Feminismos: entre la resistencia permanente y la integración (I)

Por Florencia Minici
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Parados sobre los avances redistributivos y de políticas sociales de la última década, los feminismos populares se abren paso en un contexto adverso. Los proyectos políticos de las élites globales buscan “nuevos rostros” para tensionar a un movimiento que en su génesis expresa una oposición radical a los proyectos neoliberales.

Un debate recorre nuestro tiempo: aquel que interroga la política feminista entendida como articulación “desde abajo” [1. En los últimos años las resistencias anti-neoliberales han sido capaces de producir instancias de articulación de demandas y de interlocución con otras experiencias, así como con el Estado y las estructuras sindicales, políticas y sociales, produciendo un desborde y haciendo llegar sus demandas como producto de procesos asamblearios y de movilización, y no como resultado políticas instituidas previamente o impulsadas en primer orden desde el Estado o las direcciones de las organizaciones.] y resistencia antineoliberal, ante las estrategias neoliberales y neoconservadoras de gobierno que despliegan, entre otras, un conjunto de políticas identitarias, individualistas, nacionalistas y a la vez de subalternización de los sectores populares.

*Una versión extensa del planteo de este artículo se puede leer en «Los feminismos ante el neoliberalismo», de Malena Nijensohn (comp.), Isabell Lorey, Virginia Cano, Florencia Minici e Ileana Arduino (LATFEM y Ediciones La Cebra, 2018).

Este es el caso de la restauración neoliberal en Latinoamérica, donde estas políticas están acompasadas por variantes de lo que ya en los años ochenta se conocía como un “monetarismo de baja intensidad”: gobiernos que acceden al poder del Estado con un discurso antiinflacionario y en contra del “exceso” en el gasto público, al cual le atribuyen, junto con los salarios elevados, la clave de los grandes “males” de la economía y promete dar una pelea contra los altos índices inflacionarios; pero una vez en el gobierno, no llevan a cabo las llamadas “metas de inflación”, sino formas brutales de disciplinamiento mediante la reestructuración del Estado, el desempleo y el uso desmedido de las fuerzas de seguridad.

En la Argentina en 2015 llegó al poder una alianza de grupos políticos de derecha y centro impulsada por las principales corporaciones económicas y financieras, decididas a reactivar el ciclo histórico de endeudamiento. El plan económico se centra en el proyecto de una Reforma del Estado en tres planos: el laboral (a través de la flexibilización), el previsional (haciendo retornar el régimen previsional a las finanzas como fondos factibles de ser usados en el sistema de endeudamiento) y el sistema de salud.

El proyecto reformista de la Alianza Cambiemos se basa en la profundización y la producción de precaridad [2.Uso el término “precaridad” tal como lo desarrolla Judith Butler, para indicar las formas inducidas de precariedad y su distribución diferencial. Lo diferencio del término “precariedad” que hace referencia a la condición vulnerable que atraviesa toda vida por su dependencia de lxs otrxs y lo otro.]; al mismo tiempo, el temor a la pérdida del empleo o a quedar por fuera del régimen previsional de asignaciones y pensiones operan como elementos disciplinadores, junto con grandes acciones de represión de la protesta y fusilamientos preventivos de presuntos delincuentes que entre 2015 y 2018 se cobraron varias vidas. [3. Desde el Estado se propuso desde una redefinición en la doctrina de seguridad interna. La misma se popularizó recientemente como “Doctrina Chocobar”, en alusión al beneplácito que el presidente Mauricio Macri y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich le otorgaron al policía Chocobar luego de que asesinó a un joven al intervenir en un robo contra Frank Joseph Wolek, turista estadounidense. El caso se trató de un exceso de la legítima defensa en el cual el agente de la Policía de la Provincia de Buenos Aires fusiló a Pablo Kukoc luego de reducirlo en la calle.]

Ante las reformas mencionadas se articularon resistencias desde diversos sectores sociales y políticos, con el feminismo organizado como el actor más masivo, unitario y transversal, en un país de voluminosa historia activista de derechos humanos, sindical y política. Estas resistencias se encuentran discutiendo el proyecto neoliberal de precarización desde una perspectiva que oscila entre, por un lado, los proyectos de retorno a un Estado con rasgos benefactores (en la segunda parte vamos a esbozar un mapa de este problema, entendiendo que el Estado social no ha sido exitoso en desencajar las formas desiguales de la división sexual del trabajo que una perspectiva feminista del trabajo, el sindicalismo y el activismo en general intenta poner en escena. Una nueva clave de la política social con énfasis en este punto puede renovar el debate al respecto) y, por otro, una crítica radical del capitalismo: todas las perspectivas convergen de manera unitaria en un anti-neoliberalismo en el cual la igualdad de género es uno de los mayores ejes aglutinadores de demandas que transversalizan las violencias económicas y sexuales.

 

…se articularon resistencias desde diversos sectores sociales y políticos, con el feminismo organizado como el actor más masivo, unitario y transversal, en un país de voluminosa historia activista de derechos humanos, sindical y política.

 

Entre las grietas

La estrategia de recomposición del poder y la participación en la renta por parte de elites de clase, género, raza, con un componente religioso institucional importante en muchos casos, se llevó a cabo numerosas veces desde los años setenta en distintos países del mundo como respuesta a distintos “retrocesos” capitalistas y las crisis de la economía y la política. Estas son sólo algunas de las coordenadas coyunturales en las cuales las resistencias antineoliberales deben llevar a cabo diversas estrategias.

La creciente financiarización de la economía mundial conectó procesos y crisis, tanto en lo económico como en lo político. Las llamadas nuevas derechas europeas encuentran en sus paradigmas muchos puntos de contacto con la realidad de otras derechas neoliberales como las latinoamericanas, incluso en rasgos como la esclavocracia típica de la derecha brasileña que llevó a cabo hace poco un golpe contra el gobierno de Dilma Rousseff [4. En el 2016 el gobierno de Dilma Rouseff fue destituido mediante un impeachment a causa de un presunto “crimen de responsabilidad administrativa” debido a la autorización de gastos no contemplados en el presupuesto. La destitución fue tramada por sectores ultraconservadores y de derecha, vinculados a los bancos, la iglesia evangélica, los medios masivos de comunicación, las fuerzas armadas y otros sectores. El analista argentino Atilio Borón definió al impeachment como un “golpe blando” que podría extenderse por todos los países de la región.]. Las sucesivas crisis financieras mundiales afectaron a casi todas las economías occidentales. Es en este contexto que los feminismos contemporáneos no pueden ser analizados, practicados ni legibles por fuera de una tensión entre resistencias e integraciones en los contextos de restauraciones y avances neoliberalizadores, tanto en Europa como en América Latina.

Foto: Lucía Prieto.

La preeminencia de la cuestión migratoria en experiencias feministas situadas en Europa (como es el caso de grupos vinculados a Ni Una Menos en Berlín, Italia o Austria), ante las cada vez más duras políticas de fronteras, o la articulación de un feminismo que conjuga las luchas contra las violencias sexuales con las económicas en Argentina, son ejemplos de esto.

En el caso de Argentina, los feminismos han logrado interpretar un momento general de retroceso en materia de derechos y justicia social como un momento que a la vez puede ser de avanzada para algunas demandas particulares como el aborto legal o las licencias parentales y por violencia de género en un contexto de flexibilización laboral.

En el marco de una gobernabilidad neoliberal, los llamados feminismos populares pueden definirse como aquellos capaces de colarse en las grietas entre los restos de las políticas de la década anterior –signada por importantes avances sociales y la discusión en torno al reparto de la renta– y el auge de las reformas y las reestructuraciones. En este sentido, un gobierno como el de la Alianza Cambiemos en Argentina es capaz de poner en discusión determinadas demandas históricas del feminismo en una tensión que intenta contener el ascenso de un movimiento de masas sin otorgar transformaciones económicas estructurales a favor de la población, pero a la vez permitiendo algunos enclaves de conquistas ante las cuales el feminismo se encuentra en medio de un debate fundamental.

 

En el caso de Argentina, los feminismos han logrado interpretar un momento general de retroceso en materia de derechos y justicia social como un momento que a la vez puede ser de avanzada para algunas demandas particulares como el aborto legal o las licencias parentales y por violencia de género en un contexto de flexibilización laboral.

 

Empoderamiento neoliberal o resistencia permanente

En las elecciones del 2017 en Alemania, el ultraderechista Alternativ für Deutschland (AfD: Alternativa por Alemania) se presentó una vez más. Su debut en los comicios de la democracia había sido en el 2002. Por ese entonces obtuvo –y desde allí fue consolidándose en los últimos años– un piso del 4,3%, hasta llegar al 13% obtenido en 2017 en una elección que lo acercó a la socialdemocracia, quien a la vez hizo su peor elección desde 1949 con un 21% de los votos.

 

Son 95 las bancas que la derecha islamófoba y antieuropea alemana obtuvo en el parlamento desde esta elección en un parlamento de 690 bancas. De este modo, la ultraderecha pasó a ser la tercera fuerza en Alemania, con una irrupción parlamentaria que no se daba desde la Segunda Guerra Mundial. Este acontecimiento no presentó sorpresas, ya que desde hacía tiempo diversas encuestas indicaban –y, por supuesto, manipulaban– que AfD se perfilaba como tercera fuerza electoral en el país que hasta ahora es, posiblemente, el más estable de la Unión Europea.

Las derechas islamófobas, anti-refugiados y antieuropeas ya no se declaran necesariamente homofóbicas. Más bien lo contrario, suelen incluir en sus filas a exponentes binarios de hombres y mujeres cis gays y lesbianas que reclaman para sí en sus discursos los ideales de pureza étnica y de nación blindada. Un ejemplo es el de figuras como la de Alice Weidel, una suerte de representación mediática estética-política de una variación del empowerment femenino en los videos que circulan por YouTube y que se hicieron virales en el último tiempo, en las entrevistas que da con frecuencia y también en sus intervenciones en los actos de Alternativa por Alemania. Weidel es la economista, ex banquera, lesbiana y actual parlamentaria alemana del Bundestag que mejor expresa al “nuevo rostro” de la ultraderecha.

Los feminismos pueden ser quienes discutan los usos del empoderamiento mediante diversas praxis de empoderamiento no individualistas, alternativas a la reproducción del poder pastoral que, por ejemplo en América Latina, articula al Evangelismo y distintas iglesias con el poder financiero internacional en una cultura de la auto-superación y la exaltación del logro individual y lo identitario.

En este sentido, las narrativas feministas del empoderamiento pueden ser un buen faro para los feminismos mundiales y una alternativa comunitaria y organizada que no promete la autosuperación definitiva ni el fin de la precaridad sino una suerte de resistencia permanente. El proceso que en los últimos años evidenció un avance constante de los feminismos en América Latina, traccionando paros internacionales en todo el mundo, quizás sea el indicio de una recuperación internacional de la resistencia anticapitalista que se viera asfixiada a partir de la Segunda Guerra Mundial y las dictaduras del Cono Sur de fines del siglo XX.

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Etiquetas: Feminismos

Una fanática de los boliches. Entre escrituras/ Co-directora en @latfemnoticias. Revista Mancilla. Miembra de NiUnaMenos