En la película animada Monster Inc, los protagonistas logran transformar la matriz energética de su ciudad: en lugar de gritos de niñes, pasan a abastecerse de sus risas. ¿Qué tan lejos está nuestro país, y el mundo, de cumplir un objetivo similar? ¿Es posible un desarrollo energético limpio?
En el año 2001, el clásico animado Monsters, Inc. nos mostró en la pantalla grande un eficiente modelo de producción energética completamente renovable y, al menos en apariencia, muy limpio. La simpática ciudad de Monstruópolis era abastecida a partir de un particular recurso inagotable: el sonido, más específicamente, los gritos de los niños y niñas humanas. No obstante, a los personajes cada vez les costaba más alimentar toda su ciudad con este recurso, sin mencionar que el suministro requería la explotación de otra especie. Finalmente, los protagonistas encuentran una fuente energética libre de sufrimiento y mucho más poderosa que los gritos: las risas.
A pesar de lo caricaturesco del relato, quizás no sea tan disparatado. Hoy en día sabemos que es posible generar calor a partir de ondas sonoras. Y más aún, una gran parte de la energía que utilizamos se origina a costa del sufrimiento presente o futuro de muchísimas personas. Afortunadamente, tampoco es tan increíble imaginarnos ciudades que, como la Monstruópolis del final de la película, tengan una producción energética eficiente, con bajo impacto ambiental y que no perjudique a grandes mayorías. Pero para acercarnos un poco a esto, es necesario que conozcamos de qué manera dan actualmente los países respuesta a la alta demanda energética existente y que nos preguntemos hasta qué punto es posible un sistema de producción completamente limpio.
Lo primero que salta a la vista es que más allá de las grandes diferencias de tamaño de las matrices energéticas, los tonos cálidos del petróleo, el gas natural y el carbón mineral predominan en todos los gráficos. Son los hidrocarburos, también conocidos como combustibles fósiles.
Hidrocarburos: una hegemonía insostenible
Los combustibles fósiles tienen un fuerte impacto ambiental negativo debido a su extracción, procesamiento y consumo. No todos son igualmente nocivos: el gas natural, por su forma de obtención, tratamiento y combustión, es el menos costoso para el ambiente. Entre las consecuencias del uso de hidrocarburos, la más relevante es la emisión de gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento global. Este proceso natural se está viendo fuertemente acelerado por la actividad humana y genera transformaciones como la pérdida de biodiversidad y el aumento del nivel del mar. Además de su daño a la atmósfera, estos recursos naturales no son renovables: las fuentes para su adquisición se van agotando. Dado que el consumo energético mundial es cada vez mayor año tras año, la urgencia por encontrar nuevas vías de suministro es cada vez más manifiesta.
Si bien la hegemonía de los hidrocarburos es una constante en el mundo, no tienen la misma relevancia en todos los países. La matriz energética argentina es muy poco diversa y casi totalmente dependiente del gas natural, mientras que en Europa, por ejemplo en Francia o Alemania hay un mayor aporte de otras fuentes, como la nuclear y las renovables. Uruguay, por su parte, posee una matriz más diversa y sin una predominancia tan marcada de los combustibles fósiles. Pero es importante tener en cuenta que un país con la población de Uruguay y su nivel de desarrollo industrial tiene requerimientos energéticos muy bajos. Por el contrario, los países europeos, Estados Unidos y China son los que usan la gran mayoría de la energía del planeta y son los que causan un mayor impacto ambiental en ese aspecto. Sin embargo, hay algunos de esos países que dan una respuesta algo distinta. El más marcado es el mencionado Francia, cuya provisión por el sector nuclear es muy significativa.
Por último, como denominador común, los hidrocarburos pierden peso en la matriz eléctrica, donde prevalecen energías más sustentables. Pero hay rubros como el transporte en los que las fuentes más limpias resultan hoy en día casi inviables y por lo tanto las proporciones se invierten. Una situación que no obstante puede empezar a cambiar en la medida que los autos eléctricos se vuelvan más baratos.
Energías renovables: ¿tiene sus límites la panacea?
Una de las grandes diferencias entre las matrices se encuentra en las energías renovables. Mientras en Argentina tienen un aporte mínimo, en los países europeos y Uruguay el porcentaje que ocupan es, aunque pequeño, más significativo. Dentro de esta categoría encontramos una gran cantidad de fuentes distintas como la solar, la eólica, la geotérmica, la hidráulica, los biocombustibles, desechos y otros. Si bien todas son renovables, varían sus ventajas y desventajas según su capacidad de producción, almacenamiento e impacto ambiental que generan, entre otras variables.
En el caso de la energía solar y la eólica, no hay emisión de gases de invernadero y tienen la gran virtud de que sus fuentes son inagotables. Se debe disponer de la locación apropiada tanto para parques eólicos como solares y de territorios extensos, lo cual pone a nuestro país en una buena posición. El noroeste es propicio para obtener grandes cantidades de energía solar, mientras que la Patagonia es uno de los lugares más ventosos del mundo. Otra ventaja es que favorecen la cobertura en lugares de difícil acceso, sobre todo en el ámbito rural. Esto ayuda a reducir las brechas de desigualdad, sobre todo cuando se parte de esquemas descentralizados que permiten la producción y el consumo autónomos. Además, en el último tiempo, el valor de las energías renovables es cada vez menor, a tal punto que se volvió competitivo en el mercado, sin necesidad de políticas estatales para que su uso sea rentable. Esto volvió mucho más viable la construcción de los parques. Sin embargo, a pesar de que este contexto permitió el florecimiento de estas energías en los últimos años, en Argentina esto sucedió muy por debajo de lo planificado por ley en 2015 y existen denuncias de que en parte su desarrollo se vio impedido por sobreprecios durante el gobierno de Mauricio Macri. Desde la campaña, el presidente Alberto Fernández se pronunció a favor de su desarrollo, aunque hasta ahora no hubo cambios significativos en esta materia.
Como contrapunto, la producción de energía solar y eólica también se caracteriza por ser intermitente: la posibilidad de obtener estos recursos varía según las condiciones climáticas, no todos los días el viento tiene la misma intensidad, por las noches no se puede generar energía solar ni todos los días son soleados. Este carácter discontinuo, hace necesario desarrollar tecnologías para el almacenamiento de estos recursos, tal que se guarde el exceso de producción hasta que sea necesario. Hoy en día no existe aún un método lo suficientemente eficaz como para que estas fuentes puedan abastecer la demanda actual, es decir no pueden funcionar como energías de base. Un tipo de almacenamiento muy avanzado y difundido últimamente son las baterías de litio, que puede utilizarse para electricidad, incluso para transporte. Pero el litio no es renovable y el impacto ambiental de su extracción es actualmente un tema en debate. Además sólo resuelve el almacenamiento diario de energía pero no el estacional (guardar el sobrante del verano para usarlo en invierno por ejemplo), ni su transporte de un lugar a otro. Una solución a estas problemáticas son las pilas de hidrógeno, pero aún no se llegó a un desarrollo tal que hoy en día puedan ser utilizables a una escala significativa. Además, el hidrógeno podría utilizarse para la calefacción de edificios y para otras cuestiones.
Un caso aparte es el de la energía hidráulica, que hace un aporte notorio en nuestro país y cuya producción y eficiencia son mucho mayores que las de las otras fuentes renovables. Hoy en día, es posible utilizarla como energía de base para una porción de la demanda existente y nuestro país posee una condiciones naturales muy favorables para su desarrollo. No obstante, si bien es la fuente renovable con menor emisión de CO2 en su ciclo de vida (desde su construcción, hasta su desmantelamiento), tiene un impacto ambiental mayor en la biodiversidad de los ecosistemas y, por lo tanto, para los servicios que estos prestan a las poblaciones.
Energía nuclear: ¿un peligro ambiental o una alternativa más sustentable?
Existe otra alternativa además de los combustibles fósiles y las fuentes renovables: la energía nuclear. Presenta enormes ventajas: no produce casi emisiones (menos aún que algunas fuentes renovables), solo las generadas por la construcción y desmantelamiento de las centrales. Tiene una gran potencia, es muy eficiente y es una energía de base. Y no requiere territorios extensos para su construcción, a diferencia de la eólica y la solar. El principal aspecto negativo es que su fuente no es renovable. Además, requiere que la construcción de las centrales sea muy cuidadosa, ya que una falla puede llegar a tener efectos fatales.
A pesar de sus múltiples beneficios, determinados sectores se han dedicado a construirle una mala imagen, apoyados datos que son al menos cuestionables. Un conocido ejemplo es Greenpeace que sostiene ya hace décadas una cruzada contra la energía nuclear, que a priori podría calificarse como inocente y hasta insólita.
Aunque no es tan insólita si se tienen en cuenta los intereses de las empresas petroleras, para cuyas ganancias el sector nuclear representa una fuerte amenaza. El conflicto comenzó en los años 70, cuando el alza del precio del petróleo llevó a muchos países, como Francia y Alemania, a motorizar el uso de energía nuclear a mayor escala. Entonces, los intereses de las petroleras iniciaron su intento de dar mala prensa a su competencia. Esto coincide temporalmente con los primeros reclamos por parte del ambientalismo en contra de esta fuente. Y poco a poco esta disputa se fue introduciendo en la política europea. En Francia, por ejemplo, ya en 2012 el presidente Hollande propuso reducir un tercio de la producción nuclear en las próximas décadas y cuatro años después se cerró la central más antigua del país galo. A pesar de que esta política de retroceso continúa, el presidente actual hizo recientemente declaraciones muy favorables sobre la importancia de esta producción en la soberanía del país : «Todo lo que hace de Francia una potencia independiente, escuchada y respetada se basa en la industria nuclear».
Igual que el miedo de los monstruos a infectarse por entrar en contacto con les niñes en Monsters Inc., las críticas desde el ambientalismo eurocentrista como Greenpeace a la energía nuclear no son precisamente sólidas. Más allá de la invocación del incidente Chernobil, quizás el más fuerte argumento esgrimido es que se trata de una fuente energética sucia, lo cual es completamente falso. No solo tiene un nivel de emisiones de gases de invernadero muy bajo sino que los residuos radiactivos generados son almacenados hasta que pierden actividad y dejan de ser peligrosos.
A diferencia del resto de los países de Latinoamérica, Argentina tiene una fuerte tradición en esta industria. Atucha I fue la primera central nuclear de América Latina y el desarrollo ha continuado hasta el día de hoy. No obstante, el interés por la energía nuclear no fue continuo. Este sector fue desmantelado en la década del 90 y recién con el lanzamiento del Plan Nuclear Argentino, durante la presidencia de Néstor Kirchner, la actividad se comenzó a revitalizar. Nuevamente, con el gobierno de Macri comenzó un profundo desfinanciamiento al sector nuclear. Se redujo el presupuesto de CNEA con un recorte del 53 por ciento en esos 4 años. Se tiraron abajo los acuerdos firmados con China y Rusia durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner para construir tres centrales de potencia.
En estos últimos años se avanzó en Argentina con el desarrollo del reactor experimental CAREM, que en el presupuesto 2021 tiene una asignación presupuestaria prioritaria. Se trata de un reactor pequeño, cuyas características lo hacen ideal para la cobertura eléctrica en zonas alejadas de los grandes centros urbanos, polos fabriles con alto consumo de islas. Sin embargo, esta forma de producción sigue sin representar una parte significativa con respecto a la matriz energética total, a diferencia de países como Alemania y Francia.
Reflexiones finales
Al igual que los habitantes de Monstruópolis pudieron encontrar una nueva forma de producir energía que no sea a costa del sufrimiento de millones de personas, es posible seguir un camino similar en nuestras sociedades. Para ello, es necesario preguntarnos cuáles son los intereses que sostienen este modelo y qué alternativas son factibles.
Existe una gran variedad de modelos tanto vigentes como posibles de producción de energía. Todas las fuentes tienen su impacto ambiental, sus ventajas y desventajas, algunas con mayor impacto que otras. Hoy en día las energías renovables tienen limitaciones para suplir el total de la demanda mundial. En algunos años, con la debida inversión en ciencia y tecnología, el panorama puede ser más favorable. La energía nuclear y la hidráulica representan alternativas viables actualmente para reemplazar en cierto porcentaje a los combustibles fósiles. ¿Podemos hacer una síntesis de estas múltiples alternativas para pensar un desarrollo energético más sustentables?
Estudiante de Ciencias Biológicas en la Universidad de Buenos Aires y de Fotoperiodismo en ARGRA.
Ingeniera Química y docente en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires. Hizo su tesis en la Comisión Nacional de Energía Atómica.