El coronavirus y sus efectos sobre la ecología

Por Juan Ignacio Salerno Ercolani
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La irrupción del Covid-19 trajo consigo efectos positivos que pasaron desapercibidos sobre el medio ambiente, dado el cese de la actividad económica. Como toda crisis, la actual coyuntura puede ser una oportunidad para re-pensar la forma en la que habitamos y nos relacionamos con la naturaleza.

Pasados más de seis meses desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el Covid-19 como una pandemia,  tanto los efectos negativos de su propagación y persistencia, así como las disputas en relación sobre cómo contener el virus han sido numerosas. En la mayoría de los países del mundo, en algunos más tarde que en otros, se ha impuesto una cuarentena como en Argentina, o se ha restringido la movilidad de diversas maneras. El resultado de la aplicación de medidas orientadas a restringir la movilidad de las personas, ha sido la disminución de la actividad económica, debido al descenso del turismo y diversas actividades profesionales, así como el cierre de comercios y fábricas. Esto ha tenido dos efectos inmediatos

El primero, ha sido la irrupción del debate acerca la dicotomía «Salud versus Economía», es decir, entre quienes quieren imponer la idea de que los efectos económicos de la restricción de actividades son más nocivos que el peligro al contagio, y los que consideran que la aplicación de la cuarentena es la mejor medida sanitaria para preservar vidas, y que se deben tomar las medidas económicas acordes al mantenimiento de esta cuestión preventiva.

La segunda, y a mi entender no menos importante, ha sido la disminución de diversos índices de contaminación a nivel global. La sensible baja de las emisiones de carbono, la recuperación de espacio por parte de la fauna, un marcado descenso de los desechos, son sólo algunos de los síntomas más visibles. Luego de muchos años de esfuerzos por parte de sectores preocupados por la cuestión ambiental, sin obtener resultados notables, parece que sólo una crisis social a escala global puede arrojar los resultados deseados.

Fuente: Nature Climate Change.

Debates sobre la cuestión ecológica.

Pese a que usualmente se habla de la cuestión ecológica o ambiental como una problemática en sí, resulta imposible entenderla desde un enfoque unidimensional. En primer lugar, porque engloba problemas de diversa índole, como el cambio climático, la contaminación, la deforestación, la pérdida de biodiversidad o la necesidad de utilizar energías menos contaminantes y renovables. Actualmente, existen numerosas interpretaciones acerca de esta problemática. Y por supuesto, acerca de sus causas y, por ende, diversas alternativas o posibles soluciones. Estas interpretaciones, se podría afirmar, tienen únicamente en común la idea de que el desarrollo humano debe prestar más atención a sus efectos sobre la naturaleza. Volviendo a las diferencias, considero importante analizar el debate dentro del pensamiento ambientalista o entre las corrientes ecologistas, para poder identificar cuáles son los ejes de la disputa.

Algunos autores han avanzado ya en esta línea. Entre ellos se encuentra Roger Martinez Castillo, quien marca incluso una sustancial diferencia entre la corriente ambientalista y la ecologista. La diferencia entre ambas posturas, afirma el autor, radica en que la crítica ambientalista propone soluciones dentro del marco del sistema social y del modo de producción establecido. Mientras que el ecologismo, más radical, plantea la necesidad de profundos cambios sociales, políticos y económicos para aportar una solución.

La construcción de tipologías, como las que plantean Guillermo Foladori o Joan Martinez Allier, permiten por un lado sistematizar y simplificar algunas de las diferencias entre las múltiples corrientes que conviven dentro del llamado movimiento ecologista, pero también intentar observar y determinar cuáles son los ejes que determinan estas diferencias. Pese a que ambos autores parten de características diferentes para las tres corrientes que plantean, se puede llegar a observar cierta similitud en sus tipologías.

Foladori parte de un punto ético para distinguir entre ecocentristas y antropocentristas. Los primeros consideran que la organización social debe estar determinada por un criterio de valor fuera de la sociedad humana; la segunda corriente, por su parte, considera que el comportamiento con el medio está determinado por las propias necesidades e intereses humanos. Y luego diferencia a estos últimos entre tecnocentristas y humanistas o clasistas (según si la sociedad es un bloque o está dividida en clases sociales frente a la naturaleza). Martinez Allier, por otro lado, utiliza ciertas características que considera distintivas y su relación con las diferentes ciencias ambientales, enumerando también 3 corrientes: el culto a lo silvestre (defiende la naturaleza inmaculada como un elemento sagrado), el evangelio de la eco eficiencia (trata de reducir los impactos ambientales y los riesgos para la salud) y el ecologismo de los pobres (basan su preocupación por el medio ambiente, como fuente y condición para el sustento).

En el caso del culto a lo silvestre, Martinez Allier remarca la idea de la defensa de la naturaleza inmaculada, la cual deja entrever una concepción de sacralidad de la naturaleza. Considera que el resto de las especies tienen el mismo derecho que los humanos a vivir. La principal propuesta de esta corriente es tratar de mantener la mayor cantidad de espacios posible de naturaleza sin intervención del hombre.

Asimilable a esta corriente, Foladori nombra a la misma como corriente ecocentrista, la cual está basada en la atribución de valores intrínsecos a la naturaleza y su cuidado no debe derivarse de los intereses humanos, ya que tiene un valor en sí mismo. Las propuestas de esta corriente apuntan a la preservación, pero también hacia una vuelta al pasado y una relación más estrecha entre el hombre y su medio ambiente.

Foladori remarca también que la corriente econcentrista parte de una concepción que presenta a la sociedad como consumidora. Y desde ese lugar, por medio del convencimiento individual, procurar producir los cambios necesarios. El autor considera que esta posición es ingenua y voluntarista, puesto que privilegia la actitud de las personas individualmente por sobre las relaciones económicas materiales.A mi entender, es posible afirmar cierta similitud entre estas corrientes, basado en la concepción de la valorización acerca de la naturaleza y el lugar del hombre en relación a esta.

La segunda corriente, llamada el evangelio de la eco eficiencia por Martinez Allier, dirige su atención a los impactos ambientales. Apoya el desarrollo sustentable y la modernización ecológica basada en la tecnología Foladori, por su parte, habla de antropologistas tecnocentristas, ya que es el interés humano el que guía el criterio valorativo en la relación entre la sociedad humana y su ambiente. Tiene confianza en el mercado y en el desarrollo tecnológico como los impulsores de los cambios necesarios. Según el autor, esta posición es la hegemónica por ser defendida por los organismos internacionales, órganos gubernamentales y las corporaciones multinacionales.

La última corriente, definida por Martinez Allier como el ecologismo de los pobres, tiene como principal eje un interés material por el medio ambiente como fuente y condición para el sustento. En general, es bastante crítica con la concepción de desarrollo y aboga por la demanda de justicia social. Foladori llama a esta última, humanista o clasista. Afirma que su posición está definida por la concepción de que la sociedad humana está dividida en grupos y clases sociales con intereses encontrados y que estas contradicciones son las que explican el comportamiento del hombre con la naturaleza. Reconoce como la principal causa de la crisis ambiental a las relaciones sociales capitalistas, puesto que la depredación es intrínseca a la propia lógica del capital. Al estudiar los ejes que plantea Foladori, creo que es posible afirmar que la discusión entre las vertientes que él plantea, tiene como eje articulador diferentes visiones acerca de la relación entre los hombres y las cosas y de los hombres entre sí.

Fuente: Nature Climate Change.

Entre los muchos autores que abordan esta cuestión, se encuentra George Bataille, el cual plantea en La Noción del Gasto que la actividad humana no es enteramente reducible a procesos de producción y conservación. Y que la consumición puede ser dividida en dos: una representada por un mínimo necesario para la conservación de la vida y para la continuidad de la actividad productiva; y una segunda, que representa los gastos improductivos. Según Bataille, el gasto cumple una función social por su énfasis en la pérdida. Actualmente el modo de producción vigente solo sobrevive a costa de crecientes gastos improductivos, la obsolescencia de los productos y la individualización y privatización de los consumos.

Debates en la coyuntura.

André Gorz, uno de los más destacados pensadores de la cuestión ecológica, afirma que el capitalismo es un sistema fundado en la búsqueda del máximo derroche posible. Por esto considera que es imperioso implementar un cambio en el sistema de producción y consumo para resolver la cuestión ecológica. La respuesta al sistema capitalista “es socializando la sola esfera de la necesidad con el objeto de reducir al mínimo en la vida para cada persona, lo que es necesario hacer, y de ampliar al máximo la esfera de la libertad, integrada por actividades que tienen su propia meta”. La explosión de la pandemia puso al descubierto numerosas cuestiones en relación a la economía mundial. La debacle en el sector financiero, la peor desde la famosa crisis del ’30, la ola de despidos en ciertos países y la falta de acceso a sistemas de salud por parte de bastos grupos de la población, parecen ser solo la punta del iceberg. Los efectos del parate de la actividad económica debido a las distintas medidas de confinamiento hace prever que el mundo tendrá un crecimiento negativo durante el año 2020 de -4,90%, y para ciertos países los resultados serían aún peores, como es el caso de Estados Unidos (-8%), Francia (-12,5%) o España (-12,8%), según un informe del FMI.

En Argentina, pese al esfuerzo del gobierno en planes de contingencia diseñados para apuntalar a varios sectores afectados, los efectos negativos de todas formas se harán sentir. La presencia del estado es fundamental para ayudar a contener la caída del ingreso y la pérdida de empleos a corto y mediano plazo; sin embargo, a largo plazo, pareciera que serán necesarios cambios más profundos, no solo en nuestro país, sino también en la región y en el mundo para afrontar la situación actual y tratar de evitar tanto sus causas como sus graves consecuencias en términos sociales y económicos.

Avanzar hacia una economía pensada a partir de las necesidades, podría no solo ponernos a cubierto de crisis como la actual, (Kate Jones, profesora de Ecología y Biodiversidad, afirma que las enfermedades zoonóticas están relacionadas con el cambio ambiental y la integral urbana de áreas silvestres) sino que además podría ser la única forma de establecer un sistema de producción que sea sustentable para las generaciones presentes y futuras.

La situación argentina.

Uno de los efectos de la crisis del coronavirus ha sido la disminución del precio del petróleo a nivel negativos, a causa de un brusco descenso de la demanda (principalmente energía y turismo áreo) y la influencia de los mercados futuros.

Más allá de los efectos de la pandemia a corto plazo sobre la economía argentina, que está afectando gravemente los niveles de actividad y los ingresos fiscales, la disminución del precio del petróleo podría liquidar el plan del gobierno sobre Vaca Muerta. La administración nacional proyectaba que este yacimiento generara un crecimiento de las exportaciones y por lo tanto de divisas muy importante, equiparable al del sector agropecuario. La disminución del precio del crudo afecta gravemente a este tipo de yacimientos no convencionales, ya que es necesaria una mayor inversión para su extracción y, por lo tanto, los niveles de ganancia son menores a los usuales.

En base a esto, es probable que el gobierno tenga que elaborar un nuevo plan, por lo menos a mediano plazo para poder asegurar la generación de divisas necesarias para la economía interna y el pago de la deuda. La búsqueda de alternativas puede llegar incluso desde iniciativas como la que se está tratando de llevar adelante en la provincia de Misiones. La elaboración de un plan de desarrollo para nuestro país debe considerar numerosos factores: la sustentabilidad ambiental sin lugar a dudas deber ser uno de ellos.

Fecha de publicación:
Juan Ignacio Salerno Ercolani

Licenciado en Sociología. Cursando la Maestría en Sociología Económica (UNSAM). Participante del Grupo de Estudios sobre Marxismo e Historia Argentina en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe. Integrante del Observatorio de Coyuntura Económica y Políticas Públicas (OCEPP).