Tasa impositiva global

¿Los Estados Nación podrán frenar los tentáculos de las Big Tech?

Por Betiana Vargas, Santiago Hernández, Arístides Silvestris
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Los ministros de Finanzas de las naciones que integran el G7 alcanzaron un acuerdo que respalda la creación de una tasa impositiva corporativa mínima global, en un esfuerzo por cerrar las lagunas fiscales transfronterizas utilizadas por algunas corporaciones.

El pasado sábado 5 de junio los ministros de Finanzas de las naciones más ricas del mundo que integran el Grupo de los Siete (G7) alcanzaron un acuerdo histórico que respalda la creación de una tasa impositiva corporativa mínima global de al menos el 15 por ciento, en un esfuerzo por cerrar las lagunas fiscales transfronterizas utilizadas por algunas corporaciones. El acuerdo afectaría principalmente a firmas de alcance global como Facebook, Amazon y Google, que tributan sus negocios en países distintos de donde tienen sus operaciones.

Ya en febrero de este año Janet Yellen, titular del Tesoro norteamericano, en una reunión virtual presidida por el Reino Unido, instaba a los países del G7 a brindar apoyo fiscal continuo para asegurar la recuperación: “el momento de ir a lo grande es ahora”. Con el acuerdo impositivo celebrado declaró: “esta tasa mínima global pone fin a la carrera a la baja del impuesto de sociedades y garantiza justicia para la clase media y los trabajadores de Estados Unidos y de todo el mundo”.

Por su parte, Rishi Sunak, ministro de Hacienda británico, a través de su cuenta de Twitter lo definió como un acuerdo “histórico” que “requiere que los gigantes tecnológicos multinacionales más grandes paguen su parte justa de impuestos en el Reino Unido”, “crea un campo de juego más equitativo para las empresas del Reino Unido y toma medidas enérgicas contra la evasión fiscal”.

Olaf Scholz, ministro de Finanzas alemán, remarcó que el acuerdo era “una muy buena noticia para la justicia fiscal y la solidaridad y una mala noticia para los paraísos fiscales de todo el mundo”. Bruno Le Maire, su homólogo francés, a través de su cuenta de Twitter dijo: “¡Lo hicimos! Después de 4 años de batalla, se alcanzó un acuerdo histórico con los estados miembros del G7”. Y Mario Draghi, primer ministro de Italia, lo calificó como un “paso histórico hacia una sociedad más justa y equitativa para nuestros ciudadanos”.

El gravamen será ratificado por los presidentes de Estados Unidos, Canadá, Alemania, Italia, Reino Unido, Francia y Japón, países que integran el G7, el próximo 11 de junio.

En base a ello, sería conveniente preguntarnos si el mensaje del G7 reside sólo en bajar la evasión fiscal por parte de las Big Tech de asiento estadounidense, o si, más bien, el reencuentro de las que fueron superpotencias de Occidente no estaría realizando un esfuerzo también por contrarrestar el avance de China y Rusia.

Renata Dwan de Chatham House, un grupo de expertos del Reino Unido, señalan que en la década de 1970 las naciones del G7 representaban alrededor del 80 por ciento del producto bruto interno mundial. En la actualidad, ese número se ha reducido a alrededor del 40 por ciento.

Cuando la crisis financiera mundial golpeó al mundo en 2008, el ex presidente Bush convocó a la primera cumbre del G20, que incluyó al G7 original, además de a potencias económicas emergentes como Brasil, India y, sobre todo, China. Bajo la administración de Donald Trump, Estados Unidos abandonó todos los acuerdos que emanaban olor a globalismo bajo la consigna “America First”.

Gideon Rach, jefe de asuntos exteriores del Financial Times, en su columna del día 7 de junio sostiene que:

“La cumbre del G7 también enviará un mensaje indirecto a China. La línea de propaganda lanzada desde Beijing es que Occidente está en un declive inexorable. Una cumbre exitosa del G7 podría revitalizar la idea de que Occidente puede proporcionar liderazgo global en alianza con otras democracias en Asia y en todo el mundo”.

El liderazgo que buscan reconstruir las economías del G7 se presenta en un contexto de pandemia global que puso en evidencia la crisis actual, y las grandes ganadoras de la crisis han sido las grandes empresas tecnológicas, consolidando lo que Giménez (2020) denomina como una Nueva Aristocracia Financiera Global.

Según Ámbito Financiero, una investigación de la organización independiente ProPublica afirmó el 8 de junio que varios millonarios en Estados Unidos no pagaron impuestos sobre ingresos durante varios años, en contraposición al incremento exponencial de sus fortunas. De acuerdo con el estudio, el fundador de Amazon, Jeff Bezos, no abonó ningún impuesto federal entre 2007 y 2011, y Elon Musk, creador de Tesla y SpaceX, se libró de esa carga en el año 2018. Ambos encabezan las listas de personas más ricas del mundo.

ProPublica también desarrolló una “tasa impositiva verdadera” que mide la carga impositiva pagada por cada millonario en comparación al crecimiento de su riqueza. La relación muestra, por ejemplo, que el inversor Warren Buffet, pagó 0,10% entre 2014 y 2018.

Un acuerdo de estas características podría llegar a buscar establecer condiciones mínimas a las Big Tech pretendiendo ralentizar el avance desmesurado de las grandes tecnológicas que siguen acaparando inmensas fortunas, incluso evadiendo impuestos que hace más de una década se vienen denunciando pero que nadie logra detener, mientras continúan gestándose grandes levantamientos populares en el mundo y en América Latina como indicadores de miseria, hambre y tasas de desempleo que sólo van en alza.

Y a todo esto, ¿cuál fue la respuesta de las Big Tech?

Nick Clegg, vicepresidente de asuntos globales de Facebook, manifestó que “Facebook ha pedido durante mucho tiempo la reforma de las reglas fiscales globales y damos la bienvenida al importante progreso logrado en el G7”, y que “queremos que el proceso de reforma fiscal internacional tenga éxito y reconocemos que esto podría significar que Facebook pague más impuestos y en diferentes lugares”.

Amazon se negó a comentar, pero describió el acuerdo del G7 del fin de semana como un “paso bienvenido”: “creemos que un proceso liderado por la OCDE que crea una solución multilateral ayudará a traer estabilidad al sistema tributario internacional”.

En definitiva, todas las partes estarían de acuerdo sobre una tasa global.

Por contra, Oxfam criticó el acuerdo como un trato no justo: “es absurdo que el G7 afirme que está ‘revisando un sistema fiscal global quebrado’ estableciendo una tasa impositiva corporativa mínima global que es similar a las tasas suaves cobradas por paraísos fiscales como Irlanda, Suiza y Singapur. Están poniendo el listón tan bajo que las empresas pueden simplemente superarlo”; “detener la explosión de la desigualdad causada por COVID-19 y abordar la crisis climática será imposible si las corporaciones continúan prácticamente sin pagar impuestos…. este no es un trato justo”

Cuando comienzan a evidenciarse momentos turbulentos, los acuerdos y concesiones parecieran ser la salida desde arriba.

Ahora, nos preguntamos ¿es posible frenar los tentáculos de las Big Tech desde abajo?

Fecha de publicación:

Ingeniero en Telecomunicaciones, magíster en Ciencias de la Ingeniería (UNRC) y director del Observatorio de Energía, Ciencia y Tecnología (OECYT) asociado a la plataforma Pueblo y Ciencia.

Licenciada en Psicopedagogía (UNCR), especialista en Educación y Nuevas Tecnologías (FLACSO), Doctoranda y Maestranda en Ciencias Sociales con orientación en Educación (FLACSO). Investigadora del Programa de Análisis de la Construcción de Sentido en Plataformas Digitales (PAC) del Instituto de Cultura y Comunicación (ICC) de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa). Integra el Instituto Democracia.

Santiago Hernández es licenciado en Sociología (UBA), magíster en Políticas Públicas y Gobierno (UNLa), investigador del Programa de Análisis de la Construcción de Sentido en Plataformas Digitales (PAC) del Instituto de Cultura y Comunicación (ICC) de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa). Integra el Instituto Democracia.