¿La unión hace la fuerza?

Por Julián Medina
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La Unión Europea cuestionada por su accionar a la hora de rescatar a los países más perjudicados por la crisis financiera del 2008, y desgastada por lo que conllevó el Brexit, logró un acuerdo histórico que presenta más incógnitas que certezas.

Contexto regional

La semana pasada fue noticia el histórico anuncio de la Unión Europea respecto al acuerdo al que se llegó, entre los distintos estados miembros y sus jefes de estado, para la creación de un fondo de recuperación millonario destinado a afrontar la crisis devenida de la pandemia y así poder fortalecer a Europa y particularmente a los países más afectados.

El acuerdo se enmarca en un contexto de creciente escepticismo por parte de los líderes y lxs ciudadanxs de muchos países que integran la Unión, sumado a la crisis económica que la pandemia trajo consigo.

Los últimos años han sido desalentadores para la Unidad Europea y sus principios de solidaridad. La crisis financiera del 2008 que aparejó una crisis económica mundial afectando particularmente a los países más vulnerables de la región (España, Italia, Grecia y Portugal), dejó a la Unión Europea en el foco de atención por su falta de apoyo y contención a las economías de dichos países.

A esta situación se le sumó el episodio del Brexit, referéndum aprobado en 2016, donde se determinaría la salida del Reino Unido de la Unión Europea dejando un escenario plagado de incógnitas y sembrando los fantasmas sobre la disolución de la integridad regional que la comunidad europea viene solventando.

Detalles del acuerdo

Los puntos más destacables del acuerdo:

  • Creación de un fondo de recuperación de 750 mil millones de euros (390 en transferencias y 360 en créditos). Lo histórico del acuerdo es la mutualización de la deuda entre todos los miembros por primera vez en la historia. Es importante destacar que por la presión de los países más ricos se produjo una reducción del 20% en materia de subvenciones para traducirlo en créditos. Esto supuso una quita de 110 mil millones de euros en transferencias directas.
  • La existencia de un “freno de emergencia”. Se crea a partir de la exigencia del derecho de veto de los países bajos para obligar a los países beneficiados a realizar reformas estructurales. Los planes nacionales de inversiones y reformas quedarán sujetas a la evaluación posterior de la Comisión Europea y su aprobación en el Consejo. Los desembolsos quedan supeditados al cumplimiento del plan en caso de ser aprobado.
  • El documento expresa que los planes nacionales deberán ser coherentes con las recomendaciones específicas del ejecutivo comunitario. Estas recomendaciones refieren a cuestiones económicas, laborales, educativas, ecológicas y digitales.
  • Cinco países (Alemania, los Países Bajos, Suecia, Austria y Dinamarca) tendrán descuentos en sus aportes al presupuesto de la Unión Europea. Esto demuestra el claro poder de influencia que manejan los países más ricos dentro de la institución.
  • Los desembolsos serán del 70% en el 2021 y el 30% restante para 2023. Hay un punto en discordia respecto a los recortes presentados para el presupuesto de la UE en 2021-2027, ya que, supondría recortes en investigación y programas para fortalecer el empleo.

¿Integración regional o desintegración euroescéptica?

Existen análisis que comprenden que hay más de negativo que positivo en el acuerdo logrado. Es así el caso del ex ministro de finanzas griego, Yanis Varoufakis (cofundador de Movimiento Democracia en Europa), quien sostiene que el acuerdo no es más que un paso más hacia la desintegración.

A grandes rasgos analiza que las exigencias de la Unión Europea en materia fiscal continúan siendo regresivas porque conlleva a los países a equilibrar sus presupuestos. Además, sostiene que el fondo en términos reales es muy acotado y representa un pequeño porcentaje del PBI de los países más afectados y, por último, señala que las condiciones políticas establecidas representan el sueño de todo euroescéptico.

Por otro lado, hay un aspecto que queda sujeto a la noción de las ciudadanías europeas respecto a la unidad de Europa. Este aspecto es meramente cultural y por ende queda librado a las particularidades de cada país y su sociedad. Las nuevas generaciones que no vivieron la época de posguerra, sumado al creciente euroescepticismo que reflota en un contexto de ascenso de los partidos de ultraderecha en las democracias europeas se presenta como una incógnita para el futuro de la región.

¿Qué dicen los distintos bloques del Parlamento Europeo?

Si bien el acuerdo es resultado del trabajo en conjunto de la gran mayoría de los líderes mundiales y jefes de gobierno europeos, con sus respectivos bloques en el parlamento europeo fortaleciendo el debate, es preciso señalar los análisis respecto a las consecuencias del acuerdo.

En el bloque de mayor representación parlamentaria tenemos al Partido Popular Europeo, que nuclea a toda la centroderecha en el Parlamento Europeo. En voz de su líder Manfred Weber, cuestionaron duramente los recortes al presupuesto 2021-2027 que la Unión Europea prevé luego del acuerdo por el fondo de recuperación: “Sobre el presupuesto, creemos que no da respuestas a los desafíos de los próximos siete años, tiene que estar más centrado en el futuro”. Cuestionan recortes tales como sanitarios en pleno contexto de pandemia, de investigación y de programas de empleo.

Dentro de los bloques más reaccionarios y críticos del acuerdo tenemos al bloque Identidad y Democracia. Expresado por su locutor más reconocido, Nicolas Bay, rechaza el endeudamiento masivo al que se someterá la Unión Europea y cuestiona la utilización de la pandemia como excusa para contribuir al deterioro de la región e “ir en contra de los pueblos y sus intereses fundamentales”. Son los únicos que no apoyan el acuerdo logrado y ocupan el cuarto lugar en representación parlamentaria por cantidad de escaños.

El bloque más minoritario del parlamento, Izquierda Unitaria Europea – Izquierda Verde Nórdica, de la mano de su co-presidente, Martin Schirdewan, señaló su poco entusiasmo respecto al acuerdo considerando una falta de ambición en el proyecto y un claro sesgo de los “egoísmos nacionales” que se pudieron ver en las negociaciones.

En representación del bloque socialdemócrata, la eurodiputada y vicepresidenta del Partido Socialista Europeo, Iratxe García, si bien señaló al acuerdo como histórico indicó que no aceptarán los recortes pensados por el futuro presupuesto europeo: “La UE demuestra haber aprendido de los errores de la crisis de 2008. Ahora , las personas serán nuestra prioridad. Debemos concentrar nuestros esfuerzos en las transformaciones necesarias para una sociedad más verde, justa y digital”.

Es necesario aquí mencionar la importancia del acuerdo para países afectados por la crisis como España. Desde el gobierno del PSOE, liderado por Pedro Sánchez, en su alianza con Unidas Podemos, liderado por Pablo Iglesias, reconocen al acuerdo como un gran logro para poder llevar a cabo las proyecciones de la ONU de Agenda 2030. Las condiciones del acuerdo sobre transformación digital, la transición ecológica y la educación ya se encontraban consideradas por el programa de la coalición para el desarrollo de España. Esto representa una importante inyección de dinero para el gobierno de coalición de izquierda y sus proyecciones.

Tensiones internas

La pandemia solo tensionó aún más los conflictos internos vigentes de la Unión Europea. La crisis devenida funcionó como recurso de los países más vulnerables para exigir una medida extraordinaria que afecte a todos por igual. Esto es comprensible luego de las políticas de endeudamiento público y posterior austeridad fiscal a la que los países más afectados post 2008 fueron sometidos como solución a la crisis, conllevando precisamente una fuerte desinversión estatal en sistemas como el de salud.

Estos episodios no pueden escindirse de la comprensión y análisis de las tensiones vigentes dentro de la Unión Europea antes de la pandemia. Estas son las tensiones que se presentan entre Norte-Sur y Oeste-Este.

En lo que respecta a las tensiones entre el norte y el sur, las diferencias entre los países se enmarcan en una especie de meritocracia estatal que los países más ricos de la región aplican hacia los más pobres.

Mientras los países más vulnerados por las crisis recientes exigían la emisión de bonos comunitarios para solventar los desastres económicos de la pandemia, los países más ricos no aceptaban que los países en crisis, que según sus criterios manejan una irresponsabilidad fiscal, se escuden en la espalda económica de los más ricos. Una especie de lección disciplinadora que deja entrever que los conceptos de solidaridad en la comunidad europea son más ilusorios que reales.

Dentro de los países que se oponían a la creación de un fondo de recuperación en común para toda Europa, encontramos principalmente a Alemania y Holanda como exponentes. Se le suman los autodenominados “países frugales” como Austria, Finlandia, Suecia y Dinamarca. ¿Cuál es la condición por la cual no aceptaban dicho fondo? Precisamente argumentando que ya existen mecanismos de salvataje económico como el “mecanismo europeo de estabilidad”.

El problema reside en que los países más afectados ya han tenido la experiencia de sobrellevar concesiones condicionadas por reformas estructurales o paquetes de austeridad fiscal. La ya cuestionada solidaridad de la Unión Europea, sumado a las asistencias sanitarias de China a países como España e Italia, pusieron en jaque al intento por parte de los países más ricos de desviar el eje hacia mecanismos menos favorables para afrontar la crisis.

El aspecto más interesante del acuerdo reside en la figura de Merkel y de Macron como coordinadores de la negociación, exponentes del neoliberalismo en la región. En principio la canciller alemana se había opuesto a la creación de dicho fondo, sin embargo, ante el creciente escepticismo y la posibilidad de provocar una reacción contraproducente en los países del Este integrados más recientemente (Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia), la líder alemana decidió acompañar al líder francés para establecer consensos entre los distintos jefes de estado. La contracara es la representación de los países más ricos en la figura del primer ministro de los Países Bajos, Mark Rutte.

La Canciller alemana Ángela Merkel en teleconferencia con el Presidente de Francia Emmanuel Macron

Las tensiones Este-Oeste se traducen en las “desobediencias” del grupo conocido como “El grupo de Visegrado”. Con la particularidad de ser naciones previamente comunistas, se caracterizan por rechazar todo postulado político que condicione su accionar en el ejercicio pleno de gobierno. Son estados que se definen por su euroescepticismo, principalmente en términos políticos, rechazando o bloqueando las sanciones a nivel comunitario y reconocidos como “los chicos malos” de Europa.

Si bien hay muchos factores para explicar el acuerdo final logrado, podemos comprender que los principales factores residen:

  • Por un lado en la necesidad de demostrar una Unión Europea a la altura de las circunstancias, capaz de abandonar viejos recelos para poder integrar a todos los países de la región en el camino hacia el desarrollo fortaleciendo los lazos de una solidaridad erosionada en los últimos años.
  • Por otro lado, en la necesidad de evitar la salida de los países del Este y provocar un efecto contagio que se multiplique en varios Brexit más. A su vez, esto no sólo supondría un fuerte debilitamiento de la institución, sino que además supone un peligro para los formatos democráticos en la región dando lugar a posibles hipótesis de conflicto a futuro.

¿Qué nos dice entonces el acuerdo? Podemos comprenderlo como una lección aprendida por la comunidad europea y sus máximos exponentes en la manera de afrontar crisis regionales. O bien podemos comprender que debido a las tensiones vigentes y las condiciones estructurales de la región, librar el destino de los países más débiles para afrontar la crisis a su propia suerte funcionaría como una especie de autoboicot que pondría en jaque la continuidad de la institución como ordenadora de la política y economía europea. Además supondría la libertad en el ejercicio de gobiernos como el húngaro o el polaco, quienes se niegan rotundamente a las condiciones políticas que la Unión les pueda imponer.

A modo de reflexión, el acuerdo llevado a cabo en la Unión Europea nos permite pensar nuestra coyuntura y comprender la decadencia del multilateralismo latinoamericano como consecuencia del ascenso de gobiernos neoliberales en la región. Proyectos tan potenciales como el de la UNASUR han quedado totalmente fuera de plano. La salida de la crisis para nuestra región se encuentra librada a la negligencia de las derechas que accedieron al poder estos últimos años. Al igual que en Europa, retomar procesos de integración regional que pugnen por un desarrollo latinoamericano en conjunto es algo primordial para futuro.

Fecha de publicación:
Julián Medina

Mi título dice que soy politólogo. Suizo argentinizado. No soy neutral en absoluto.