar que luego del conflicto con el «campo» en 2008 se produjo el primer quiebre del FPV por parte de sectores del proyecto desarrollista y la posición política de Cristina en ese momento fue profundizar a través del avance de derechos y la recuperación de recursos estratégicos a manos del Estado. Luego de esa decisión política se obtuvo una victoria electoral del 54% de los votos. Posteriormente se produjo la elección de 2015, donde la representación política fue liderada por Daniel Scioli que no representaba una continuidad de ese proyecto. Con el neoliberalismo en el poder, en las elecciones legislativas de 2017 Cristina conformó Unidad Ciudadana y rompió el intento de las clases dominantes por construir un bipartidismo conservador entre la derecha neoliberal que expresaba Mauricio Macri como presidente de ese entonces y Sergio Massa como expresión neo-desarrollista de oposición “racional y moderada”, quedando el proyecto nacional y popular como la alternativa política antagónica al proyecto neoliberal. Por último, en la elección de 2019 se conformó una coalición política donde el proyecto nacional y popular volvió a ceder la conducción a un candidato moderado y desarrollista que solo alcanzó para una victoria electoral.

En este sentido, no podemos volver a ofrecer una propuesta política que no represente el proyecto nacional y popular, ya que se corren dos riesgos. Por un lado un alejamiento con nuestro pueblo al no ofrecerle una propuesta que represente sus intereses en un proyecto de transformación social. Un nuevo acompañamiento a un candidato que no sea nuestro lo puede entender un sector de la militancia, pero que el campo popular proponga un candidato que no representa nuestro proyecto, no genera otra cosa que un distanciamiento con sus demandas y posibilidades de creer en que nuestro proyecto sigue vivo y es una opción política para la transformación de la país y el mejoramiento de las condiciones de vida. Por otro lado, implicaría la consolidación de que nuestro proyecto político «no alcanza para ganar» aun siendo la fuerza mayoritaria de la coalición, cuando la realidad demuestra lo contrario: se ganaron tres elecciones en los últimos tiempos que nos permitieron profundizar el proceso, las últimas dos en 2007 y 2011 por varios puntos de ventaja. 

Las preguntas que nos debemos hacer son: ¿qué va a quedar de ese imaginario social en nuestro pueblo si por tercera vez le proponemos un candidato que encabece el proyecto nacional y popular sin representarlo realmente? ¿Hay posibilidades de condicionar a un nuevo presidente desarrollista sin Cristina en cargos públicos?

Está claro que la mejor opción para resolver esto sería una candidatura de CFK. No hay dudas de eso. Esa es la verdadera respuesta que podríamos encontrar para ofrecerle a nuestro pueblo, porque aún queda viva la memoria de esa década donde se vivió mejor, donde se adquirieron derechos, donde recuperamos la soberanía y dignidad como país. Pero debemos caer en la realidad. Ella misma dijo que no le permiten presentarse, y que si lo hace pondría en riesgo la democracia y la posibilidad del peronismo de seguir en la disputa de torcer el rumbo del país. 

Que tomen la posta los hijos de la generación diezmada

Ante esta situación de proscripción de la principal líder que tiene el proyecto nacional y popular, debemos agarrar el bastón de mariscal como ella nos indicó y representar la continuidad del proceso político que enamoró a varias generaciones. Cristina, con esta propuesta, tiene la posibilidad de ser la primera líder latinoamericana en generar un trasvasamiento generacional del proyecto político regional que abrió a principios del siglo XX el camino para pensar una patria grande, libre y soberana. Al mismo tiempo, en sus últimos discursos hace mucho hincapié en discutir un programa, poner en el centro la discusión sobre la administración de los recursos naturales que tiene nuestro país y rediscutir la negociación de la deuda con el FMI. Todas estos mensajes no pueden tener como correlato político hacia una propuesta electoral el acompañamiento orgánico del campo popular a Sergio Massa, Daniel Scioli o un representante del proyecto político neodesarrollista. 

Debemos ser capaces de proponerle a nuestro pueblo un proyecto político que lo enamore y un candidato que lo exprese, volver a demostrar que los días más felices fueron con gobiernos populares con, la recuperación del poder adquisitivo y la participación en las ganancias del producto bruto, la industrialización del país, la integración latinoamericana, la administración de los recursos naturales de forma soberana, la democratización de los medios de comunicación y la justicia. Al mismo tiempo, incorporar nuevas demandas de nuestro pueblo como es la integración de barrios populares, la posibilidad de las nuevas generaciones de tener una casa propia, la obtencion de derechos laboralespara  los trabajadores de la economía popular, la necesidad de pensar y vivir en un país que cuide la casa común y los recursos naturales, y muchas demandas más.

Para las generaciones que nos involucramos en política gracias a un proyecto que nos enamoró y nos llevó a poner nuestra vida a disposición de la lucha de nuestro pueblo, para que quienes hace más de ocho años la vienen pasando mal vuelvan a tener esperanza, para redimir a los trabajadores sin derechos y con derechos que cada vez están más alejados de vivir dignamente, para la juventud que sueña con quedarse en un país donde pueda progresar y vivir bien, por todo eso y más necesitamos tener un candidato que represente el proyecto nacional y popular. No podemos resignarnos al posibilismo de solo administrar la crisis política que nuestra generación no generó. Tenemos que tener la valentía para transformar esta situación. Cristina ya nos abrió el camino y nos enseñó a caminar. Existen grandes compañeros que pueden ocupar este rol: Juan Grabois, Wado de Pedro, Axel Kicillof, Máximo Kirchner entre otros. Hay que acompañar a esos compañeros y que seamos lxs hijxs de la generación diezmada los que logremos transformar por completo la realidad y liberar la patria.

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Etiquetas: Argentina, Populismos
Juan «Chipi» Montaña

Un militante político. Enamorado de la potencia que tiene la contradicción. Peronista del Papa Francisco. Hincha de Banfield, Riquelmista y Maradoniano.