Venezuela entre la guerra y la paz

Por Lucas Villasenin
Compartir

En la agenda mediática internacional predomina el enfoque sobre Venezuela que opone la democracia a "la dictadura chavista". Lejos de esquivar el debate, para las fuerzas populares y progresistas se trata de plantear un cambio en el marco de la discusión. ¿Cómo formular un discurso de mayorías?

Como punto de partida se debe reconocer que quienes defendemos la paz y la autodeterminación de su pueblo comenzamos perdiendo la batalla. Pero la nueva coyuntura plantea la necesidad de una contraofensiva que nos permita construir discursos ganadores.

Venezuela será tema de agenda, y así como otros temas que incomodan a las fuerzas populares (como corrupción o seguridad), puede que no sea un tema cómodo y que no sea útil abrir por propia voluntad. Pero también resulta imposible hacerse los distraídos y no tener las mejores herramientas para defenderse y redoblar la apuesta.

Cómo no enmarcar el asunto Venezuela

El lingüista norteamericano George Lakoff se dedicó a estudiar por qué en Estados Unidos la administración Bush ganó el debate público luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001. En su libro Puntos de reflexión sostiene que «la guerra contra el terrorismo» instalada desde el gobierno fue aceptada deliberada o inconscientemente por conservadores y progresistas.

A partir de esa frase que funcionaba como un «marco de superficie» se activaron los «marcos profundos» que definen una cosmovisión moral o una filosofía política de fondo sobre un asunto. La conclusión es que «la guerra contra el terrorismo» en lugar de buscar una solución pacífica, diplomática y enmarcada en la seguridad internacional, logró brindar una solución inmediata al dilema impulsando las guerras de Afganistán e Irak.

Lakoff rechaza la idea de que las políticas conservadoras pierden por sí mismas, estrellándose contra la pared. Asume que es fundamental la articulación y difusión de valores y cosmovisiones alternativas. Sostiene que si los conservadores conducen al desastre y no hay un enmarque alternativo, ellos enmarcarán el desastre. Su conclusión es que siempre se va a perder mientras no se asuma un encuadre alternativo que deje en claro quiénes son «los villanos».

Ante el asunto Venezuela las fuerzas progresistas en el mundo se encuentran ante un problema similar. En algunos grupos predomina el marco conservador que habla de que «Maduro es un dictador» y los dilemas son «democracia o dictadura». En esos casos la respuesta deliberada o inconsciente ya está dada: la solución pasaría por el derrocamiento de un gobierno apoyado por millones de venezolanos y venezolanas. Es una solución que, teniendo en cuenta la historia y con el pasar de los días, evidencia una estrategia violenta.

Tweet Gustavo Petro, líder de la oposición colombiana.

Otros grupos asumen que es momento de callar absolutamente y no intervenir en un tema de la agenda conservadora. No asumen que en momentos de una posible guerra, lo único que abre esa posibilidad es que los conservadores enmarquen un nuevo desastre. En caso de una intervención militar extranjera en Venezuela impulsada por Estados Unidos habrá pocas posibilidades de desentenderse del tema por un largo tiempo. Y ante la indiferencia cada día habrá más lugar para que predomine el enmarque conservador que justifique la intervención militar como una lucha contra «la dictadura».

Sobre Venezuela ya no se discute centralmente sobre si hay una democracia o una dictadura. Cuando la oposición se une por primera vez en muchos años detrás de un líder como Juan Guaidó, que rompe cualquier vía institucional para solucionar los conflictos y llama a la invasión norteamericana, el dilema ya es otro.

Un líder desconocido para la mayoría de la población antes del 23 de enero cuando se «autoproclamó», y perteneciente a un partido con escasa representación incluso dentro de la oposición, habría logrado más apoyo y cohesión que toda los opositores durante 20 años. Guaidó como presidente 2.0 es solo la careta del verdadero dilema que atraviesa hoy el país.

Este dilema es guerra o paz. Guaidó no solo es parte de Voluntad Popular (uno de los partidos más violentos y radicales de la oposición) sino que también fue entrenado en la «fiesta mexicana» por la CIA, AIA y CANVAS. Guaidó es un discípulo directo de las teorías de Gene Sharp y Srdja Popovic para terminar con los gobiernos que no son afines a las ideas «liberales» norteamericanas.

A partir de datos se entiende que hoy Guaidó es un verdadero títere para terminar con la Revolución Bolivariana y que esa unidad de la oposición (en su liderazgo, mensajes y acciones) está dictada desde afuera del país. Su gobierno «encargado» es un fiel ejemplo de que discutir sobre Guaidó no vale la pena. No ejerce la más mínima administración del aparato burocrático del Estado ni tiene un control territorial soberano. Sus «embajadores» ni siquiera pueden emitir trámites para migrantes en los países que desconocen a Maduro.

Guerra o paz

Las amenazas permanentes de Donald Trump van de la mano de una oposición venezolana que pide la intervención militar norteamericana.

El festival #VenezuelaAidLive y la «ayuda humanitaria» hoy esconden este dilema de fondo: la guerra o la paz. ¿Por qué no se entrega esa ayuda humanitaria a través de la ONU? ¿Por qué el portavoz de la ONU, Stephane Dujarri, necesitó declarar que la ayuda debe utilizarse de manera imparcial, libre de objetivos políticos o militares? ¿Por qué esta ayuda humanitaria llega en aviones de guerra de Estados Unidos? ¿Por qué una vez puesta la ayuda humanitaria sobre los puentes fronterizos los opositores deciden incendiar los camiones para que los medios difundan que los quemaba el gobierno?

El ataque económico a Venezuela tampoco es nuevo y está dirigido también directamente desde el extranjero. El excelente informe del CELAG demuestra concretamente cómo desde 2013 hasta 2017 el boicot financiero y económico externo impidió el ingreso de entre 245 mil millones y 350 mil millones de dólares (entre 1, 1 y 1,6 PBIs del país). El ataque a la economía venezolana llegó directamente al robo de rapiña en el último tiempo. Trump bloquea los activos de CITGO en Estados Unidos valuándolos en 7 mil millones de dólares (muy por debajo de su valor real), el Banco de Inglaterra se apropia de 14 toneladas de Oro y la empresa de servicios financieros Euroclear secuestra 1.650 millones de dólares destinados a la compra de medicinas y alimentos.

La farsa de la ayuda humanitaria y los ataques económicos demuestran que el problema del asunto Venezuela no es justamente ni Maduro, ni Guaidó, ni la democracia ni la «dictadura». La amenaza principal no está siquiera aún en el territorio venezolano.

La teoría de los «golpes blandos», del «jiu-jitsu político», de generar caos en las ciudades, balcanizar el país, generar incertidumbre permanente y paralización del gobierno no está dando los resultados esperados para quienes buscan terminar con el chavismo en Venezuela.

Tendencias en Twitter en la noche del 23 de febrero.

El «soft power» impulsado desde Estados Unidos para derrotar a la revolución bolivariana está empezando a demostrar que empieza a ser «hard». Los movimientos de tropas militares norteamericanas a países de Centroamérica denunciados por Cuba, o las referencias de Putin a una nueva crisis de los misiles luego de la ruptura del Tratado sobre Fuerzas Nucleares con Trump, demuestran que el escenario bélico en Venezuela parece estar cerca. Ya no se trata de implementar la teoría de la zanahoria y el garrote desde Estados Unidos, sino que el garrote está disfrazado de zanahoria.

Con más fundamentos que nunca hoy el debate sobre Venezuela es entre quienes proponen la guerra y quienes defienden la paz.

El dialogo es el camino

Según Lakoff una de las enseñanzas de las ciencias cognitivas es que «la activación vincula los marcos de superficie con los marcos profundos e inhibe los marcos opuestos».  Por esa razón con la activación del marco de disputa entre «la guerra o la paz» los agoreros de la guerra quedarán cercados. Desde ese marco es que se debe construir una mayoría en la opinión pública para terminar con los ataques a Venezuela.

El marco superficial del dilema guerra-paz propone una apelación a las estructuras mentales que suponen que una guerra impulsada por Estados Unidos jamás soluciona los conflictos en los países en cuestión (Afganistán, Irak, Libia, Siria, etc.). A partir de ahí la respuesta que se deriva es la necesidad de la solución pacífica de los conflictos invocando al diálogo y a la autodeterminación de los pueblos.

En una reciente entrevista en HispanTV Maduro señaló que está dispuesto a dialogar hasta con el diablo -haciendo referencia a Trump-. Los gobiernos de Uruguay, México, Bolivia y los de la CARICOM junto a la Unión Europea, intentan acercarse también a ese camino de diálogo. Ningún posicionamiento público del gobierno de Trump o la oposición venezolana se acerca a esa posición.

https://youtu.be/koXKYbVZxRA?t=1327

A partir de este marco es que no deben regalarse las palabras democracia, libertad, derechos humanos o ayuda humanitaria. Más allá de los debates coyunturales o de los sucesivos montajes mediáticos, ninguna de estas palabras podría estar más enaltecida en caso de una invasión norteamericana.

¿Qué puede pasar? ¿Qué hacer?

A esta altura del conflicto interno venezolano es evidente que Maduro no será derrocado por un golpe militar como el de Pinochet en 1973 en Chile. La unidad-cívico militar está firme y la unidad política del chavismo en momentos cruciales se sigue demostrando. La coyuntura histórica actual de la Revolución Bolivariana está lejos de asemejarse al contexto en el cual fue derrotada la Revolución Sandinista. Y, por su importancia geopolítica y su capacidad militar, un ataque a Venezuela toma una relevancia mayor a lo que fueron las intervenciones en Medio Oriente.

Un ataque bélico a Venezuela solo puede ser asimilable a un nuevo Vietnam, con masivos baños de sangre prolongados en el tiempo, que necesitan ser evitados. Ante una invasión extranjera la Revolución Bolivariana está dispuesta a desplegar toda su fuerza.

Álvaro García Linera en su reciente libro ¿Qué es una revolución? escribe que «el tiempo se constituye en el bien más preciado que una revolución necesita». Para el vicepresidente boliviano el tiempo es un gran valor -entre otras razones- porque permite desplegar y esperar cambios en otras partes del mundo. La lección no es solo es útil para pensar la Revolución Rusa, como propone Linera, sino también la experiencia cubana durante el periodo especial de los 90´, del que logró salir definitivamente a partir de la oleada de transformaciones impulsada desde Venezuela en la región.

El momento de mayor amenaza para la Revolución Bolivariana es justamente el momento de mayor predominio de gobiernos reaccionarios en la región. Con su caída rápidamente se verían frustradas o con serias dificultades las posibilidades de Evo Morales o de Cristina Kirchner de ser elegidos nuevamente como presidentes este año. Ganando el tiempo necesario sus triunfos pueden ser los mojones importantes en el impulso de una nueva oleada de transformaciones regionales. Ahora es momento de ganar tiempo defendiendo la paz en Venezuela y América Latina.

Los métodos del poder blando buscan la confusión y parálisis entre las mayorías. Es momento de responder con información y acción en contra de la intervención norteamericana en Venezuela. Estos métodos buscan la incertidumbre y el caos. Necesitamos reivindicar nuestra certeza de que se deben respetar la autodeterminación de los pueblos y la decisión soberana de construir un orden social más justo.

Fecha de publicación:
Lucas Villasenin

De Mataderos vengo. Escribo sobre el mundo mientras lo transformamos. Estudié filosofía en la UBA. Integrante del Instituto Democracia.