José María Di Bello se identifica como feminista, no binarie, disidente y VIH orgullose. Además de tener un largo recorrido militante, fue protagonista del primer matrimonio igualitario en Argentina y América Latina.
Aunque en Argentina la marcha del orgullo se celebre en noviembre, esta tradición comenzó un 28 de junio en Nueva York donde principalmente travestis y lesbianas, cansadxs de la persecución y hostigamiento, se enfrentaron a la razia policial en la revuelta de Stonewall. Era 1969 y existir, para las disidencias sexogenéricas, era revolucionario. La revuelta duró tres días y la historia del orgullo, que empezó entonces, continúa.
Si el contexto lo permitiera, el 28 las calles de todo el mundo nos hubiesen encontrado celebrando. Pero el orgullo es mucho más que un despliegue de colores. Como decía Carlos Jáuregui, “en una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política”.
– ¿Qué es lo primero que reivindicás o te viene a la memoria en esta fecha?
– Al pensar en el camino transitado y los orígenes de las movilizaciones, el levantamiento en Estados Unidos selló un hito de resistencia. Me parece interesante destacar las figuras de quienes inician la revuelta de Stonewall. Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson fueron dos travestis trans, una negra afroamericana y otra latina. Ahí, claramente, podemos pensar en la interseccionalidad; donde la lucha por la liberación y por resistir a la represión y la opresión iba mucho más allá del simple reconocimiento. Se estaba reivindicando el orgullo de lo oprimido, el orgullo de lo expulsado: era la reivindicación de la liberación en una sociedad patriarcal heteronormativa. Nuestro orgullo es feminista, es no binarie, es antimachista, es antipatriarcal, es antirracista. Nuestro orgullo es resistencia, es lucha.
– ¿Cómo recordás la conquista de la Ley de Matrimonio Igualitario?
– Como un triunfo que, si bien se logró a partir de la militancia incansable de todo un colectivo movilizado, también contó con un componente político determinante. Sin lugar a dudas sin un gobierno popular no hubiera sido posible. El gobierno fue muy importante en el sentido de las políticas que se venían tomando y en la dirección a la que iban. La política de derechos humanos y todo lo que estaba pasando en el país permitía que nosotros pudiéramos arremeter con nuestras banderas por el reconocimiento y la restitución de nuestros derechos. Todo esto generó un efecto de rebote y de contagio para toda la región latinoamericana. Hoy tenemos un montón de países que ya reconocen matrimonio igualitario, algo que era impensado en Latinoamérica. Aclaro que a mí me gusta hablar de reconocimiento y restitución y no de conquista, porque no conquistamos derechos y esa es nuestra lucha en cuanto a igualdad. Los seres humanos, por el solo hecho de ser seres humanos, humanas, humanes, tenemos los mismos derechos y nos asisten los mismos derechos. Entonces, de lo que se trata, es del reconocimiento y la restitución los mismos y no de la conquista. En todo caso hay que pensar nuevos derechos.
– En ese marco, ¿cuál crees que es la importancia de gobiernos populares para el colectivo LGBTIQ+?
– Para que saliera la ley, Cristina le ofreció a un grupo de senadorxs viajar a China justo cuando se iba a tratar el proyecto de matrimonio igualitario en el Senado que, si se hubieran quedado, hubieran votado en contra y muy probablemente no nos hubieran dado los números. Néstor Kirchner, por su lado, habló de matrimonio igualitario inclusive antes que las organizaciones de la diversidad y la disidencia sexual. Hay una famosa entrevista del 2002, cuando Néstor ni siquiera era presidente, donde Juan Castro le pregunta si le parecería bien que dos personas del mismo sexo se casen y Néstor responde “si hay amor, por supuesto”.
– ¿Y cómo caracterizarías los 4 años de macrismo? ¿implicaron retrocesos para la comunidad LGBTIQ+?
– Fueron cuatro años nefastos donde, en general, todo fue terrorífico para nosotres, sobre todo en salud. En los cuatro años tuvimos que tomar la calle porque hubo faltantes de medicación para las personas que tenemos VIH, algo que no pasaba desde el 2001. Pero no fueron solo las faltantes. Hubo cambios compulsivos de esquemas, de tratamientos; no efectuaban las compras de la medicación, no había previsión de stock porque para ellos la compra de la medicación era un costo.
– En esta nueva ola feminista ¿qué derechos el colectivo LGBTIQ+ están pendientes y cómo hacemos para conseguirlos?
– Las luchas de las disidencias, como el cupo laboral trans, el reconocimiento de las identidades no binarias en todos los registros documentales, la legalización del aborto, etc.; son deudas urgentes por las que debemos luchar las disidencias y el feminismo. Porque nuestras luchas son siempre juntes para terminar con la violencia, para poder construir colectivamente y con mayor equidad otra forma de vincularnos, que no esté atravesada por las categorías binarias, dicotómicas y opresivas; para que nos encontremos desde un lugar de mayor placer, de mayor libertad, de mayor satisfacción y, en un futuro, mucho más solidario.
– ¿Cómo te imaginás el futuro?
– Tenemos que pensar en un futuro a largo plazo, ideal, en el que no haya ninguna categoría sexo-genérica. Porque creo en la necesidad de la visibilidad. Históricamente, sin visibilidad, no hay posibilidad de lograr ningún reconocimiento, ninguna restitución, ninguna conquista, ningún cambio. La visibilidad genera discusión, genera el debate necesario para el reconocimiento y la transformación cultural y social.
Por último, ¿qué es el orgullo para vos?
– Sin lugar a dudas, el orgullo de las disidencias es poder salir a gritar: yo soy quien soy.
Periodista y politóloga en construcción. Feminista, abortera y fundamentalista del verano. Luchando como me enseñó Lohana.