FMI y deuda

Al Fondo, a la derecha

Por Sebastián Giménez
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En medio de las negociaciones con el FMI para llegar a un acuerdo respecto de la deuda contraída por el gobierno anterior de US$45 mil millones, se confirmó finalmente que no va a haber IFE 4. Sin embargo, la pobreza y la indigencia no han parado de subir este año debido a la parálisis económica por la crisis desatada por la pandemia. ¿Hacia dónde esta yendo Argentina?

El otro día caminábamos por las veredas de Almagro con mi mujer Mariana y vimos a un hombre introducirse entero su cuerpo en un volquete de basura. Desde ahí adentro, arrojaba los cartones que encontraba hacia afuera, madre de Dios. Escenas tremendas que muestran en cuerpos, en caras concretas eso que en los 90´ se denominó exclusión social. Varios días a la semana personas que tocan los porteros y solicitan a la gente si tiene ropa para dar. La herencia recibida de sobreendeudamiento, la pandemia, la cuarentena, hicieron aumentar la pobreza de forma importante. Y no hay IFE 4 y la puta madre que lo parió uno tiene ganas de decir. Que el Presidente Alberto Fernández dijo en su momento que el IFE había descubierto que había nueve millones de argentinos fuera de los registros, siendo depredados en la selva de la jungla capitalista sin ser siquiera advertida su presencia, ya sea porque sus actividades fueran informales como porque fueran simplemente desocupados buscando el conchabo de cada día.

En los tiempos del primer IFE, muchos cientistas o pensadores sociales debatían sobre la posibilidad de implementar una renta básica universal en el país. Esto es, a groso modo, una renta que asegurara la cobertura de las necesidades básicas de los receptores sin exigir contraprestación. Una ciudadanía fruto de un nuevo acuerdo social donde se asegurara a cada cual lo mínimo, junto con el robustecimiento de los servicios públicos como la salud y la educación. Hasta Daniel Arroyo, el ministro de Desarrollo Social, habló sobre esa posibilidad. Pero pasó el tiempo, la crisis se profundizó, poca recaudación, mucha emisión, devaluación, negociación con el FMI y no hay IFE 4.

Momentos aciagos, duros, en los que se volvió a entrar en órbita el Fondo Monetario Internacional. El mismo al que la gestión anterior le pidió US$ 44 mil millones de dólares sin siquiera consultarlo en el Congreso de la Nación, y al que ayudó a aprobarlo el derrotado Trump. Ahora, ambos artífices de la colosal deuda podrán sintonizar en TV cómodamente instalados (no sé si en reposeras) el desbarajuste que tal cosa provocó. Se puede hacer hasta un paralelo histórico entre aquél primer peronismo que cayó en el 55, y la Revolución Libertadora (o fusiladora) que lo derrocó y se endeudó con el FMI en el 56. Más de medio siglo después, estamos en el mismo brete y Sergio Massa se reunió con los enviados del organismo. Replicó el hábito de Alberto Fernández de tomar cafés con quienes hace falta: ¿pragmatismo situado o comodidad política? Imposible saberlo, y tal vez sea lo menos importante.  Lo que trascendió es que Massa dijo explícitamente, casi que emulando al Néstor Kirchner de su primer gobierno «Necesitamos crecer para pagar, y los muertos no pagan». El Fondo tomó nota, pero cabe suponer que su respuesta estará más cerca del bolsillo que de los románticos y progresistas corazones. Como dijera en un corto publicitario célebre el Flaco Schiavi, “cortemos con tanta dulzura”.

No hay IFE 4, lo que sí habrá es una nueva fórmula jubilatoria, ajustándose los haberes con predominancia en las variaciones salariales y la recaudación impositiva. Volviendo a la fórmula anterior al 2017, cuando se aprobó en las Cámaras Legislativas bajo una gran repulsa social la fórmula vigente, en que le daba predominio al ajuste por inflación. Hay que decir de esto: cuando el viento sopla para el norte, las fórmulas jubilatorias van hacia el Sur. Cuando viene del Este, hacia el Oeste. A contracorriente siempre. ¿Por qué? Porque el 54 por ciento de inflación que dejó la gestión anterior volvía conveniente actualizar los haberes jubilatorios con ese parámetro, como pasó también con los aumentos otorgados por decreto durante el año. El gobierno dijo: compenso a la jubilación mínima para que no pierda; apenas se sube un par de peldaños, el ajuste es evidente. Es verdad que hay que tener una visión de conjunto y rescatar otras medidas de salario indirecto: congelamiento de tarifas, cobertura de medicación gratuita con PAMI y la condonación de cuotas e intereses de créditos de ANSES en los que se habían visto obligados a endeudarse los viejos para pagar las tarifas, algún arreglo de la casa o sus necesidades mínimas de subsistencia. La propaganda del banco Galicia en su momento que mostraba la necesidad de un préstamo para arreglar una gotera fue sintomática de aquella crisis, y estamos viviendo su continuidad, para colmo, incrementada por la pandemia.

Militate ésta, dijo provocativo el periodista de A24 Eduardo Feinmann. Exteriorizando el goce perverso de cierta derecha cuando las cosas van mal, o decantan hacia un ajuste. La derecha goza cuando el declamado progresista se tiene que derechizar, como si con su actuar legitimira sus ideas, dándole la razón. Incluso, se da el gusto de apurar por izquierda declamando la supuesta defensa de los jubilados. Que los números no cierran, que nada es gratis, que la planilla Excel manda. Y entonces, todo es igual, nada es mejor, como diría en su inolvidable Cambalache Discépolo. Préstamo de facilidades extendidas con el Fondo Monetario, pero nada es gratis. Chau IFE, ajuste por lo menos transitorio a jubilados (habrá que ver cómo se comporta la fórmula en el futuro). Otra de las pavadas de las tantas que circularon en estos tiempos excepcionales y que parecían cambiar todo de cuajo era que el Fondo Monetario se había hecho peronista. Ni cerca, el peronismo se aproxima a él como a un amigo indeseable, necesario para salir del brete de la negociación de la voluminosa hipoteca. Pero la esencia no cambia. Prestamista de última instancia, a él acude un país cuando está ahorcado como ese parroquiano que entra a un bar apurado, y pregunta en la mesa del mostrador dónde se encuentran los sanitarios. El inefable mesero le dirá: al Fondo, a la derecha.

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Etiquetas: Argentina, Economía
Sebastián Giménez

Escritor, trabajador social y profesor de enseñanza primaria. Publicó tres libros. El último tren: un recorrido por la vida militante de José Luis Nell (ediciones digitales Margen, 2014); Veinte Relatos Cuervos. Alegrías y tristezas de vivir una pasión (2018, versión digital en Portal San Lorenzo WebSite) y Los años del macrismo y una salida inesperada (ed. Digitales Margen, 2019).