Entrevista a Alvaro Campana de Nuevo Perú

Por Lucas Villasenin
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El secretario general de Nuevo Perú aprovechó su estadía en Buenos Aires para conversar con Oleada. En la entrevista nos explica el fenómeno que representa Verónika Mendoza, la situación del orden neoliberal en Perú y los desafíos de una nueva oleada democrática para derrotar al neoliberalismo en la región.

Alvaro es un dirigente político predispuesto al diálogo y a la novedad. Militó en diversas experiencias de la izquierda peruana y encontró en el liderazgo de Veronika Mendoza una oportunidad para plantar alternativa al orden neoliberal que impera en Perú. Luego de haber dirigido la campaña presidencial del Frente Amplio en 2016, actualmente es secretario general de Nuevo Perú, que propone una asamblea constituyente ante la crisis que atraviesa su país.

En la siguiente entrevista nos abre la posibilidad de conocer una de las experiencias políticas más novedosas de los últimos años en el continente.

En Perú el gobierno de Martín Vizcarra ha surgido de la crisis que forzó la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski. ¿Qué representa para Nuevo Perú este nuevo gobierno? ¿Qué diferencias puede haber con el fujimorismo y el gobierno precedente?

Representa a la derecha liberal. Y expresa a los sectores del gran capital y el poder económico.

Los grupos de poder en Perú tienen varias cartas. Una de esas cartas siempre fue el fujimorismo. Es una carta de salida autoritaria. El fujimorismo representa a los sectores emergentes de la economía. Algunos de ellos son los que han generado una acumulación a partir de la economía ilegal. Piensan que les robaron las últimas elecciones y quieren ser poder. Es así que buscan ocupar el poder institucional desde el Congreso y el poder judicial.

El fujimorismo para nosotros es la regresión a la peor versión de la derecha. El gran problema en Perú es cómo cerrarle las puertas al fujimorismo. Hasta nosotros mismos terminamos dando nuestro voto crítico para lograrlo en la segunda vuelta presidencial de 2016.

Kuczynski llega a la presidencia apoyado por el anti-fujimorismo. Pero a partir de las evidencias de corrupción y de indultar a Alberto Fujimori pierde cualquier tipo de respaldo. Así es que Vizcarra se convierte en presidente.

Al llegar al gobierno insiste en volver a negociar con el fujimorismo y ceder. Pero el descrédito del fujimorismo y el arrinconamiento del nuevo gobierno lo hacen cambiar para convertirse en una carta de gobernabilidad. Vizcarra termina tomando medidas que lo enfrentan al fujimorismo en el Congreso y retoma la iniciativa política enfrentando al poder judicial luego de que jueces resulten involucrados en casos de corrupción.

Foto: Julián Aguirre.

Ahora hay una propuesta de referéndum desde el ejecutivo que propone reformar el sistema judicial y el sistema político-electoral, limitando la reelección de parlamentarios. Esto es un desafío al fujimorismo porque la formulación de las preguntas debe pasar por el Congreso que hoy controlan. Keiko Fujimori ya ha dicho que no le interesa que el referéndum avance.

¿Cuáles serían los pilares de ese orden neoliberal construido entre el fujimorismo y espacios más liberales como los que representa Vizcarra actualmente?

El neoliberalismo ha tenido varias fases en Perú. Durante la dictadura fujimorista estuvo marcado por la privatización de activos públicos. A medida que fueron subiendo los precios de las materias primas posteriormente el proceso de acumulación se modificó. El neoliberalismo se comenzó a sustentar en actividades extractivas. Se le dieron «todas las condiciones a la inversión privada» para destruir los territorios sin preservar las medidas ambientales mínimas.

Otro aspecto presente es la privatización de la inversión pública. Eso se logra con los mecanismos mixtos como las asociaciones público-privadas. Se busca una disciplina económica en la que el Estado genera recursos que luego son transferidos a los privados.

Para nosotros hay una crisis de régimen que involucra a las instituciones y a la relación de la ciudadanía con la democracia y el Estado. Se expresa desde en protestas y malestares hasta en la indiferencia y desafección de una parte de la sociedad.

También ha sido efectivo el disciplinamiento. Cualquiera que plantee una alternativa es acusado de «rojetes» o «terruco». Seguimos bajo el fantasma del terrorismo de Estado y del terrorismo insurgente.

Ustedes reconocen que no tienen aún una correlación de fuerzas a favor para terminar con ese orden pero tienen una propuesta a la ofensiva como la convocatoria a una Asamblea Constituyente. ¿Qué viabilidad tiene?

Hasta hace unos meses a los que pedíamos una Asamblea Constituyente nos decían que estábamos locos y locas. Sin embargo ahora todo el mundo empieza a hablar de replantear las reglas de juego, de recuperar el Estado o de democratizar la economía. Empiezan a aparecer elementos que muestran los límites del Estado neoliberal. Este Estado no responde a las necesidades sociales de la mayoría pero tampoco garantiza los mecanismos de acumulación del capital que funcionaron hasta el momento. Hay un sentimiento de: «no da para más». La gente está viendo que no es un problema de personas sino que es un problema sistémico.

Por otro lado se caen los precios de los minerales y ya no hay tanta plata para distribuir. Hay un desastre en el norte del país con el fenómeno del Niño costero. La gente empieza a sentir un fenómeno de descomposición y a exigir que los problemas se resuelvan. Y los que están en el lugar para resolver los problemas no lo pueden hacer porque son parte del problema.

Para nosotros hay una crisis de régimen que involucra a las instituciones y a la relación de la ciudadanía con la democracia y el Estado. Se expresa desde en protestas y malestares hasta en la indiferencia y desafección de una parte de la sociedad.

Es el momento de la audacia y la política. Nos tenemos que convertir en un factor de articulación de una propuesta política que tenga una perspectiva constituyente. Somos la única fuerza que está en condiciones de hacerlo a pesar de nuestras debilidades. No tenemos la mejor correlación de fuerzas pero hay que trabajarla al calor de esta crisis. No se puede trabajarla en «frío» sino al calor de la lucha política en la que se devela para la gente que esto no da para más.

¿En qué consiste una propuesta constituyente para Nuevo Perú?

La idea principal es recuperar el Estado para los peruanos y las peruanas. El Estado ha sido capturado para los intereses particulares de empresarios, lobbystas y el poder judicial es parte de este entramado que afecta a los niños, las niñas, las mujeres, los campesinos, los trabajadores, etc.

La necesidad de recuperar el Estado implica cambios institucionales: que el Estado deje de cumplir un rol subsidiario en la economía. El Estado peruano no planifica nada. No hay empresas estratégicas como debería haberlas. Es necesario un Estado que planifique, que garantice derechos, que regule y que termine con el reino liberal absoluto en el que vivimos.

¿Cuáles fueron los debates que permitieron abandonar la marginalidad política en la que estaba sumergida la izquierda peruana antes de que surja el Frente Amplio y luego Nuevo Perú?

Nosotros hablábamos de la diversidad cultural, del feminismo, de la decolonialidad del poder y muchos otros temas en los 90´. Solo que en ese momento eran ideas que venían de afuera. Retomábamos la idea del movimiento social como el protagonista del cambio en lugar del partido y reconocíamos a José Carlos Mariátegui como el mentor de una tradición que también reivindicaría una revolución en la cual el protagonista es el pueblo organizado.

Tenemos una fuerte influencia de lo que fueron los gobiernos progresistas y de quienes asumen la hipótesis electoral-institucional. A mí eso me impactó mucho. Dejamos de ser «autonomistas» y despreciar la vía electoral cuando las fuerzas de cambio alcanzaban gobiernos populares.

A partir de ello muchos tuvimos vínculos con el Partido Nacionalista que llevó a Ollanta Humala a la presidencia en 2011. Era un instrumento político que se estaba conformando con la propuesta de transformar el país. Luego de que el Partido Nacionalista demostrara que era una corte cerrada, muchos dejamos de tener expectativas en esa herramienta y participamos del partido Tierra y Libertad, que se preocupaba por articular una propuesta electoral con los movimientos sociales. Pero eso se descarrila.

En ese proceso es que se da la ruptura de la diputada Veronika Mendoza con el Partido Nacionalista en 2012. Se da luego de que el gobierno de Humala fuera responsable de muertes en una represión en Espinar. Luego Veronika se empezó a convertir en una referente de las luchas sociales como la defensa de los pueblos indígenas o la lucha de los trabajadores jóvenes contra la precarización.

En nuestro país y en la región, la política es antropomórfica, por eso Veronika es importante en este proceso. Además, ella evita el caudillismo clásico y se propone construir una alternativa con lo que queda de la izquierda en Perú. A partir de ahí un grupo de compañeros nos empezamos a organizar para impulsar su candidatura a presidenta.

Luego de rupturas con grupos de izquierda por diferencias en los espacios electorales, decidimos seguir adelante y renovar la política. Hemos sometido a votación las candidaturas en primarias abiertas y ciudadanas. Estas elecciones fueron un éxito, participaron miles de personas y se transformaron en un hecho inédito. Así es que se empezó a gestar una participación ciudadana y se reactivó a sectores de izquierda tradicionales.

¿Qué piensan que faltó para llegar al gobierno en 2016? ¿Y qué tareas asumen como pendientes para lograrlo próximamente?

Hay que tener en cuenta que a diferencia del Frente Amplio de Chile, que viene de una situación de ascenso político, nosotros venimos más bien de la traición de Ollanta Humala. Él había movilizado una energía popular impresionante. Su traición implicó un reflujo.

Nuestra llegada al rol protagónico de 2016 fue resultado un poco de la virtud y de la fortuna, como diría Maquiavelo. Aprovechamos la oportunidad de que se cayeron dos candidaturas en medio de las arbitrariedades del sistema electoral: las de Julio Guzmán y Cesar Acuña.

Esa fortuna nos permitió disputar tanto «lo popular» como «la renovación» en el escenario electoral. Eso nos ayudó a lograr una votación altísima y ganar en muchos lugares. Eso habilitó una conexión entre la izquierda y los sectores populares. No fue una conexión orgánica sino un puente para construir un proyecto popular.

Lo que nos limita además de los recursos es algo común en las izquierdas. El dueño de la inscripción electoral, Marcos Arana, decidió que la inscripción del Frente Amplio debía pertenecer a su partido Tierra y Libertad y que no puede permitir que Veronika sea candidata con su inscripción. Por eso se rompió el Frente Amplio.

Además del problema de la ruptura se nos presenta el problema del sistema electoral excluyente. Para lograr nuestra inscripción hay que obtener la firma de apoyo del 4% del padrón electoral (750 mil personas) y eso es una gran traba.

Todas estas dificultades se dan en una situación política conflictiva en la que no se sabe si las elecciones van a ser en 2021 o antes. Vizcarra es hoy una carta de gobernabilidad pero con la crisis que hay podría no serlo.

Nosotros tenemos que ser audaces e ir a fondo con una propuesta constituyente. La gente hoy está demandando cambios de fondo y tenemos que apostar por involucrarla más. Por ejemplo: a nosotros la convocatoria a referéndum de Vizcarra nos parece positiva a pesar de que lo que proponga no implique mucho. Nos parece importante porque se pone la decisión en la calle y se saca la política del Congreso.

Ahora tenemos que discutir los límites de la democracia liberal reconociendo sus mecanismos. Hay que discutir cómo ampliar derechos, cómo se ejerce la ciudadanía y cómo se democratiza la economía.

Tenemos que tener una lógica más impugnatoria que exprese el descontento. Nuevo Perú puede cumplir un rol de articulación en esta crisis entre asambleas ciudadanas, sindicatos de trabajadores, sectores que están viendo afectada su economía actualmente, entre otros actores.

¿Cuál es el aporte que puede hacer Nuevo Perú para pensar la nueva oleada democrática que los hermana con experiencias como Colombia Humana o el Frente Amplio de Chile?

Sinceramente no ha habido mucho tiempo para pensar en nuestro proceso. La izquierda peruana está desarmada teóricamente. Hay teoría pero no responde a una necesidad práctica. Es una izquierda que fue muy doctrinaria. Una cosa es lo que se decía y otra lo que hacía. Se hacía teoría para legitimar la lucha por la hegemonía en la misma izquierda.

Por otro lado, la intelectualidad de izquierda en los 90 arrió las banderas de la transformación social. Dejó de haber una intelectualidad orgánica.

Por eso no tenemos herramientas para dar cuenta del proceso. Tenemos que hacer una síntesis política de lo que estamos haciendo aún. Hay varias corrientes y no es un espacio homogéneo. Apenas estamos empezando a construir una identidad.

Es una experiencia distinta al caso de Podemos, más ligado a la intelectualidad. En mi caso tuve que conducir una campaña cuando siquiera había conducido una campaña en la universidad. Tuve que aprender a hacerlo.

Pienso que nuestro aporte tiene que venir por el lado de pensar la democracia. Hay que releer la historia. Sinesio López habla de las incursiones democráticas en la historia de Perú. Sostiene que el gobierno militar de Velazco Alvarado fue expresión de una incursión democratizadora así como lo fueron las tomas de tierras, la democracia en el año 79 y la derrota del fujimorismo. Estas incursiones tratan de ampliar el ejercicio democrático a quienes estaban excluidos. Nosotros tenemos que reivindicar esa tradición democrático-popular de la que nos sentimos herederos.

Foto: Julián Aguirre.

Ahora tenemos que discutir los límites de la democracia liberal reconociendo sus mecanismos. Hay que discutir cómo ampliar derechos, cómo se ejerce la ciudadanía y cómo se democratiza la economía.

No es casual que sea un hito nuestro haber empezado por casa cuando hicimos una elección primaria abierta convocando a la ciudadanía para elegir candidaturas. Incluso, ese hito nos costó mucho. Nos costó una ruptura con quien fue derrotado en esa elección.

El otro aporte que podemos hacer es pensar qué tipo de instrumento político necesitamos para cambiar la correlación de fuerzas y generar cambios. Hay lecciones de la experiencia de Colombia Humana. Y, más allá de las diferencias, lo que ocurre en Francia es interesante con Jean-Luc Mélenchon y Francia Insumisa. Ellos primero intentaron la lógica del frente identitario y sumando siglas de izquierda con Front de Gauche. Eso tuvo límites. Y la siguiente apuesta es una apuesta más convocante, tiene más la forma de una plataforma ciudadana, tiene un programa y un liderazgo donde la gente siente que es partícipe de esa apuesta.

Pienso que hay que construir una columna de cuadros pero que sea el soporte de esa plataforma que vaya más allá de Nuevo Perú. Necesitamos que ese pueblo constituyente vaya forjando una base política y electoral.

Fecha de publicación:
Lucas Villasenin

De Mataderos vengo. Escribo sobre el mundo mientras lo transformamos. Estudié filosofía en la UBA. Integrante del Instituto Democracia.