El orden que propone Sinceramente

Por Lucas Villasenin
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La publicación del libro de Cristina Kirchner pone a la idea de orden como el eje articulador de su propuesta política. ¿En qué consiste este nuevo orden? ¿Cómo lograrlo?

El libro de Cristina se ha transformado rápidamente en el centro del debate político y mediático. Sin siquiera haberlo leído desde Clarín se miente deliberadamente sobre lo que allí está escrito. Consecuentemente, Fernando Iglesias lo toma como una parte más del «delirio nacional y popular».

Otros como Ernesto Tenembaum destacan a «una mujer enojada y ofendida» y se indignan por temas ausentes en las 594 páginas del libro. Majul incluso sostiene que ella no lo escribió y que lo «decepcionó» porque no hay «ninguna lógica estructural» en su redacción.

En todos estos los casos se plantea la idea de un libro a imagen y semejanza del relato político antikirchnerista de una Cristina confrontativa en busca de venganza. Pero, ¿Cuál es el planteo político actual que deja el libro? ¿Qué propone hoy su autora? Veamos.

Cristina se presenta

¿Será o no candidata a presidenta en 2019? Es la pregunta de coyuntura más importante de nuestros días. Es curioso que entre los comentadores antikirchneristas uno de los momentos menos resaltados sea aquél en el cual deja una pista clara.

En el capitulo 6 sobre su segundo mandato, comienza explicando por qué fue candidata en 2011. Destaca tres razones: por considerar qué es lo que Néstor hubiera hecho en su lugar, por el mensaje de «fuerza Cristina» que le transmitía la gente y por el sentido de «la responsabilidad política, histórica y personal» que siempre asumió.

La coyuntura de 2019, muy distinta a la de aquel entonces, muestra bajo esa argumentación que hoy sería aún mayor la necesidad de su candidatura. El mensaje de «fuerza Cristina» ante los ataques mediático-judiciales están más vigentes que nunca y la responsabilidad de ser la opositora con más intención de voto es una evidencia de todas las encuestas. Solo restaría especular con lo que ella considere que Néstor haría. Más que nunca sería una irresponsabilidad política que no sea candidata a presidenta bajo la articulación de la concepción del mundo que expresa en su libro.

También es un dato relevante señalar por qué en 2011 no anunció su candidatura con más tiempo de anticipación como ya hicieron presidentes reelectos (como Menem en 1995) o intenta hacer Macri actualmente. A pesar de que las encuestas mostraban una amplia ventaja -luego demostrada en las urnas- Cristina hizo pública su decisión de presentarse pocos días antes del vencimiento del plazo para inscribir candidaturas. En su libro lo destaca como parte de las lecciones políticas de su vida. Esperar hasta último momento es parte del aprendizaje de que en la política argentina todo puede cambiar rápidamente.

Semejante conducta también fue llevada adelante por Cristina en 2017 cuando decidió presentarse como candidata a senadora en la provincia de Buenos Aires.

Más que nunca sería una irresponsabilidad política que no sea candidata a presidenta bajo la articulación de la concepción del mundo que expresa en su libro.

Si la presentación del libro para muchos fue interpretada como una confirmación de que Cristina se presentará a elecciones. Ese antecedente destacado en el libro, acompañado por la explicación de por qué ella espera hasta último momento para definir candidaturas, tiende fortalecer la certeza de que se será candidata.

El capital político del orden

Las últimas cuatro palabras del libro son «así no va más», haciendo referencia al modelo neoliberal que impulsa el gobierno. No es casual tampoco que una de las primeras frases que se filtraron para difundir el libro fuera aquella que identifica directamente a Macri con el caos. Claramente es la continuidad discursiva de la idea de que el macrismo vino a desordenarle la vida a los argentinos y las argentinas como intentó instalar la campaña de Unidad Ciudadana en 2017.

Desde entonces las percepciones de inestabilidad se agudizaron. Los síntomas de que el macrismo es responsable de una crisis en la vida cotidiana son más evidentes. Actualmente Chiche Gelblung prefiere a Cristina antes que a Macri delante de un Jorge Lanata que asume que el plan económico de «los k» no es el problema. También Mirtha Legrand pide que el presidente haga cadenas nacionales para comunicar sus anuncios durante la crisis.

https://www.youtube.com/watch?v=H5iSFRvkofs&feature=youtu.be&t=1268

La idea de orden remite directamente a la de un «país normal» que explotó Néstor Kirchner desde su llegada al gobierno pos crisis del 2001. También juega con el slogan de ser «un país en serio», utilizada unos años después como slogan gubernamental. Podría decirse que en esas frases tenemos el «mito de gobierno» al que tanto apelaron quienes fueron alejándose del kirchnerismo durante los gobiernos de Cristina. Ahí están justamente Lavagna, Massa, Urtubey, etc.

Con la propuesta de orden Cristina intenta interpelar a quienes transformaron el triunfo electoral de 2011 (con el 54% de los votos) en las de derrotas de 2013, 2015 y 2017. De esta manera busca neutralizar adversarios políticos y retomar la iniciativa política en un momento clave.

Quien reconoce que la idea de orden es una de las más importantes que intenta transmitir Cristina es Martín Rodríguez en su artículo Orden queremos todos. Acertadamente señala que la estabilidad en Argentina se logró bajo la identidad peronista en el gobierno (el primer gobierno de Perón, con Menem y con Kirchner) y que es una excepcionalidad en la historia ante la falta de «una solución estructural».

El proyecto hegemónico liberal, elaborado entre los intelectuales orgánicos del macrismo, está cerca de tener certificado de defunción. Sus frustraciones ante la gestión del gobierno se proyectan en la frustración ante el país. La responsabilidad de la crisis no estaría en sus políticas sino en los argentinos -como expresa sistemáticamente el presidente-.

Además, es evidente la derrota política del proyecto hegemónico. Construir orden supone que tu adversario desafíe tu política bajo tus mismos códigos. Por dar un ejemplo: el menemismo triunfó como proyecto hegemónico cuando la alternativa a su proyecto no discutía la convertibilidad sino la transparencia de sus dirigentes como hizo la Alianza.

Una hegemonía liberal encabezada por el macrismo requiere un bipartidismo conservador que impida la posibilidad de que el «populismo» representado en el kirchnerismo retorne al gobierno. Así lo expresó hace un año Nicolás Massot, asumiendo que las tareas inconclusas del macrismo las iba a continuar el Partido Justicialista.

En 2019 el Partido Justicialista está lejos de asumir esa tarea. Massot es parte de los macristas en desgracia por pedir un diálogo con opositores que nunca llegó y a pesar de ser el jefe de la bancada oficialista en Diputados está en duda la renovación de su banca

Acercándonos a la definición electoral y sin la posibilidad de invocar a la fracasada «avenida del medio» entre un proyecto liberal y un proyecto nacional-popular la idea de orden se transforma en un capital político en disputa que Cristina supo identificar. Si una solución «estructural» es posible en Argentina lo será porque habrá un país «normal» y eso jamás se puede lograr con un gobierno que llama a vivir en la «incertidumbre» -como propone el macrismo-.

¿Tiene ideología el orden?

Martín Rodríguez señala que orden «no es una palabra de ´izquierda´, aún cuando ese orden sea justo». Si bien las categorías «izquierda» o «derecha» son insuficientes para pensar la historia argentina, sí es útil comprender que esas categorías en el mundo han mutado.

Actualmente la ultra-derecha en Europa o Estados Unidos convoca a romper el status quo y el pensador marxista más vigente en el siglo XXI es Antonio Gramsci -que en la Italia de Mussolini teorizó más sobre el orden que sobre la revolución-. De esta manera no debería sorprendernos que en Argentina la derecha neoliberal haya llegado al gobierno con la alianza Cambiemos y se pueda ir derrotada por quienes proponen un orden progresista.

El orden más que vincularse con una ideología es un estado de situación -al igual que la revolución-. Ningún orden se construye sin ideología pero todo orden conserva una articulación de viejos sedimentos ideológicos con otros, reunidos bajo una nueva lógica.

Cristina deja bien marcado qué significa orden al sostener que: «hay que volver a ordenar todo, pero no en el viejo orden, sino en algo nuevo, distinto y mejor que lo que tuvimos».

¿Qué de lo viejo se puede rastrear en el libro? Fundamentalmente keynesianismo económico con redistribución del ingreso, fortalecimiento de la industria nacional, crecimiento de la «economía real», inversión pública para salir de la recesión, etc.  La idea de orden en torno a un pasado a retomar va dirigida principalmente a los sectores económicos que rechazaron su figura y eligieron un camino que los destruyó: trabajadores con altos ingresos, grupos empresarios locales, comerciantes, PyME’ s, etc.

También es clara respecto a qué se haría respecto al FMI o a Vaca Muerta cuando reivindica el desendeudamiento o el acuerdo celebrado con Chevron durante su gestión. Estas operaciones apuestan a demostrar que en Argentina ya no debería gobernar «un grupo de tareas del poder financiero» pero sí uno que llegue a acuerdos con ese sector sin provocar más caos.

¿Y qué hay de novedoso en este «nuevo orden»? Está presente un balance de lo que faltó y resulta imprescindible para garantizar las mínimas condiciones democráticas en el país. Por esa razón se plantea la aplicación efectiva de la Ley de medios o la reforma y democratización del poder judicial. En ese balance hay tareas que aún parecen más complejas en este contexto como lo es profundizar proyectos concretos de integración regional.

Sin lugar a dudas lo más novedoso que tendría este nuevo orden -de acuerdo a lo resaltado en Sinceramente– sería el feminismo. La perspectiva de un feminismo popular se hace evidente cuando confronta con la manera en la que se ataca a su figura y no a otras mujeres como Vidal.

La apelación al feminismo recorre todo el libro no solo para explicar los ataques que sufre o para resignificar medidas de sus gestiones. También se asume esa perspectiva en la clave de «la revolución de las hijas» y el ejercicio del poder. Reconoce cambios generacionales que son fundacionales para pensar el futuro del país. Identifica el machismo en la gestión del poder que incluso roza a personajes como el Papa Francisco o Néstor Kirchner. Y apoya la feminización de la política haciendo referencia concreta a esa necesidad en el mundo sindical.

«Hay que volver a ordenar todo, pero no en el viejo orden, sino en algo nuevo, distinto y mejor que lo que tuvimos»

En términos de referencias políticas Cristina no se desentiende de la defensa de funcionarios y dirigentes detenidos como De Vido, Boudou o Milagro Sala. Así también reconoce que su vínculo con Juan Grabois comenzó por pedido del Papa Francisco para que responda a las demandas de la economía popular en los últimos meses de su gobierno.

Para Cristina no alcanza con la llamada «unidad nacional» entendida como unión de dirigentes. Según ella se necesita un «nuevo y verdadero contrato social con derechos pero también con obligaciones, cuantificables, verificables y sobre todo exigibles y cumplibles».

Desde esta perspectiva se asume que en Argentina las élites con su «grupo de tareas del poder financiero» han destrozado los consensos básicos respecto a un modelo de país sustentado en la justicia social y la independencia económica. Rompieron esos consensos ajustando, empobreciendo a la ciudadanía y recurriendo al FMI para dirigir la economía nacional. Lo hicieron sin haber presentado esas propuestas en ningún programa electoral.

Cristina señala que este orden «exigirá también la participación y el compromiso de la sociedad, no sólo en los grandes temas sino en la vida cotidiana». Esto constituye también un cambio cualitativo respecto a cómo se pensó históricamente el orden en Argentina. Ya no sería el orden «de la casa al trabajo y del trabajo a la casa» estereotipado en el peronismo, de la anti-política neoliberal del menemismo o del reflujo de la movilización social de los primeros años de Néstor.

En Sinceramente su autora asume que la posibilidad de un orden con este contenido solo es posible con una ciudadanía movilizada dispuesta a derrotar al bloque de poder financiero, judicial y mediático actualmente dominante.

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Etiquetas: Argentina, Populismos
Lucas Villasenin

De Mataderos vengo. Escribo sobre el mundo mientras lo transformamos. Estudié filosofía en la UBA. Integrante del Instituto Democracia.