Milei: el despertar de la esperanza y el riesgo de un movimiento popular de derecha

Por Magdalena Chirom
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Un candidato que genera tanta esperanza como miedo ¿Es posible un movimiento popular de derecha? ¿Se puede disputar la elección sin perder el horizonte estratégico?

“Yo creo que Milei es el que más certezas muestra, y lo que más necesitamos es tener fe en alguien” – Brian de 21 años, Los Hornos, PBA.

En los meses previos a las PASO, desde Disputar realizamos diversos estudios de opinión en los barrios populares y nos encontramos con una sorpresa: el electorado de Javier Milei no sólo tenía bronca, como se presume. Era casi el único que demostraba esperanza. “Fe”, de hecho, era la palabra más asociada a la figura del candidato libertario entre sus simpatizantes en mayo. El contraste con los seguidores de Cristina y Macri, que ya se percibían pesimistas y enojados, era (es) evidente. El único otro candidato que fue asociado a la idea de esperanza en los encuentros fue Juan Grabois, aunque su aparición espontánea fue más embrionaria.

Este dato nos debería permitir derribar el mito de que el voto a Milei es únicamente “voto bronca”. Si bien el elemento castigo existe ,después de tantos años de campañas negativas de un lado y del otro de la grieta, hay otro fenómeno que explica su crecimiento: el agotamiento emocional y el deseo de un futuro mejor. Javier Milei le ofrece a una sociedad cansada y empobrecida algo más que ser menos peor que el otro, ofrece un programa para “vivir bien”, para tener “libertad”. Le habla a quienes no dan más y les dice que todo va a estar bien. Y no sólo eso, los organiza.

Y aún más, plantea una utopía que solo se consigue dando la pelea desde un sujeto colectivo contra un enemigo común: la casta de “los políticos, los periodistas ensobrados, los empresarios prebendarios, los profesionales que laburan como sicarios de los políticos”. Es verdad que su propuesta se recuesta sobre el sentir individualista que ha crecido en las últimas décadas, y tal vez incluso se ha profundizado en la pandemia, pero la solución es colectiva y requiere que todos “despierten”. Paradójicamente Javier Milei es el único de los principales candidatos que convocó a la movilización popular para desafíar al poder, rol que históricamente ha asumido el peronismo y que la dirigencia política, por decisión o incapacidad, decidió dejar vacante. “Yo no me metí acá para guiar corderos, me metí para despertar leones”, afirma el libertario. 

Los riesgos de la estrategia del miedo

El desafío que tenemos va mucho más allá de cómo ganar las elecciones, que tal vez se resuelva (con suerte) con medidas distributivas y una campaña del miedo que concentre todos los votos «antimilei» en octubre y en un posible ballotage. Sin embargo, si toda la política se limita a pensar en el corto plazo corremos el riesgo de terminar de empujar a las millones de personas que se sintieron interpeladas por el líder libertario a un proceso de politización de derecha.

Las alternativas de ultraderecha tienen anticuerpos altos desarrollados contra las campañas negativas e incluso han sabido capitalizarlas a su favor. El ataque del “progresismo” los hace sentir fuertes, reafirma sus creencias y abroquela su base social. Desde su propia narrativa los ataques son de aquellos grupos privilegiados por el status quo que se resisten al cambio. Es decir, todos aquellos que no se autoperciban privilegiados, que se sientan víctimas de este sistema están invitados a sumarse a la batalla. Esto se vio en Brasil con Bolsonaro y en EEUU con Trump. A pesar de que ninguno de ellos pudo ser reelecto, lo hicieron obligando a sus adversarios a realizar coaliciones realmente amplias y en algunos casos impensadas contra las que pelearon a la par. El ataque generalizado del periodismo, la política y el star system fortaleció su base social y fue fundacional de sus movimientos. 

El sector de estos espacios que creció en respuesta al feminismo está particularmente entrenado para recibir hostilidad de los medios sin mucho problema y refugiarse en la verdad de sus pantallas. A mayor ataque, más resistencia. Hoy la base social de Javier Milei se ha ampliado y, por los números que se empiezan a ver, tiene en los barrios humildes uno de sus principales bastiones. Es de suponer que este voto que recién llega, y que en muchos casos viene del propio peronismo, es un voto castigo enojado con la política. Sin embargo, la historia indica que aquellos movimientos que surgieron como catalizadores de la bronca pueden politizarse y convertirse en ideología. Esto podría pasar con esta nueva base social si nuestra única estrategia es aglutinar el rechazo a Javier Milei. Al igual que el voto de Patricia Bullrich pareciera ser el antiperonista más tradicional, el voto de Milei pareciera ser la punta del ovillo de una ola de politización nueva, fruto de la crisis actual. Si no nos damos una política para perforar esa base este proceso podría cambiar el panorama político de Argentina más profundamente, como pasó en otros países, y constituir por primera vez un movimiento popular de derecha. No hay que subestimar a las personas ni asumir que no saben lo que votan. Tampoco ir al otro extremo y presumir que son mayoritariamente de derecha o que el 30% de la Argentina coincide con la liberalización del mercado de órganos vitales. Hay que escuchar para entender y dar un debate honesto, sin infantilizar a los votantes de su espacio. 

Por otro lado, para que el miedo funcione hay que tener miedo a perder algo. Si las grandes mayorías, especialmente los jóvenes, se encuentran en una situación económicamente precaria y crecen los episodios de crisis de salud mental, es difícil pensar que el miedo pueda trascender los núcleos progresistas que ya no votaban a Milei.

El economista es muy cuidadoso en que los sectores humildes tengan en claro que no serán los perjudicados por su programa. Tal es así que, a diferencia de Patricia Bullrich, Javier Milei no se cansa de repetir que no eliminará los planes sociales rápidamente. Al contrario plantea un plan de tres generaciones, agregando la dimensión del largo plazo. En este caso los planes se eliminarían recién en la tercera generación de la reforma cuando ya no serían necesarios, en tanto todos tendrían trabajo con salarios que alcancen. La misma temporalidad es la que se propone para eliminar la salud y la educación pública. Esta explicación no es nueva ni una reacción a la campaña negativa posible pos PASO. No es Macri diciendo “no voy a sacarle la ayuda a nadie” en octubre de 2015, la viene repitiendo sistemáticamente hace años y quienes lo siguen ya la tienen aprendida. Tal es así que esto me lo explicó un joven humilde de Lanús, no militante, en uno de los grupos focales en mayo de este año. Era un grupo mixto políticamente, pero con bajos grados de politización. Ante el auge de Milei en la conversación uno de los participantes quiso advertir al grupo sobre que Milei les sacaría los planes en caso de ganar las elecciones, y este joven salió al cruce rápido y desarrolló la temporalidad de generaciones del programa del economista para dejar tranquilo al grupo. Convenció a todos.

Una nueva esperanza

Si continuamos permitiendo que la ultraderecha sea la única que proponga una transformación real, la única que reconozca que este sistema no va más, la única que proponga utopías vamos a asistir a nuestro propio funeral. La lógica de la moderación autoproclamada racional llevó al peronismo a abandonar su lugar histórico y convertirse en un administrador de la triste realidad. Y uno malo, por cierto. 

La batalla no está perdida, tenemos la ventaja de no ser los primeros y tener la película de muchos países que ya vivieron estos procesos. Argentina es un país solidario y sensible, con una tradición de organización colectiva importantísima,y con un movimiento popular muy fuerte como es el peronismo. Sin ir más lejos, hace unos años asistimos a la revolución de las hijas con una marea de pibas que se metieron en política. Volver a construir esperanza, movilizar y hacer un llamado a la acción es fundamental no solo para pelear estas elecciones, sino principalmente el mediano plazo. Escuchar es más importante que lanzar prejuicios. 

Tal vez la salida sea pasar menos tiempo preguntándose por qué se vota a Milei y más por qué debieran votar al peronismo y el progresismo. Si el ecosistema de la política tradicional se alejó mucho de la gente como para percibir este malestar, los resultados de las PASO tienen que ser el cachetazo definitivo. No se puede salir de ésta con rosca, tiktoks ni gurús internacionales. No hay genios del voto, hay que volver a la política. Volver a construir un proyecto que recomponga el horizonte para tener un proyecto de vida, la posibilidad de ser feliz. Si le regalamos a la ultraderecha el patrimonio único de la fe, creyendo que es piantavotos hablar de utopías, la derrota llegará tarde o temprano.

Fecha de publicación:
Magdalena Chirom

Nació en 1990 en la Ciudad de Buenos Aires. Estudió sociología y desde los 18 años comenzó a participar en política. Con el tiempo encontró en el cruce entre la sociología y la comunicación su mejor aporte para transformar la realidad y decidió especializarse en la comunicación política.

Trabaja en campañas y dirige el dispositivo de acción y de ideas Disputar, un espacio de producción e investigación sobre comunicación política y nuevas derechas que se enmarca en el Instituto Democracia. En el mismo instituto también integra el Observatorio Electoral Latinoamericano.