El próximo 27 de mayo habrá elecciones en Colombia, que define su futuro entre la ultraderecha y el impulso de una nueva oleada democrática en el continente. El uribista Iván Duque y el progresista Gustavo Petro encabezan la intención de voto y habría segunda vuelta.
El Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) publicó su encuesta de abril para la elección presidencial. Iván Duque, del uribista Centro Democrático, encabeza la intención de voto con el 34% y se mantiene lejos de alcanzar el 50% necesario para ganar en primera vuelta. Como principal alternativa se posiciona Gustavo Petro de Colombia Humana que alcanzó el 30,1%. En tercer lugar se encuentra Sergio Fajardo de Coalición Colombia con el 14,2% y cuarto el ex vicepresidente de Juan Manuel Santos, Germán Vargas Lleras, con el 6%. En el tablero político colombiano Petro representa la posibilidad de terminar con los consensos neoliberales impulsados por los gobiernos de derechas de Uribe y Santos.
Desde la resistencia
En 1984, siendo un joven concejal de 24 años en el municipio de Zipaquirá, Petro anunció su paso a la clandestinidad. Fue en una manifestación en la plaza principal en la que asumió públicamente ser parte del Movimiento 19 de Abril (M-19). Desde entonces, su nombre de guerra sería «Comandante Aureliano», en referencia al personaje Aureliano Buendía de la novela Cien años de soledad escrita por Gabriel García Márquez.
Luego de padecer la prisión y la tortura por parte del Ejército fue negociador durante el proceso de paz. Y finalmente el M-19 se desmovilizaría en 1990 logrando impulsar la Asamblea Nacional Constituyente de 1991. Es evidente que los inicios de la militancia política de Petro se dan en un escenario mundial y continental defensivo para las ideas de izquierda y progresistas que defiende.
Entre la última década del siglo pasado y la primera del nuevo siglo Petro fue elegido para la Cámara de Representantes en dos oportunidades y como Senador integrando el Polo Democrático Alternativo. A este último cargo renunció cuando se presentó como candidato a presidente en 2010 obteniendo el 9% de los votos.
Los inicios de la militancia política de Petro se dan en un escenario mundial y continental defensivo para las ideas de izquierda y progresistas que defiende.
En 2011 con su nuevo partido Movimiento Progresistas fue elegido alcalde de Bogotá. Pero el lobby derechista prácticamente no lo dejó gobernar. En 2013 la Procuraduría General de la Nación lo destituyó luego de que por tres días no se recolectara la basura en la ciudad. Finalmente volvió a la Alcaldía porque el Tribunal Supremo deslegitimó el fallo de la Procuraduría.
La figura de Petro durante aquellos años representó la esperanza pero también los límites de la oleada anti-neoliberal que atravesó el continente en el comienzo del siglo XXI. Mientras en América Latina se daba la espalda a los Consensos de Washington y se destrozaba el ALCA, en Colombia Álvaro Uribe continuaba habilitando bases militares norteamericanas con la excusa de combatir a la insurgencia. El gobierno colombiano se mantenía así como contrapeso reaccionario a los cambios en la región.
Hacia una segunda fase de la primavera latinoamericana
En junio del año 2015 los gobiernos progresistas parecían gozar de buena salud electoral. Un año antes Dilma Rousseff y Tabaré Vázquez habían sido elegidos para la presidencia de Brasil y de Uruguay. La mayoría de los análisis auguraban un triunfo presidencial del Frente para la Victoria en Argentina y era casi impensable una próxima derrota electoral del chavismo en Venezuela o de Evo Morales en Bolivia.
En Colombia, desde la izquierda y los sectores progresistas, se trataba de marcar un hito histórico con la firma de los acuerdos de paz que se negociaban en La Habana entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Fue en aquel contexto de junio de 2015 que se llevó a cabo en Montevideo el II Foro por la paz de Colombia. En esa ocasión Petro fue uno de los oradores principales y anunció dos ideas novedosas.
La primera sostenía que: «Si hay paz en Colombia la izquierda gana las elecciones». La segunda contenía otra idea más audaz aún: «Si hay paz en Colombia puede existir una segunda oportunidad, una segunda fase de la primavera latinoamericana que tiene que renovarse porque se agota».
El planteo de Petro era claro. Ante el agotamiento del ciclo iniciado con la llegada al gobierno venezolano de Hugo Chávez en 1999, había dos posibilidades: o bien que sea sucedido por gobiernos de derechas o bien que haya una renovación desde el progresismo latinoamericano.
«Si hay paz en Colombia puede existir una segunda oportunidad, una segunda fase de la primavera latinoamericana que tiene que renovarse porque se agota».
Entre la guerra y la paz
Los acuerdos de paz firmados entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC en 2016 están heridos. Nacieron golpeados por el resultado adverso del plebiscito convocado aquel año. Y continúan dañados porque se están incumpliendo las condiciones establecidas. Luego de un año y medio la Comisión Internacional de Verificación de los Derechos Humanos en Colombia denunció que solo se ha cumplido un 18,5% de los mismos.
Pero un porcentaje no alcanza para mostrar la debilidad en la que se encuentran esos acuerdos actualmente. En los últimos dos años, según lo demuestra un informe de la Dirección de Investigación Criminal de la Policía, el ejército y los grupos paramilitares han asesinado a 262 líderes sociales. El paramilitarismo con la complicidad del Estado sigue activo con sus asesinatos, amenazas y paros armados.
En las últimas semanas la fragilidad de los acuerdos se demostraron con la detención de Jesús Santrich. El encarcelamiento y el pedido de extradición del ex guerrillero de las FARC fue ordenado por un juzgado de Nueva York luego de acusarlo de integrar el Cártel de Sinaloa.
Desde el 9 de abril Santrich se encuentra detenido y en huelga de hambre anunciando que no va a permitir que lo deporten ante semejante montaje. El precedente de Simón Trinidad, ex guerrillero de las FARC extraditado a Estados Unidos en 2004, llevó a Santrich a tomar medidas radicales. Trinidad fue absuelto por la causa que originó su extradición pero fue condenado luego a 60 años de prisión por otro montaje judicial. En su caso la extradición a Estados Unidos equivale a una condena a muerte en las cárceles norteamericanas con sistemas de tortura permanentes.
Las FARC exigen la inmediata liberación de su dirigente y reconocen que «el proceso de paz se encuentra en su punto más crítico y amenaza con ser un verdadero fracaso».
La campaña de Petro no está al margen de este clima de tensión que se vive en el país. Fue atacado a tiros en Cúcuta el 2 marzo cuando se acercaba a un acto. Y abundan las amenazas. Entre las más conocidas está la de Jhon Jairo Velazco, alias «Popeye». El ex sicario de Pablo Escobar pidió por Twitter que lo maten, mientras otros tuiteros prometen jugar al fútbol con su cabeza luego de la elección.
Cada día se hace más evidente que sin el triunfo de Petro los acuerdos de paz con las FARC será destruidos. Iván Duque, el candidato uribista, se opone a los mismos y con él no avanzará tampoco la negociación en curso con el Ejercito de Liberación Nacional (ELN). La posibilidad de una reedición del exterminio de ex guerrilleros integrantes de la Unión Patriótica durante la década del 90 es una pesadilla que muchos temen que se repita en caso de la vuelta del uribismo al gobierno.
Con Petro hay esperanza
A la violencia le opone la paz, a la dictadura la democracia, a los privilegiados la gente trabajadora. «Democratizar Colombia» es una de las principales ideas de la campaña de Colombia Humana.
Su programa comienza aclarando qué implica lograr la paz y democratizar Colombia. Allí sostiene: «Una cosa es terminar la guerra y otra muy distinta hacer la paz. Ahora, además de silenciar las armas, debemos potenciar la voz de las mujeres, niñas y niños, jóvenes, campesinos; la voz de todos los pueblos indígenas y afrodescendientes, trabajadores, empresarios, víctimas, población LGBTI, adultos mayores, personas en situación de discapacidad, la voz de cada habitante de nuestra Colombia».
Sus propuestas de educación gratuita y de calidad junto con la reivindicación de la salud como un derecho atacan los pilares de las políticas neoliberales aplicadas en Colombia durante los últimos años. Estas propuestas de Petro le valieron el calificativo de «socialista» por parte de Duque en el debate organizado el 24 de abril por la Cámara de Comercio de Bogotá. Y Petro le respondió: «Mi propuesta no es socialista Dr. Duque, hay que aprender, eso se llama democracia”.
A la violencia le opone la paz, a la dictadura la democracia, a los privilegiados la gente trabajadora. «Democratizar Colombia» es una de las principales ideas de la campaña de la plataforma Colombia Humana.
La renegociación de los Tratados de Libre Comercio que violan la soberanía, la superación del extractivismo y terminar con los latifundios improductivos son algunas de las otras iniciativas que atacan al corazón de las élites locales. La democratización del Poder Judicial y el establecimiento de garantías para la movilización social expresadas en su programa son revolucionarias en un país en el cual se asesinan y se arman montajes judiciales todos los días contra dirigentes populares. A contramano de las reformas laborales que proponen los «nuevos» neoliberales como Emmanuel Macron o Mauricio Macri, Petro propone derogar la reforma precarizadora de Uribe para que sean ocho las horas de trabajo.
Sus lemas de campaña son: «¡La esperanza sigue creciendo!» y «Con Petro presidente gana la gente». El mensaje que repite en todos sus actos es sencillo: «Me llamo Gustavo Petro y quiero ser su presidente». La campaña no se destaca por grandes innovaciones comunicacionales sino por una convocatoria a la gente a movilizarse voluntariamente en las calles. Entre las principales actividades resaltan los actos multitudinarios en las plazas de todo el país.
La dificultad de hacer campañas electorales positivas en América Latina en escenarios políticos trágicos no es una novedad. La campaña del «NO» en el plebiscito chileno de 1988 para ratificar a Pinochet en el poder es un ejemplo de ello. La campaña de Petro intenta seguir ese camino.
La encuesta del CELAG señala que de llevarse a cabo una segunda vuelta entre Duque y Petro, el uribista contaría con un 52,2% de intención de voto y el ex alcalde de Bogotá con el 47,8%. El balotaje se llevaría adelante el 17 de junio y el escenario se presenta súmamente abierto.
Mientras tanto Duque sigue llamando a que lo apoyen en primera vuelta para evitar la «lotería» del balotaje. Y los seguidores del oficialista Vargas Lleras lanzan la iniciativa #AbreTusOjos para hacer campaña en contra de Petro, pidiendo que se apoye a su candidato para llegar a segunda vuelta.
La esperanza de que Petro sea el próximo presidente es una pesadilla para la derecha colombiana y alumbra la posibilidad de comenzar una nueva fase democrática en el continente. En un contexto en el cual el genocida Alberto Fujimori se encuentra libre por un indulto en Perú y Lula da Silva está detenido e incomunicado para que no pueda ser candidato a presidente de Brasil, Petro se transforma en una esperanza democrática para todo el continente.
De Mataderos vengo. Escribo sobre el mundo mientras lo transformamos. Estudié filosofía en la UBA. Integrante del Instituto Democracia.