En tiempos de ajuste y de rebelión educativa en todos los niveles volvemos a las preguntas originales que trajo la gestión de Cambiemos: ¿Qué hay de nuevo y qué hay de viejo en la autoproclamada “revolución educativa” de la que nos hablan los funcionarios de Cambiemos?
La política educativa de Cambiemos puede analizarse desde diversas ópticas. Las mismas son siempre parciales, producto de ser un gobierno en curso. Sin embargo podemos arrojar algunas hipótesis que ayuden a entender qué tipo de educación es la que se propone hoy desde el Estado. Para eso, consideremos dos frases de quien fuera ministro de Educación y Deportes de la actual gestión que lo expresan con claridad. Aquí va la primera:
“Esta es la nueva Campaña al Desierto, pero no con la espada, sino con la educación”.
Estas palabras, pronunciadas por Esteban Bullrich hace dos años en Choele Choel, reflejan una de las narrativas ideológicas sobre la que se asienta el gobierno nacional. Quienes venimos de las disciplinas sociales sabemos de la importancia del lenguaje: el uso de «Campaña» en vez de «Conquista» relativiza el carácter bélico de aquella avanzada sobre los territorios de los pueblos originarios durante el siglo XIX que hoy llamamos genocidio (porque implicó un verdadero genocidio fundacional). Lo que se pretende con esta frase de Esteban Bullrich es rescatar al evento pero con otros medios, poniendo en primer plano su importancia en tanto campaña civilizatoria.
De algún modo, esta inflexión refleja una de las matrices ideológicas sobre las que se asienta la política educativa de Cambiemos. La asimilación a aquella idea de nación pero, esta vez, sin genocidio, sino a través de otros medios como la educación. El actual senador nos trae a un debate que tiene más de 150 años, una discusión que no es nueva en nuestro país ni el mundo, un debate que, incluso, se remonta a los conquistadores españoles del siglo XV y sus diferencias acerca de qué hacer con las poblaciones americanas.
Pero volvamos a la frase para buscar la referencia más inmediata a la que nos arroja. Hablar de «Campaña al Desierto» pone en evidencia una de las referencias de la actual administración: los gobiernos de la República Oligárquica de fines del siglo XIX y principios del XX. El gobierno de Roca y sus sucesores, la consolidación del Estado nacional con asiento en el puerto de Buenos Aires que se impone sobre otras alternativas posibles y sobre grupos poblacionales e identidades políticas diversas: pueblos originarios, inmigrantes, gauchos; anarquistas, socialistas, comunistas.
Con todo lo positivo que fue el proceso de sanción de la Ley 1.420, es importante recordar que la educación primaria por esos años era pensada como asimilación, como un intento por consensuar la dominación a la que se estaba sometiendo a los sectores populares. Y que en el plano de la educación superior, desde su creación hasta principios del siglo XX, las universidades del actual territorio argentino cumplieron la función de formar a las elites locales de las grandes ciudades. La universidad era el privilegio de una elite.
La segunda frase de Bullrich es la siguiente:
“Yo no me paro acá como ministro de Educación, me paro como gerente de Recursos Humanos”
La cita corresponde al mismo año 2016, pero esta vez fue pronunciada frente a los empresarios de la Unión Industrial Argentina. Aparece en estas palabras la segunda matriz a partir de la cual pensar la política educativa de Cambiemos. Vemos con claridad la total subsidiariedad del Estado con respecto a la educación. El entonces ministro de Educación se ubica en un plano secundario con respecto al mercado, como un facilitador de insumos para el mercado, mejor dicho, como un agente al servicio de las empresas.
Nos habla también de la lógica mercantilista que debe primar en el Estado y la educación. Esto es, él no se posiciona como ministro, sino como gerente de una empresa, haciendo borrosas las fronteras entre lo público y lo privado y permitiendo que las ideas más ortodoxamente mercantiles ingresen en los modos de operar de lo público. Ahora bien, ¿a qué o quiénes nos remite esta frase?
Sin dudas desde 1955, pero con énfasis en las décadas de 1960, la última dictadura y los ’90, hubo un intento sistemático por mercantilizar la educación pública y por someter la lógica propia del ámbito público al privado. La educación dejó de ser pensada como derecho y comenzó a pensarse como una mercancía, o como un privilegio, como dijo Mauricio Macri en su diálogo virtual hace pocas semanas. Es la matriz neoliberal la que domina estas narrativas, en la que el estudiantado está cosificados como recurso sujeto a variables económicas y no como sujeto de derecho.
Esta manera de pensar la educación la somete a lógicas que le son adversas para su funcionamiento en tanto instituciones públicas. La búsqueda de ganancias económicas conlleva que el Estado actúe evaluando su calidad y recortando su financiamiento sobre las áreas que no proveen beneficios económicos, en desmedro de un Estado que garantice el acceso y permanencia a la educación de la sociedad que con sus impuestos la sostiene.
Dos lógicas, una política educativa
De este modo, dos narrativas ideológicas atraviesan y se entrecruzan en la lógica de Cambiemos y su política educativa. Por un lado, la civilizatoria de la oligarquía y por otro la neoliberal de gran parte de la segunda mitad del siglo XX. Ninguna de las dos son nuevas en la historia argentina, como mencionáramos. Quizás lo que sí es nuevo es su actualización combinada logrando una síntesis novedosa.
Actualmente, estamos viviendo una sujeción de la economía nacional a los organismos multilaterales de crédito que aplican recetas bajo los mismos paradigmas que nos han condenado a la pobreza en otros tiempos. Estamos ante un retroceso del Estado en materia educativa que procura eliminar gran parte de las conquistas de los y las trabajadoras de la educación y el movimiento estudiantil durante más de cien años. Quizás por eso convenga recordar en este año tan particular, a 100 años de las revueltas reformistas de 1918 en Córdoba, que una de las búsquedas de este movimiento fue la de la autonomía pero sabiendo que la capacidad de tener autonomía es con autarquía, es decir que una estaba sujeta a la otra en el pensamiento reformista. A nivel nacional ocurre lo mismo, la soberanía nacional se consigue solo a través de la independencia económica.
Quienes trabajamos en las universidades públicas, sabemos que su desfinanciamiento obliga a las universidades a buscar recursos a través de lógicas que atentan contra su funcionamiento autónomo, porque la mercantilización de la educación es producto, entre otras causas, del ajuste presupuestario ya que las instituciones se ven obligadas a salir al mercado para buscar recursos. El ajuste presupuestario avanza en esa dirección, recortando y desfinanciando año a año desde 2016 hasta la actualidad, lo que repercute fuertemente en la nunca del todo definida calidad educativa.
Al mismo tiempo, en relación al salario docente hemos visto decaer nuestros ingresos así como el del resto de los y las trabajadores de nuestro país. Por eso hablamos de “recomposición” no de “aumento”, como dicen algunos funcionarios del gobierno nacional. Aumento sería superar la inflación, aquí estamos discutiendo cómo llegar a empatar una inflación de más del 30% ante una propuesta de 15% de aumento.
Investigador y profesor de Política Educativa e Historia de la Educación de la Universidad Nacional del Comahue.