Agradecemos la gentileza de Jacobin (www.jacobinmag.com), publicación de izquierda socialista norteamericana, para permitirnos replicar este artículo publicado originalmente el 19 de febrero de 2019, donde desarrollan su punto de vista favorable a la precandidatura presidencial de Bernie Sanders.
Bernie Sanders se postulará para presidente de nuevo. Su mensaje es simple: se está librando una guerra de clases que los trabajadores tienen que ganar.
Finalmente sucede. Bernie Sanders acaba de anunciar que se postulará como presidente otra vez.
Teniendo en cuenta las candidaturas anteriores, las propuestas del Partido Demócrata de las próximas primarias para presidente serán las más progresistas en décadas. Por ejemplo, todos los postulantes confirmados afirman que apoyan el programa Medicare for All [Plan de Salud Universal], una propuesta que la mayor parte del partido ignoró o rechazó firmemente hace tan sólo tres años. Otros candidatos también proponen atención universal a primera infancia y un Green New Deal, lo que es una buena salida a las políticas corporativistas que caracterizan el programa del partido hace mucho tiempo. Esa salida por izquierda es una buena superación, y la razón es Bernie Sanders.
Además, él anunció que competirá con ellos. Quizás algunos votantes progresistas se inclinen más hacia otro de los muchos candidatos posibles. Pero no se dejen engañar: si buscan justicia económica y social, deben apoyar a Bernie Sanders como presidente. ¿Por qué? Porque es el único que identifica la creciente lucha de clases y que quiere conformar una fuerza trabajadora que dé la pelea.
Durante cuatro décadas, tanto políticos neoliberales del Partido Demócrata como del Partido Republicano desfinanciaron sin ningún problema y de forma continua empresas, redujeron impuestos para los ricos, imposibilitaron la conformación de sindicatos, desguazaron los servicios públicos, privatizaron los bienes estatales y rescataron élites económicas a la vez que impusieron austeridad para los demás. Para los trabajadores, esto se reflejó en salarios congelados y deudas cada vez más altas, a la vez que acrecentó la ansiedad y bajó las expectativas. Mientras tanto, se censuró tácitamente el uso de términos de la lucha de clases para explicar estas políticas.
En 2016 Sanders superó ese tabú y consiguió muy buena recepción. Parece ser que mucha gente estaba cansada de tener que elegir entre un individualismo conservador basado en la autosuficiencia y un elitismo meritocrático liberal que no daban respuesta a la desigualdad económica y la austeridad que vivían todos los días. Esas personas escucharon y estuvieron de acuerdo con lo que Bernie tenía para decir: la economía está manipulada, y para democratizarla se necesita una estrategia ofensiva, la cual se puede lograr.
Centrando su campaña en la explotación generalizada y en la atroz desigualdad, Sanders surgió desde la izquierda y consiguió trece millones de votos contra la candidata principal del partido. Luego de exigir medidas de redistribución ambiciosas y de poner el foco de su plataforma electoral en la lucha de clases, terminó su campaña siendo el político más conocido del país. Su éxito representa una concientización, inconclusa pero importante, del pueblo estadounidense frente a los errores del bipartidismo liberal, los acuerdos empresariales y el capitalismo mismo.
Sanders no sólo reconoce la puja constante de intereses de clase, sino que además elige un bando. Mientras que otros políticos saben hacia donde sopla el viento y sobre eso deciden qué postura tomar, él es la tormenta que genera ese viento al apoyar a los trabajadores en contra de los intereses del capital consistentemente. Ningún otro candidato del Partido Demócrata puede comparar su trayectoria de lucha por priorizar al pueblo antes que a las ganancias.
Por ejemplo, durante décadas sólo él promovió en el Congreso el proyecto de single-payer health care [Sistema de Salud Público con subsidio del Estado Nacional] con el argumento de que “la salud debería ser un derecho para todos los americanos sin importar sus ingresos” y se enemistó con el hombre más rico del mundo por haberle otorgado un aumento inmediato de salario a un cuarto de millón de empleados. Sólo Sanders se atreve a cuestionar la superioridad del capitalismo y a reconocerse como demócrata socialista.
Mientras que otros candidatos elegirán algunas propuestas progresistas para postularse, Sanders tendrá el programa más abarcador y ambicioso para lograr un país más democrático, más humano y con mayor igualdad. No basará su candidatura en un puñado de ideas a la moda, sino en un mapa de ruta detallado para salir del infierno: salud universal, tutorías universitarias gratuitas y cancelación de deudas para estudiantes, un Green New Deal con un programa ambicioso de puestos de trabajo, reglamentaciones ambientales que concienticen sobre el cambio climático, atención universal a primera infancia, fuerte inversión en educación y en construcción de viviendas, salario mínimo nacional a US$ 15 por hora, expansión del seguro social, prohibición de préstamos irrisorios, leyes que promuevan la sindicalización, eliminación de exenciones fiscales para empresas, licencias obligatorias con goce de sueldo por maternidad/paternidad y por enfermedad y vacaciones pagas, ley de igualdad salarial de género, desmantelamiento de los centros de detención privados, desmilitarización de la policía, prohibición de prisiones con fines de lucro, fin de la «Guerra contra las Drogas», eliminación de obstáculos y desaliento para votar, freno a los bombardeos ilegales, culminación de la guerra contra el terrorismo, política exterior no intervencionista y mucho más.
En unas elecciones en las que el progresismo está de moda, será difícil competir contra su plataforma sin cambiar de tema. Algunos candidatos, junto a sus seguidores, dirán que Sanders no puede representar las demandas de las mujeres ni de la población de gente de color porque es un viejo blanco. Pero, dejando de lado la importancia de la representación simbólica, las reformas social-demócratas que él propone serán incomparablemente mejores para transformar materialmente la vida de millones de mujeres y gente de color.
Las personas antirracistas deben apoyar al candidato que tenga el plan más completo para acabar con problemas como el desempleo, los salarios bajos, la falta de cobertura médica, la deuda estudiantil, la falta de presupuesto para educación pública y el desfinanciamiento de la construcción de viviendas, dado que estas problemáticas afectan mayoritariamente a la gente de color y son la base material de una vida llena de racismo. Del mismo modo, las feministas deberían acompañar a cualquier político, independientemente de su género, que busque garantizar salud pública universal de calidad, atención universal a la primera infancia y educación -tareas de trabajo reproductivo no remunerado que, si no son provistas de forma adecuada por la sociedad, casi siempre recaen sobre las mujeres-, así como también propuestas para una economía equitativa en la que ellas puedan progresar.
En lo que respecta a la política exterior de los Estados Unidos, los demás competidores de las primarias presidenciales del Partido Demócrata oscilarán entre el desentendimiento y posturas que apoyen la intervención militar. Sanders podrá tener una trayectoria antiimperialista imperfecta, pero es el único candidato que supone un mínimo de esperanza para tener un nuevo paradigma en este asunto.
Cuando era joven, Sanders se declaró objetor de conciencia en la Guerra de Vietnam, envió una delegación desde Burlington para visitar a los sandinistas de Nicaragua y viajó a Cuba. En el Congreso, algunas veces tuvo que actuar en materia de política exterior acorde a lo que los grupos empresariales le indicaran, pero logró un esfuerzo coordinado para revisar y desarrollar una superación, adelantándose a las elecciones de 2020. El año pasado incluso apoyó el proyecto legislativo que busca terminar con el apoyo de Estados Unidos en la guerra de Yemen, lo que implicaría el primer éxito de invocación a la War Powers Resolution [Resolución de los Poderes de Guerra] si se aprobara.
Luego tenemos el cambio climático: la Tierra está al borde de una catástrofe, y el tiempo se termina. El obstáculo principal para ganarle al reloj no son los hábitos de consumo individual ni la falta de conciencia ecológica; es el capitalismo mismo, que no sólo incentiva a la humanidad a destruir el planeta para beneficiarse económicamente, sino que alienta a los sectores mejor acomodados de la sociedad a que controlen la política y se protejan a sí mismos de intervenciones o consecuencias.
Para salvar el planeta necesitamos un movimiento anticapitalista que logre forzar a los legisladores mediante acciones disruptivas. Esto sería mucho más fácil si el presidente considerara que una de las tareas principales es la de controlar el sector privado y estuviera dispuesto a enfrentarse y enemistarse con la gente más poderosa del planeta por reconocer que la sustentabilidad sólo puede conseguirse a expensas de las ganancias.
Sanders es también nuestra mejor oportunidad para ganarle a la derecha. Nadie está mejor capacitado para derrotar a Donald Trump que un político que dialoga en términos concretos con las distintas necesidades reales de la mayoría de la clase trabajadora, que interpela su deseo de cambio no con promesas desgastadas sino con el objetivo de una sociedad radicalmente más justa.
Cualquiera que vacile sobre las posibilidades de un candidato fuerte de izquierda contra Trump no tiene más que recordar que en 2016 se justificó la candidatura de una demócrata de centro, con alianzas empresariales, porque se presumió que sólo alguien moderado podía ganarle a Trump, lo cual fue completamente erróneo. Durante décadas, los empresarios liberales han tratado de convencernos de que el pragmatismo implica relegar lo que es correcto con lo que es factible. Lo que aprendimos del año 2016, o debiéramos haber aprendido, es que el compromiso ya no es una estrategia ganadora.
Parece que está saliendo el sol para las reivindicaciones de la clase trabajadora de Estados Unidos, pero nada es seguro. Las primarias presidenciales demócratas de 2020 son una encuesta y una demostración: ¿se han despertado los estadounidenses de una vez por todas de la larga pesadilla neoliberal? ¿Estamos preparados para acabar con la violencia, el saqueo y la codicia, y construir un nuevo mundo sobre la base de la solidaridad y la igualdad?
Si no están listos para ese nuevo mundo, no pasa nada; hay muchos candidatos moderados más para elegir. Pero si lo están, tienen que respaldar a Bernie Sanders.
Traducción: Manuela Navarro Adelstein.
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