¿Qué debaten los feminismos en Chile?
Gabriel Boric asumió acompañado por una mayoría de mujeres en su gabinete, luego de un estallido social profundamente atravesado por el movimiento feminista, que marca una agenda muy clara.
“Tenemos el derecho a crear nuestro propio tiempo”, decía Ada Colau -alcaldesa de Barcelona- en un encuentro intergeneracional con Ofelia Fernandez en Buenos Aires. Ada ya venía sosteniendo su planteo en varios encuentros similares en Barcelona y en Santiago de Chile. Los desafíos, salvando las distancias geográficas, son los mismos: cómo pensar políticas públicas feministas. Sus palabras resuenan especialmente en nuestra generación -la de Ofelia, que también es la mía- en un contexto de crisis mundial y lleno de incertidumbres. Se trata de un contexto donde es difícil tener horizontes claros.
El pasado 11 de marzo asumió en Chile Gabriel Boric, con tan sólo 36 años, inaugurando un proceso histórico para su país y para todo el continente. En las calles se respiraba alivio en una sociedad golpeada durante décadas por la dictadura y el neoliberalismo. ¿Será que llegó la alegría tan recitada en esa famosa campaña por el “no” a Pinochet?
Este gobierno es hijo de un histórico proceso de luchas que lleva décadas en Chile. Pero -sobre todo- es hijo del estallido del 2019, que estuvo profundamente atravesado por el movimiento feminista y estudiantil: no olvidemos a las cabras saltado los molinetes del subte. Que su gabinete “feminista” -tal como él lo nombra- esté ampliamente conformado por mujeres es el resultado de estas luchas. También es resultado de ello que Emilia Schneider, habiendo sido presidenta de la Federacion de Estudiantes de la Universidad de Chile, se convierta con 25 años en la primera mujer trans y feminista en ocupar una banca como diputada.
La asunción de Boric fue tan sólo 3 días después de un nuevo Paro Internacional de mujeres, bisexuales, lesbianas, travestis y trans. Pude vivir en primera persona el proceso de movilización de las compañeras chilenas. Me pareció estar parada en una calle que seguía atravesada por aquel estallido social del 2019, autoconvocado y efervescente, con una potencia muy desordenada. Rondaban cantos cisexistas y se leían afiches con consignas que militaban el individualismo, en favor del empoderamiento y el emprendedurismo. No había columnas ni banderas. Me preguntaba: ¿cómo se organiza toda esa rabia?
Para dar cierre a estos dias tan agitados, se llevó a cabo en Santiago el 12 de marzo el Encuentro Internacional Feminista Macarena Valdes, en honor a una militante chilena asesinada por sus luchas socioambientales, al que pudimos asistir varias compañeras argentinas. Las coordinadoras abrieron la jornada marcando una agenda muy clara sosteniendo que las atraviesan las luchas por la vivienda digna y contra la depredacion ambiental, la búsqueda de una vida sin deudas, la demanda por un sistema nacional de cuidados, la educación sexual integral y el acceso a derechos sexuales y reproductivos (dado que en su país el aborto sólo es legal en tres causales), entre muchas otras que se extienden a lo largo de nuestro continente. Durante el encuentro se debatió principalmente cuál es el vínculo entre el movimiento feminista y la institucionalidad.
Estuvo presente Antonia Orellana en su primer día como Ministra de la Mujer y la Equidad. “Es en la acción colectiva que encontramos el sentido para reivindicar a la humanidad, para democratizar todos los aspectos de nuestras vidas” señaló. Luego añadió que: “Las feministas queremos el poder. Queremos el poder para redistribuirlo, para resignificarlo. Sí, queremos el poder y no vamos a renunciar a los espacios que hemos conseguido con tanta lucha solamente porque haya problemas en el camino. Los problemas hay que resolverlos, debatirlos y saber en dónde no estamos de acuerdo. Pero no vamos a renunciar a lo que nos heredan nuestras ancestras, a la lucha que ellas dieron y a lo que nosotras hemos conseguido. En Chile pasamos de tener una ley de cuota que no tuvo casi ningún efecto a una convención constitucional paritaria y con participación de los pueblos indígenas. No vamos a retroceder en eso.”
La intervención de Antonia fue un llamado a no olvidar la importancia de la acción colectiva y del diálogo con el movimiento a la hora de obtener un cargo en el Estado. En dialogo con la ministra, Ofelia Fernandez agregó que: “nos debemos a las compañeras que nos prestaron atención en los procesos de movilización feminista en nuestros países. Nos debemos como latinoamericanas también a las peleas de nuestras hermanas en otras partes del continente. Creo que eso es una cosa que tenemos que tener muy presente a la hora de llegar a esos espacios de poder porque si ese proceso de organización no es fuerte, o muere, o se paraliza, entonces posiblemente a nuestra agenda de transformación le pase lo mismo. No alcanza con esas concesiones [institucionales] porque el potencial del movimiento feminista es mucho mayor que llegar a ser funcionaria o a tener un ministerio. Y por eso para mi es muy increíble que estés acá, que en tu primer día como ministra vengas a un encuentro a hablar pero también a escuchar a otras compañeras».
La legisladora porteña agregó: «Va a ser muy importante que quienes ocupemos estos lugares tengamos mucha capacidad de escucha con los procesos de organización feminista y con los encuentros horizontales que tenemos, y también mucha capacidad de habla y de presión con las áreas de gestión que toman las grandes definiciones. No porque las definiciones de género no sean importantes, sino porque tienen que ser necesariamente transversales. Y -sobre todo- porque nos vamos a comer una trampa si pensamos que tener la presidencia de la comisión de mujeres en un parlamento es una concesión o es una gran victoria. El tema es que nos den la comisión de finanzas, de presupuesto, esas no las quieren dar.” Ofelia destaca el peligro de que el Ministerio de Mujeres se convierta en un “cuarto propio”, lo que puede derivar en una falta de transversalización de la perspectiva de género en el resto del Estado.
Si bien los desafíos son enormes, y todo el trabajo está aún por delante, la perspectiva con la que Boric ha planeado su equipo de gobierno es un buen comienzo. Lo es también que Irina Karamanos, su compañera, haya decidido no portar el título de Primera Dama: “Yo me propuse cambiar un espacio, no me identifico con el rol de Primera Dama. Porque no soy ni primera, ni dama. Hay que salir de ese término conservador y clasista”. Sus dichos no pasaron desapercibidos en una sociedad tan conservadora como lo sigue siendo la chilena y se convirtieron en tendencia en twitter. El nuevo gobierno estará presionado por una derecha fortalecida y una izquierda más radicalizada y desorganizada que las que, al momento, conocemos en Argentina.
Desde el otro lado de la cordillera deseamos que puedan servirse de los errores y aciertos que estamos teniendo en las experiencias institucionales desde 2019. Nuestra generación ha tomado conciencia política en un contexto de ampliación de derechos y por eso mismo tenemos la vara muy alta. Habiéndolo vivido en carne propia o no, este proceso demuestra la importancia de que como jóvenes tengamos memoria. También nos enseña que es fundamental seguir activxs y en las calles. Sin dudas la generación que asumió el gobierno el pasado 11 de marzo está cerrando una transición democrática que comenzó en 1990.
Estamos atravesando tiempos muy difíciles, y poder apoyarnos en experiencias de países hermanos es de gran ayuda. Frente a la avanzada de discursos conservadores, neoliberales y que descreen del rol del Estado respondemos que el camino es la organización. Nos cuidamos entre nosotras pero principalmente queremos que nos cuiden las instituciones. Es una alegría saber que este es el camino al que apunta el nuevo gobierno de Chile. Ojalá que pueda marcar un horizonte para el resto de nuestro continente.
Lucía Nosseinte es Licenciada en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires y militante de Mala Junta – Frente Patria Grande.