¿Por qué molesta Palazzo?

Por Juan Cruz Lapenna
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Sergio Palazzo, secretario general de la Asociación Bancaria, se ha convertido en estos días en blanco de ataque predilecto del gobierno, empresarios poderosos y medios de comunicación oficialistas. Operaciones históricas para estigmatizar el significante sindical se conjugan con las características de un dirigente singular.

En pocas horas lo cuestionaron Marcos Galperín, el dueño de Mercado Libre; Cristian Ritondo, ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires; Horacio Rodríguez Larreta, jefe de gobierno porteño y el propio presidente de la Nación. En el medio de operaciones de prensa feroces, en las que se destacaban supuestas declaraciones que Palazzo jamás pronunció (“quiero ser el Moyano del sistema financiero”), un periodista dijo por radio, a propósito de su figura, que en Estados Unidos habían solucionado los problemas con Jimmy Hoffa (dirigente camionero de ese país), matándolo. Literalmente.

Quebrar la organización de los trabajadores, reducirla a su mínima expresión o eliminarla es uno de los grandes anhelos históricos de los sectores dominantes en este país. Lo han intentando por todos los medios según las distintas épocas: desde dictaduras brutales que implicaron exterminio físico de dirigentes obreros hasta el desarrollo de campañas permanentes de demonización y estigmatización a través de los medios de comunicación.

Sergio Palazzo es una piedra en el zapato del macrismo. En 2015 planteó que prefería discutir impuesto a las ganancias con Scioli y no despidos con Mauricio Macri. No se equivocó. Es un dirigente que ha enfrentado al gobierno de los ricos desde el inicio, planteando las reivindicaciones propias de nuestro gremio pero también una oposición clara a este modelo económico de hambre y miseria. Cuatro años después, cuando la realidad le ha dado la razón y en vísperas de unas elecciones decisivas, Palazzo encabeza un amplio arco de sindicatos (el Frente Sindical para el Modelo Nacional) que, contra la postura dialoguista de la conducción de la CGT, enfrenta el ajuste de Macri e impulsa al Frente de Todos como la mejor alternativa política para salir de este desastre. Este es el contexto del ataque que viene sufriendo.

Operaciones históricas

Vivimos en un país donde los grandes patrones han logrado instalar en un sector significativo de la sociedad un fuerte rechazo a todo lo relacionado con el sindicalismo.

En el terreno simbólico, una operación histórica consiste en la vinculación directa del universo sindical con la existencia de mafias, violencia, corrupción, traiciones, negociados, etc. El objetivo es siempre el mismo: debilitar las herramientas gremiales para eliminar derechos y reducir el «costo» laboral (salarios), aumentando los márgenes de rentabilidad. Vale aclarar lo obvio: una cosa es que en el ámbito sindical haya existido y existan algunos o todos esos elementos (como existen en todos los espacios de la vida social), y otra es que el significante “sindicalismo” aparezca asociado inmediatamente, para una porción importante de la población, con una serie de características negativas que parecen inherentes a su significado. En la afirmación y reafirmación de esa creencia los medios de comunicación cumplen un papel central.

No es casualidad que mientras se desarrolla un ataque contra Sergio Palazzo, coordinado entre el gobierno y Clarín, se reproduzcan imágenes violentas de enfrentamientos entre “bandas” sindicales, donde no nos cuentan ni qué pasó ni cómo ni quiénes, porque a nadie le importa. Si la cadena discursiva incluye los eslabones “bandas sindicales”, “violencia”, “tiros”, “mafia”, el propósito estará cumplido. Al mismo tiempo se presenta como novedad una telenovela en prime time que narra la vida de un sindicalista con todos los condimentos que refuerzan el estereotipo ya construido.

Fue y es una operación parcialmente exitosa porque es una creencia compartida y sostenida, lamentablemente, por muchos más trabajadores y trabajadoras de los que nos gustaría admitir. Si no logra plenamente su objetivo es porque la clase obrera argentina aún conserva fuertemente arraigada, contra los pronósticos más escépticos, una importante capacidad de movilización y resistencia.

Una segunda operación histórica, que hoy toma mayor protagonismo, es relacionar los derechos laborales consagrados en convenios colectivos a un pasado arcaico que impediría atraer inversiones y por lo tanto que el país se desarrolle. En este caso, el objetivo es generar consenso en torno a la idea de que la única modernización posible es sinónimo de flexibilización y precarización laboral. Una de las premisas esenciales del neoliberalismo es que no hay otro camino para el progreso que no sea naturalizar la pérdida de derechos. Entonces tiene sentido que quienes, como Palazzo, postulan la necesidad de proteger los derechos laborales, sean tildados de “arcaicos” y “atrasados”.

Sergio Palazzo molesta porque es un dirigente imposible de encuadrar en el estereotipo negativo de sindicalismo que esos sectores han construido a lo largo de décadas. Quisieron domesticarlo reduciendo aportes para la obra social y fracasaron. Quisieron apretarlo con carpetazos y fracasaron. Quisieron judicializar su accionar gremial, y también fracasaron.

Basta escucharlo un poco para advertir que exhibe una solidez argumental difícil de encontrar en la fauna política. Que no es prepotente ni suena como un matón, pero defiende contra viento y marea los intereses de los suyos, nuestros intereses. A tal punto que La Bancaria es uno de los pocos gremios que, en medio de un retroceso brutal del nivel de vida del conjunto de los trabajadores y trabajadoras, ha conservado relativamente el poder adquisitivo del salario de sus afiliados, ha logrado reincorporar despedidos en medio de olas masivas de despidos y ha logrado preservar el convenio colectivo en un contexto de fuertes maniobras de flexibilización laboral.

Palazzo molesta porque está a la ofensiva. Ha redoblado la apuesta y propone una agenda de temas para discutir: el más importante de ellos tiene que ver con la forma en la que se desarrolla la innovación tecnológica en el sector financiero. El planteo de la Asociación Bancaria es muy claro: que la innovación tecnológica se desarrolle respetando las regulaciones que preservan la estabilidad laboral y los derechos de los trabajadores que prestan servicios financieros.

Pero lo que más les molesta de Palazzo es que expresa, como ningún otro, la necesidad de que las organizaciones de trabajadores no se limiten a discutir cuestiones reivindicativas sino que avancen en la construcción de un programa político propio. Lo atacan porque interviene en los debates políticos fundamentales desde el movimiento obrero, con un programa de defensa de la soberanía nacional y de los intereses populares.

Molesta porque levantó la voz en defensa de los trabajadores, sumó voluntades, planteó los debates de fondo, propuso una alternativa política y nunca claudicó frente a la miseria planificada que propone este gobierno.

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Etiquetas: Argentina

Lic. en Comunicación (UBA), delegado CGI Banco Nación. Militante amante de la vida, de Racing y de Liniers.