Entrevista a Dolores Etchevehere

La que desafió su destino

Por Sebastián Avella
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La mujer que puso contra las cuerdas a su propia familia para pedir reparación histórica, cuenta cómo fue su vida, sus primeros recuerdos, sus gustos, sus viajes humanitarios. Su experiencia en La Nación y su acercamiento a las Mujeres Agropecuarias en Lucha. También el significado del Proyecto Artigas y su relación con Juan Grabois. Desde la estancia Casa Nueva, una conversación acerca de un proceso de vida que puso en jaque a una de las familias más emblemáticas de la oligarquía.

Foto de portada: Barricada TV.

La estancia Casa Nueva cuenta con 1600 hectáreas que son parte de la herencia que Dolores está reclamando y propone donar al Proyecto Artigas el 40 por ciento de su parte.  Días después de esta conversación a Dolores se la llevarían los efectivos policiales en otro acto de violencia televisada de parte de su hermano Luis Miguel Etchevehere y su familia. Antes de este desenlace pudimos conocer el proyecto, acompañarlo y hablar con su principal protagonista. Quisimos hablar con ella desde otro lugar, desde su propia vida, sin caer en las miradas que se construyen desde el poder mediático y corriendo por un momento las causas judiciales contra sus hermanos, para mostrar su vida desde otro lugar.  Motivaciones e historia de una mujer que decidió enfrentar un entramado de poder , el de su propia familia.  

-¿Cuál es la primera imagen que te viene a la cabeza de tu infancia?

-Lo que más recuerdo es el contacto con la naturaleza, con el campo. Siempre tendí hacia el campo. Yo soy una mujer muy simple, tengo una relación muy natural con los animales y con la naturaleza. Siempre trepada a un árbol, siempre en el jardín o en el campo. No soy una mujer sofisticada, nunca lo fui. Por más que podría haberlo sido perfectamente, porque tenía, por supuesto, y tengo los medios. Pero siempre fui… en un lenguaje más coloquial, fui y seré una mujer rea. Nunca dejé mis jeans, mis alpargatas o zapatillas, una remera y un sweater. Nunca pasé de ahí, por una cuestión de comodidad. Y no solamente de comodidad, sino también de no seguir las imposiciones del capitalismo. Es raro que me veas con algo que me complique el caminar. Siempre estoy en armonía con el movimiento. Siempre tuve que caminar mucho, siempre tuve que tener una mochila muy liviana para enfrentar muchísimas cosas. Entonces siempre mantuve esa condición de lo liviano. En todo sentido. 

Además de esas cosas que te describen como una mujer vinculada a la naturaleza,  ¿qué otras cosas te apasionan?

-Siempre, desde chica, leí mucho. Mucho, mucho. Siempre me atrajo y me gustó mucho la literatura rusa; esas historias tremendas, realistas, me siguen cautivando.

-Tolstoi, Chejov…

-Exactamente. Dostoievski… Ahí hay una gran inspiración también, respecto a quienes tienen el poder y quienes trabajan la tierra…

Humillados y ofendidos…

-Humillados y ofendidos. Así que, si tengo que elegir, no puedo decir qué es lo que más me gusta, o qué libro más me gusta de la literatura en general. Tengo una profunda afinidad con la literatura italiana, soy devota de Dante Alighieri, de la Divina Comedia; me atrapa, lo releo. Me gusta. Como también la literatura inglesa, como Shakespeare y sus obras tremendas. Como también la literatura griega, con sus tragedias. Pero si tengo que elegir, en mi corazón, guardo con mucho afecto la literatura rusa.

La Policía de la provincia de Entre Ríos, en la entrada de la estancia. Foto: Santiago Oroz.

-¿Y la música?

-También me gusta mucho la música. Cuando yo era chica, jovencita, adolescente, en Paraná yo iba a clases de piano con una profesora que se llamaba Beatriz Barrera, que la recuerdo muchísimo. Estudiaba de manera muy intensiva, o sea en la actualidad yo leo música en una partitura y me acuerdo que cuando iba a lo de Beatriz lunes, miércoles y viernes, los lunes y viernes tocaba el piano, los diferentes libros, como Serni, Sonatina… Los viernes eran para la práctica de una pieza en especial, de Chopin, o de Beethoven, y los miércoles tenía teoría y solfeo. Así que era bastante intensivo. Tengo muchos recuerdos de ella porque además de la música, nada más y nada menos, también a través de ella, entre otras personas, supe aprender lo que es la disciplina. Hay que tener mucha disciplina, reiteración, constancia, orden. Beatriz era muy rigurosa pero no es que me costaba, al contrario, me encantaba porque si bien era rigurosa y muy sistemática, me demostraba muchísimo cariño y yo a ella también. Me sentía muy bien en su casa. Inclusive me acuerdo que yo volvía de hockey y me quedaba un rato y volvía a las clases de piano, y ella siempre me recibía con un nesquik y unas galletitas así que para mí era como una fiesta ir a lo de Beatriz Barrera a tomar clases de piano. Para mí era un programón.

-Después, en la juventud hiciste periodismo.

-Sí, trabajé en el diario La Nación. Digo siempre este chiste: “¿Qué sos? Periodista, pero después mejoré”. Pero tengo que agradecer mucho mi experiencia en el diario La Nación, aprendí mucho. A través del diario pude recorrer prácticamente todo el país, conocer a las Mujeres Agropecuarias en Lucha, que fueron mi inspiración. Digo todo esto porque es un recorrido, no es como algunos periodistas ahora dicen que el Proyecto Artigas se me ocurrió o se nos ocurrió planificado en un mes. Estamos confluyendo muchas personas diferentes entre sí en una misma causa. Es como una especie de espíritu santo lo que nos reúne.

-Más tarde, pudiste conocer otras realidades.

-Durante los años noventa tuve la oportunidad de viajar bastante al África: a Kenia, Tanzania, Uganda, Ruanda, Burundi, Zaire, Somalia. En Burundi coincidí con una guerra civil, en Somalia también estaba bastante densa la cosa, yo siempre fui a este tipo de viajes para vincularme con acciones humanitarias. Generalmente estas acciones humanitarias convocan a diferentes profesionales como un médico, un sociólogo, un psicólogo, un periodista, un antropólogo, para que después se comunique lo que han visto. Es una forma de tener la experiencia de comunicar a partir de la experiencia. Volvía, trabajaba, juntaba plata, porque yo sí tenía que juntar la plata, soy la de los Etchevehere que tenía que juntar la plata trabajando por mi cuenta. Y me fui a la India, recorrí de norte a sur la India. Un lugar que me impactó bastante desde el punto de vista social. Si bien África es brava, en la India sentí más dolor. Ahí en la India pude descubrir qué es lo que me interpelaba. Fui a Calcuta, y ahí observé mucha acción humanitaria. Gracias a Dios y a la Virgen se focaliza la mayor parte con los desahuciados que, claro, es maravilloso que una persona, por más que tenga un minuto de vida, vale la pena, más que vale la pena merece ser oída o sostener su mirada. Trataba justamente de acompañar a los desahuciados en sus últimos momentos de vida, con una enfermedad terrible para que no sean tan infelices, ¿no? El encuentro siempre ahí se da en la mirada, la mirada como diciendo “yo estoy con vos”, entonces desde ahí estaba el acompañamiento además de lo fáctico, por supuesto, en el caso de necesitar un remedio. Esa experiencia también influye en el Proyecto Artigas. Ir a la base, es decir al alimento, a la nutrición, al comienzo de la vida. Yo me posiciono en el comienzo de las vidas, tratar de que no se enfermen, tratar de que no tengan hambre. Prevenir, intervenir antes, no en la consecuencia. Para que veas cómo había un Proyecto Artigas sin saber que iba a haber un Proyecto Artigas. 

Escenas del campamento montado frente a la tranquera de la estancia Casa Nueva para presionar por la retirada de los integrantes del Proyecto Artigas. Foto: Santiago Oroz.

Es la evolución de una vida, de tu propia vida.

-Una evolución, exactamente. No tiene nada que ver la política, no tiene nada que ver con las cuestiones estas remanidas que andan dando vuelta por acá. Para mí es un proceso de vida.

-¿Cómo fue esa experiencia con las Mujeres Agropecuarias en Lucha, siendo parte de una familia con poder donde vos eras la que hacía las cosas de otra manera o eras más sensible a esa desigualdad tan fuerte que existe en el campo, de forma muy parecida a lo que pasa en esas grandes novelas rusas que mencionaste, donde hay un terrateniente muy poderoso, y de repente en su mismo seno algún hijo o alguna hija se rebelaba? 

-Trabajaba en la sección “Campo” del diario La Nación, surge una nota en La Pampa, y me mandan. Así que bueno, arriba del auto, a La Pampa, ahí las conozco. Llego allá y veo un grupo de mujeres agropecuarias bravas que se habían puesto entre el rematador que iba a rematar el pedacito de tierra y la casa de un pequeño productor, un pequeñísimo productor que estaba muy endeudado. Las Mujeres Agropecuarias en Lucha se habían puesto detrás de la tranquera o de la puerta de la casa, diciéndole NO al rematador, acá no pasas. Ahí las conozco y me pongo de su lado, largué el grabador por el aire y me puse de su lado. Ya ahí me movilizaba porque era un disparate, yo decía “¿por qué esos remates?”, porque me consta, por qué esos remates no les ocurren a los grandes productores que tienen deudas también, muchas deudas. Pero ellos tienen moratoria, les perdonan todo y a un pequeño productor se lo morfa el sistema. Entonces ahí empezó mi relación y todas las veces que podía encontrarme con ellas, me encontraba. La verdad que son re grosas, también fueron mi inspiración. Ese fue mi vínculo con ellas, y el lindísimo llamado de Lucy de Cornelis, una de las fundadoras, el otro día para solidarizarse recordó algo muy lindo que vivimos juntas.

Hoy los grandes medios de comunicación están reproduciendo en su mayoría las voces de tus hermanos, “los Etchevehere corruptos”, como les decís vos. Quieren hacer ver que es solo un problema familiar, que te volviste “loca”, demostrando también esa violencia machista, económica, que estás denunciando. ¿Cómo fue el período de los últimos once años desde que te quieren dejar de lado de la herencia que te corresponde, proceso en el cual tu hermano Luis Miguel llega a ser ministro de Agricultura del gobierno de Mauricio Macri?

-Para no explicar lo que ya está muy explícito que es el tema de las estafas, que es muy importante por supuesto pero está toda la información al milímetro en la página web, en la línea de tu entrevista, que por lo que observo está tomando una línea paralela a todo el proceso muy linda, yo descubrí en este proceso de investigación de esta estafa, cosas que yo todavía no había vivido. No había tenido, por ejemplo, la experiencia de la traición. Uno sabe lo que es la traición, pero un día te traicionan tus hermanos y tu madre, y la verdad que no se lo deseo a nadie porque todavía continúa ese proceso de no sanar lo que significa que te traicionen. Sobre todo cuando la traición es tan premeditada. Tal vez, para tratar de salvarlos un poco, para que no sea tan duro inclusive, no por ellos sino por mí, me dije un día a mí misma, “voy a hacer que la traición sea chiquita, tratar de percibirla de la manera más suave”. Y no podía, y no puedo, porque observo que la premeditación que han tenido en cada acto de corrupción la han diseñado, no es que de repente tomaron la decisión de descartarme o de estafarme. Pude confirmar que lo premeditaron y claramente lo han mantenido todo este tiempo hasta hoy metiéndome camionetas, jinetes, tractores, cadenas, candados, un camión atravesado, me insultan, me mandan patota, ¡guau!… no puedo achicar ni nada la consistencia de esa traición. Uno como para defenderse, de manera interna, trata de decir que tal vez se les escapó, o se equivocaron… no, y no. Hay una premeditación tremenda, una insistencia tremenda y al año once de que comenzó toda esta estafa, que es hoy, en este momento que estoy hablando con vos, continúan violentándome, intentando amedrentarme y quedarse con mis derechos hereditarios. 

Luis Miguel Etchevehere y Leonor «Lala» Barbero Marcial de Etchevehere, hermano y madre de Dolores Etchevehere. Foto: Santiago Oroz.

-¿Qué es el Proyecto Artigas para vos? ¿Qué pensás del acceso a la tierra en Argentina y si pensás que el Proyecto puede ser replicable en otros lugares?

-El  Proyecto Artigas está fundado sobre tres pilares fundamentales: justicia, verdad y reparación. A partir de una relación con la tierra, nuestra generación está muy comprometida. Somos testigos y parte de una realidad en la que estamos contaminando el planeta… entonces tenemos que hacer algo. Por eso también el Proyecto Artigas tiene este fin, el de la agroecología, basándonos en el cuidado de la tierra como nuestra herencia común. La tierra es nuestra casa común, nuestra herencia común. Nadie se lleva ni un metro de tierra a ninguna parte. Quedamos, sí, por debajo de varios metros de la tierra. Así que es una disputa inclusive tan desagradable para mí, yo no lo quiero decir muy fuerte, hasta de personas brutas, que creen que teniendo cinco mil hectáreas, ¿a dónde se las llevan? O sea miran el horizonte y dicen, “ah listo, soy poderoso, tengo toda esta plata”. Yo no le tengo asco a la plata, me gusta la plata, no creo que alguien diga, “no, no me interesa”. Está muy bien ganar, pero lo lógico. Uno tiene un ciclo de vida que comparte con otros, con otras personas, con las que te toca vivir, o convivir, entonces, si tenés la suerte, el azar de haber nacido en un lugar como me tocó a mí, donde puedo tener un acceso a una cantidad de tierra bastante importante, ¿por qué no generar un proyecto como el Proyecto Artigas para que otras personas que no tienen el acceso a la tierra lo tengan y para que trabajen la tierra de manera sana, que no sea intoxicarla, que generen alimentos sanos, para que vayan a los estómagos de todos nosotros? No solamente los mayores, también los menores, para que se desarrollen bien físicamente, intelectualmente, que estén bien desarrollados los chicos. Soy madre y sé lo que significa darle de comer de una manera sana, para que piensen bien después, tengan buenas ideas y no se dejen engañar y que sepan también ser felices, que también sepan ser buenas personas. Es muy difícil cuando un chiquito o una chiquita, desde chico tiene hambre. La experiencia del hambre es brava. La experiencia del hambre para mí es inadmisible, no puede ser que en una misma localidad un chiquito o una chiquita no coma o un chiquito o una chiquita sí coma, a pocos metros, o en un paredón de por medio porque uno vive en un country y el otro vive debajo de una chapa. Está mal, no estoy haciendo una distinción política, no estoy haciendo una oferencia política ni religiosa, es básico que todos tengamos acceso a los alimentos sanos a precios justos. De eso se trata el Proyecto Artigas, para justamente lograr eso y alcanzar con todas nuestras fuerzas la soberanía alimentaria.

-En sintonía con lo que también viene expresando el papa Francisco de la idea de tierra, techo y trabajo, sus encíclicas, ¿cómo te vinculas con eso? ¿Y cómo fue tu acercamiento a Juan Grabois?

-Yo soy una persona de fe, soy una persona cristiana, muy creyente, y un día leo la encíclica del papa Francisco y me interpela sobre todo un concepto que es la cultura del descarte. No solamente la cultura del descarte de las personas, o sea me refiero a los más viejitos, a los excluidos, a los más pobres, a las mujeres, sino también la cultura del descarte que se ejecuta sobre la tierra. Se la explota y es una forma de descartarla. Así que ese es uno de los objetivos del Proyecto Artigas, por eso el tema de tratar la tierra sin agrotóxicos. Así que sí, fue una gran inspiración para mi Laudato Si

Y Juan, Juan querido que lo admiro mucho, Juan Grabois, lo empiezo a seguir como cualquiera de nosotros que nos llama la atención, y confluimos en él, todos confluimos en él, es una persona muy capaz, es buena, es cristiano, tiene fe, es un luchador, defiende a quienes somos víctimas del poder. Así fue, solicité una reunión con él y le llevé todo este tema, y acá estamos.

Fecha de publicación:
Sebastián Avella

Sociólogo. Del Conurbano y riquelmista. Nada de lo humano me es ajeno.