Una hermosa frase dice: “peronistas somos todos”, y en los tiempos que corren vale agregarle: y todas. Pienso que es la frase que mejor sintetiza al peronismo, porque significa que se ha vuelto tan amplio, tan general, que ya no tiene sentido discutir de "peronismo" en abstracto.
Hace apenas un par de días falleció quien fuera tres veces gobernador de la provincia de Córdoba, José Manuel De la Sota, a la edad de 68 años. En un accidente de auto por cierto trágico, indeseable para cualquier ser humano, mientras cumplía por estos días (y estos meses) un papel en la política argentina tan central como incierto: sus reuniones con CFK eran, con el mismo énfasis, tan desmentidas como corroboradas, la posibilidad de considerarlo como un vector de unidad contra el macrismo era, al mismo tiempo, rechazada y bien recibida; y la discusión sobre si El Hombre representaba algún tipo de ala progresiva dentro de Unión Por Córdoba (reformulación cordobesa del PJ) en contraposición a Juan Schiaretti, venía partiendo las aguas desde hacía un rato largo en el campo popular cordobés.
Lo cierto es que su muerte no le pasó por el costado a nadie. Por el contrario, inmediatamente se supo, comenzó vía redes sociales una suerte de guerra encarnizada por la disputa del sentido de José Manuel De la Sota, su política, su legado, sus 20 años de Gobierno y su inclusión (o no) como mito y figura en la identidad y mística peronista.
Al calor del contraste.
Es preciso atender que frente a la muerte de una figura pública, las contradicciones que nos caracterizan a todos cuando hacemos política, se contrastan hasta sacarse chispas. El De la Sota dirigente de los barrios populares y el De la Sota de la Córdoba policializada no se anulan ni se complementan, sólo se contradicen y es una ecuación que no se puede resolver por vía lógica. Podemos sumar elementos de un lado y del otro, podemos decir: él también estuvo desaparecido, podemos recuperar el testimonio de viejas militantes peronistas de los barrios de Córdoba, podemos poner sobre la mesa el Boleto Educativo Gratuito, podemos hablar del Boleto Obrero Social, las largas filas de gente que se hicieron para ir a despedirlo a la Casa de Gobierno. Pero también podemos decir: la cantidad de chicos y chicas de los barrios populares de Córdoba detenidos, torturados, perseguidos bajo la figura de merodeo (que no era otra cosa que portación de rostro) que acuñaba el viejo Código de Faltas. Podemos decir: Facundo Rivera Alegre, Yamila Cuello, podemos hablar de la narco-policía, creada, formada y engrosada durante los veinte años de su Gobierno, podemos sumar la reforma del Estado y la educativa.
Todo elemento es necesario, porque es sabido que la memoria cortoplacista no es la más útil para hacer política. Y cada elemento lejos de resolver la contradicción, la agudiza. Pero lo que es cierto es que cualquier relato que querramos construir sobre aquella figura, cualquier posición política que tomemos, implica necesariamente un recorte. Es decir: esas contradicciones existentes que no se pueden resolver por la vía de la lógica, se resuelven por la vía de la política. Y esto implica, necesita y hace parte de la construcción de identidades.
El peronismo como identidad
Hay un ejercicio que es natural y fundante que es el de la identidad. Desde su reciente muerte, muchos compañeros y compañeras deciden sumar a De la Sota a su identidad como peronistas. Pero ese ejercicio de la identidad, natural y fundante de cualquier posibilidad política, es también un ejercicio primario. Es decir: es sólo un primer paso, son las cosas que hacemos cuando tenemos quince años y leemos por primera vez el Manifiesto Comunista o cantamos con el pecho hinchado la Marcha Peronista. Son los ejercicios de autoconstrucción que hicimos cuando compramos una remera del Che Guevara o de Evita, y nos tatuamos la estrella roja comunista o la estrella federal. Y son los ejercicios que volvemos a hacer cada tanto, como hacen algunos peronistas ahora.
Pero la identidad no resuelve la política, sólo te deja entrar. No te dice con qué orientación estratégica, con qué táctica, cuáles van a ser tus aliados y cuáles tus adversarios. Eso después es más complejo, y lleva años de militancia, de hacer-la-política aprenderlo.
Sin embargo, de todo lo que se dijo sobre José Manuel De la Sota, El Hombre, el animal político, el peronista por excelencia, aparece un elemento que tiene impacto no sólo en la construcción de la identidad, sino en la política real.
El cordobesismo del 70%
Se puede intentar construir el relato épico de la Córdoba Peronista, que llevo a De la Sota (y sus alternancias con Juan Schiaretti) durante 20 años consecutivos al gobierno provincial. Pero este relato es difícil de sostener sobre algunos datos duros, y es peligroso porque le podemos errar muy grueso en la estrategia si partimos de un diagnóstico tan forzado. En la mismísima tierra de Agustín Tosco y de la Reforma Universitaria, Cambiemos ganó en el balotaje de 2015 con el 71,51%, y se volvió a imponer en 2017 con el 48,47%. ¿Cómo explicamos eso en una provincia donde el PJ gobierna hace 20 años?
Bueno, sabemos que no es uni-causal: que el PJ ha podido sostener su hegemonía trazando un pacto de gobernabilidad con la UCR, que la UCR siguió creciendo en la provincia en la distribución de municipios que se hicieron, que esa base territorial es la que usó Cambiemos para federalizarse, que fue dudosa la fiscalización que garantizó UPC en el balotaje de 2015, que Juan Schiaretti le ha brindado gobernabilidad al gobierno nacional de Mauricio Macri, etc.
Por eso, ya fuera del duelo y de la construcción de identidad, si hablamos de «peronismo» es preciso (siempre) decir de cuál y de qué proyecto político. Hay un país entero que está en peligro porque nos gobierna lo peor de una derecha astuta, “nueva” y reformulada. Y hay un gobierno provincial que no representó oposición ni alternativa a eso.
Es por esto que hay que precisar que no se construye en la misma clave la identidad política que el proyecto político. Ninguna estrategia ganadora se va a consolidar sobre la exacerbación de una identidad política, ni sobre la negación de las otras. Nos hacemos falta: las zurdas, las kirchneristas, las progresistas, las peronistas. Hay marcos de unidad posible por fuera de las estructuras tradicionales, pero es necesario que nuestra propia identidad no se nos vuelva una trampa donde sólo querramos hacer seguidismo de los que se parecen más a nosotres.
Duranbarbista de izquierda.