Fallecimiento de Fernando Solanas

Un Pino que se va y un Pino que se planta

Por Sebastián Giménez
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Hay trayectorias personales que marcan una generación: sus sueños, sus derrotas, sus luchas y sus anhelos. Como miembro del Grupo Cine Liberación, pasando por la dictadura, la resistencia contra el menemismo y hasta sus últimos días, Pino abocó su vida y obra a la lucha por las causas justas en este país signado por las desigualdades.

A los ochenta y cuatro años y allá lejos en París falleció Fernando Pino Solanas el 6 de noviembre. Fue víctima de la pandemia que asola el mundo mientras se desempeñaba como embajador argentino ante la Unesco. Ese terrible poder de contagio del virus lo tomó también a él, como uno más en el mundo, como fue uno más también en la Argentina. Hombre sencillo, de a pie junto a su pueblo.

Recuerdo una imagen de los 90, la década menemista y una marcha en la Plaza de los Dos Congresos. Estábamos con mi viejo Rafa y mis hermanas Vero y Ceci. Una movilización de protesta, de las que hubo varias en esas épocas, y en las que se cantaba: “Traigan al gorila musulmán /para que vea / que este pueblo no cambia de idea / lleva la bandera de Evita y Perón”. En medio de la multitud, lo vimos caminar a él, lejos de los escenarios, como un hombre del común, su marcha acompañada por un bastón fruto de un atentado que había sufrido. “Aguante, Pino”, lo saludaba cariñosa la gente, él sonreía, levantaba un brazo y hasta se ruborizaba un poco. Caminaba despacio como uno más en la catarata humana.

En esa década signada por la hegemonía del menemismo, fue líder en la formación del Frente Grande en 1993 junto a Graciela Fernández Meijide, Chacho Álvarez y partidos como la Democracia Cristiana, el Partido Comunista y el Partido Intransigente. Recuerdo en los 80 que mis viejos Mecha y Rafa siempre votaban al Partido Intransigente, y tarareaban un poco el “Alende, Alende, Alende Presidente”. El Frente Grande venía a traer, además de la integración de los partidos que lo componían y que eran de viejo arraigo, la idea de que el peronismo era otra cosa, oponiéndose frontalmente a las políticas de privatizaciones y desguace del Estado. Exteriorizando que el país estaba sufriendo una impostura de parte del Partido Justicialista, que traicionaba su legado histórico y su ideario originario.

¿Y quién mejor que Pino Solanas para decirlo, con su carisma y claridad de exposición en donde hubiera un micrófono dispuesto a escucharlo? El hombre que había entrevistado a Perón a fines de los 60 con el Grupo Cine Liberación junto a Octavio Getino y Gerardo Vallejo, de cuyos diálogos nacieron películas como la célebre La Hora de los Hornos. Filmes que se veían de mano en mano a escondidas de la policía en el contexto represivo de dictaduras y proscripción del movimiento político mayoritario en el país. Un cineasta del subsuelo de la patria sublevado Solanas. Le iban a decir a él lo que era el peronismo, que había filmado en 1971 la Actualización política y doctrinaria para la toma del poder. Luego, sus películas de los 80 exteriorizaban cierta desilusión por las promesas que no se concretaron con la vuelta de la democracia. Una célebre fue Sur, que puede considerarse un elogio a las personas que supieron decir No. En parte, como en su propia vida inconformista, que lo llevó a transitar tantas facetas y devenires: director, guionista, intérprete. Senador, diputado, legislador. Esos tipos que les podés preguntar: ¿Vos de qué jugás? Y te contestan: de lo que el equipo me necesite. Peronista siempre, eso sí. En la década menemista, sus películas hacían foco en la miseria que creaba el modelo de la convertibilidad intentando discutir con el pensamiento único del “déme dos”, el “voto cuota” y los viajes clasemedieros a Miami. En su película “El viaje”, que no fue a Miami, exterioriza de forma paradigmática su crítica al neoliberalismo de forma alegórica.

Foto: Octavio Getino, «Pino» Solanas, Juan Domingo Perón y Gerardo Vallejo. Verano de 1968 en la casa del General de Puerta de Hierro, Madrid.

Durante el primer kirchnerismo, se mantuvo inicialmente al margen y expresando algunas críticas. En esta etapa, filma Memorias del saqueo y La dignidad de los Nadies. Más adelante, agrega películas de índole de denuncia y defensa del medio ambiente como Tierra Sublevada, en sus dos variantes: Oro Negro y Oro impuro.

En 2009, lanza Proyecto Sur con una excelente elección en la Ciudad de Buenos Aires con el lema PINO SE PLANTA. Como base programática, apuraba por izquierda al kirchnerismo, algo muy interesante si tenemos en cuenta la situación actual, en que el gobierno argentino es apurado por derecha por la oposición mayoritaria. En una comida familiar, recuerdo que en la mesa charlamos con mi tío Ramón y hablábamos de las posibilidades de un movimiento progresista en el 2011. Armamos un mapa y decíamos: Pino en la Ciudad, Hermes Binner en Santa Fé y Luis Juez en Córdoba. El devenir de los acontecimientos políticos y de las figuras de las que hablamos lo volvió imposible. Solanas fue elegido diputado y mantuvo posiciones críticas al kirchnerismo pero no de forma cerrada. Acompañó la ley de Medios de Comunicación Audiovisual luego de que modificaran un artículo que interpretó que “le daba el control a las Telefónicas”. Aportaba en cada debate una mirada atenta a que no se impusieran poderes corporativos.

El devenir de la política y el desgaste del kirchnerismo lo hizo tantear una alianza legislativa con la inefable Elisa Carrió hacia 2013 en el frente UNEN, por el que fue electo senador. Huyó de la entente de forma despavorida cuando devino en la unidad con el macrismo. Macri es el límite, pareció decir como en su momento el líder radical Raúl Alfonsín. En eso se pareció al Canca Gullo, que hacia el 2003 también había intentado una alianza con la líder radical. En ese hecho se hermanan dos figuras parecidas ideológicamente y que parecen exteriorizar una común actitud, en esos momentos, de buscar por fuera del PJ lo que el partido no podía darles. Intentar hacer peronismo o alzar las verdaderas banderas del justicialismo por fuera del partido. Los dos intentos terminaron siendo infructuosos, volviendo ambos o decantando sus trayectorias a las fuentes del peronismo.

El 2019 lo encontró en el Frente de Todos apoyando la candidatura de Alberto Fernández que venció al macrismo. Dejó de lado actitudes puritanas que a veces se observan en sectores progresistas o de izquierda y decidió fundirse en esa argamasa de dirigentes de distintos espacios y pensamientos para ganar e intentar otro modelo al ejecutado en los cuatro años de Cambiemos. Recibió su última responsabilidad institucional como embajador del país ante la Unesco. Ahí lo sorprendió la muerte por esta pandemia que golpea al mundo y se encarniza especialmente con las personas de mayor edad. Sufriendo como cualquier otro de tantos. Mostrando una vez más que nunca vivió en una burbuja, en un barrio cerrado, ni siendo su preocupación ponerse a salvo de los peligros. Poniendo el cuerpo como cualquier hijo de vecino. Deja un importante legado cultural plasmado en películas y una biografía de búsquedas políticas situada en su pueblo, experimentando victorias, derrotas, coherencias y contradicciones. Como cualquier hombre del común, se va como uno más pero no fue uno cualquiera. Una vida comprometida con su tiempo y que renace o se ve reflejada en tantos artistas y militantes de esa cosa que intenta cambiar las cosas con métodos pacíficos: la política. Un Pino que se va, y un Pino que se planta.

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Etiquetas: Argentina
Sebastián Giménez

Escritor, trabajador social y profesor de enseñanza primaria. Publicó tres libros. El último tren: un recorrido por la vida militante de José Luis Nell (ediciones digitales Margen, 2014); Veinte Relatos Cuervos. Alegrías y tristezas de vivir una pasión (2018, versión digital en Portal San Lorenzo WebSite) y Los años del macrismo y una salida inesperada (ed. Digitales Margen, 2019).